lunes, 21 de diciembre de 2015

Mírame

Mírame

Santos Rejas Rodríguez

¡Le estoy dando bien! me decía, a la par que pedaleaba. Minutos antes había culminado la ‘cima alpina’ y por ella me mantenía a buen ritmo. Seguro, pensaba, que entre los líquidos que empapan la camiseta se encuentra parte de la glucosa que me sobra y, quizás, algunos de los goterones que resbalan desde la frente arrastran colesterol, por malo… todo ello bien aderezado por las endorfinas, que las siento brotar como setas tras la lluvia. Y el pedaleo, con ese estar tan arriba, se hizo más intenso haciendo crecer mi ritmo cardiaco a 118, o más.

Quizás, en la ascensión, habría alcanzado alguna nube volandera si en ese instante, a través de los auriculares, la música que me acompañaba en segundo plano no hubiera sido sustituida por una letra protagonista: ‘Sin ti/no existe un sol ni una flor…’ Por muy rápido que intenté saltar a la siguiente canción no pude impedir que el ‘sin ti’ resonara en la cumbre congelando hasta el aliento.

La bajada comenzó a rueda libre y la soledad del sin ti fue apagando la luz, helando la flor y regurgitando rencores hacia ese buen dios de improbable existencia.



Si. Es cierto. Hubo ocasiones del contigo ni sin ti; pero siempre, en los contigo, encontrábamos remedios para las mutuas penas. En los sin ti, nunca. De ahí que uno u otra, ambos, acortábamos la distancia que ineficazmente nos separara. Y poníamos remedio, y aventábamos penas...

¿Cómo recuperar, sin ti: la luz, el sol, una flor…la vida?
En el hoy de tu ayer… mírame ¡Tan sin ti!


jueves, 17 de diciembre de 2015

Miradas...

Miradas

Santos Rejas Rodríguez


-‘Perdón si les molesto…’
-¡Vaya! me dije ¿por qué cuando viajo en Metro me topo con músicos, pedigüeños y familias afines? ¿Por qué no con alguien que, mirándome, diga algo así como: ‘Para mí no hay soles, luceros, ni luna/no hay más que unos ojos que mi vida son…?
Pero claro, me seguí diciendo, no voy a caballo, no pido candela…así…Y hubiera continuado desbrozando causas ad infinitum cuando, el apoyado en el quicio, continuó la arenga:  -‘Si alguno de ustedes va leyendo, escuchando música o pensando en sus cosas y no desea que siga hablando, que levante la mano y me callo…’ 



Tras unos segundos de silencio: -‘Muchas gracias. Soy fontanero. Oficial de primera. En paro. Lo que buenamente puedan darme ustedes lo cojo: comida, ropa, dinero…Si ya le han dado antes a otro, como si me lo hubieran dado a mí.

Y así, sin prisas, a lo largo de cuatro estaciones, fue desgranando las suyas. Dolorosas. Nos contó que no quería dormir en albergues ni en casas contra el frío. Que son muy peligrosas. En ellas entraba a dormir uno como él, sano, y podían contagiarle múltiples enfermedades graves. Que ya había hecho un escrito para que las cerraran. Prefería dormir en la calle…o en un hostal de la glorieta de Atocha…

Al final nos deseo un buen karma y que pensáramos que íbamos a tener un buen día, que si así lo pensábamos, lo tendríamos, porque el poder de la mente….y aquí ya dudé si en realidad era  fontanero o psicólogo en paro.

No me adentré en la hipótesis porque mi mente retornó a lo que me preocupó al inicio: -‘será porque no tengo los ojos verdes? ¿verdes como el trigo verde? ¿ni como la albahaca? ¿Y ni siquiera tienen brillo de facas?

Y en pleno declive de autoestima… me pasé de estación ¡ay!

viernes, 11 de diciembre de 2015

Pinto, pinto...

Pinto, pinto…

Santos Rejas Rodríguez

Razones familiares y de otras índoles me han hecho transitar estos días diferentes barrios de Madrid. En todos ellos he hallado un común denominador: mierdas. No me refiero a suciedad que, en algunos, también, sino a excrementos orgánicos procedentes de seres diversos: perros, equinos, ovejas y otros inespecíficos. Además, y es a lo que voy, luciendo todos ellos, en su cima o así, otra característica igualitaria: huella(s) de pisada(s) humana(s).
Tras constatar que el hallazgo no era casual sino generalizado, pensé que si bien las cagarrutillas de oveja podían haber sido pisadas al descuido dado su tamaño e infrecuencia en la ciudad y que sobre las cacas de canes quien más o quien menos ha puesto el pie a lo largo de la vida, lo que no me cabía en la cabeza es que los montículos de estiércol caballuno, que los ve un anciano de cansada vista y los detectan los sagaces invidentes, estuvieran hollados por pies humanos de tamaños diversos.



Y en estas reflexiones he estado sumido hasta que hoy, a las cinco y veintiocho de la mañana, me desperté diciendo: ¡claro, coño! Que es mi Eureka personal: -Las oleadas que se mueven por Madrid en los últimos días, e imagino que por el resto del país también, buscan con ahínco la suerte para los dos sorteos en ciernes: los de los días 20 y 22. Si unos pretende el gordo de navidad,  otros la fortuna de gobernar y solucionarse la vida durante cuatro… o más años, que no es cuestión baladí y razón suficiente para ir pisando mierdas de toda índole.

Solucionado el enigma me dormí placenteramente hasta las siete, mi hora del café de inicio de jornada, en la que aún perduraba mi pensamiento exitoso…Y como lo uno lleva a lo otro, y por pura lógica, me hallé concatenando lo de la mierda con la política: ¿A quién voto? ¿Otra rumiación en ciernes? Pero no.  Tuve la respuesta antes de finalizar el moje de la galleta maría.

-Como todos los partidos garantizan: estado de bienestar, incremento de la economía, rebaja de impuestos, mejoras en sanidad y educación, fin de la corrupción, salarios máximos, subida de las pensiones y otras promesas también de valor incuestionable, me dije, acudiré al colegio electoral plantándome ante el mostrador en que se exhiben las papeletas de todos los grupos en liza y comenzando, al azar, por uno de ellos iré señalando uno y otros al compás del pinto, pinto, gorgorito…hasta llegar al final diciendo ‘y esta papeleta que se esconda’, metiendo la afortunada en el sobre y depositándola en la urna.

Engullí el resto de galleta, apuré el café y al grito, mental, de ¡¡Jerónimo!! Fuíme al WC…


domingo, 29 de noviembre de 2015

RECUERDOS...

RECUERDOS…

Santos Rejas Rodríguez

Al pie de un contenedor de restos inútiles se exhibían, con cierto pudor, hitos de vida que la fotografía que ilustra lo aquí escrito testimonia.

El encuentro, hoy, de camino hacia mi casa, me ha traído a la memoria el final de un viaje en el que la persona compañera del mismo iba arrojando a la papelera cosas que había ido acumulando a lo largo del itinerario: planos y guías, llaves magnéticas de hotel, entradas de museos…-¿Tiras todo?, pregunté. -¡Sí! No me gusta guardar recuerdos. Luego no sé dónde ponerlos.

Yo sí guardo algunos y sé dónde ponerlos: En una caja. En ella se mezclan entradas de algún concierto (el primero de Les Luthiers…), monedas diversas, llaves que en su día abrieron puertas, un mechero de gastada mecha, servilletas de bar con anotaciones apenas descifrables, algún posavasos con cerco de copas sin sentido, piedras del camino, una hoja seca, un corazón partío… O sea, contenido que se ajusta a lo etiquetado en la tapa: ‘Sin valor ajeno’.





Con el rótulo quiero facilitar la tarea, ‘cuando llegue el difícil momento’, como canta Sabina, a quien tenga que depositarla en el contenedor de residuos más próximo.

Añado que, con el paso del tiempo, la caja de los recuerdos se ha ido reduciendo de tamaño. En el momento actual se puede denominar cajita. La causa: he ido guardando menos y sacando más. Cuando casualmente –es decir por una causa u otra- la he tenido que abrir, algunas prendas habían perdido su valor intrínseco como recuerdo: ¡no recordaba qué me tenían que recordar! ¡ay! Y entonces, sin el menor pudor ni la menor duda, han ido a parar a la papelera de los olvidos.


De las experiencias de mi presente, más o menos mediato,  no guardo brizna en caja alguna: O las conservo  vivas y procuro disfrutarlas en el día a día o, si no han merecido la pena, las olvido. Enteras y veras…

jueves, 12 de noviembre de 2015

Quereres...

Quereres…

Santos Rejas Rodríguez

Desde mi casa vi el programa realizado en la casa del invitado de  Bertín. En esta ocasión no ha sido en su casa, o sea: ni en su casa, la de Osborne; ni en la mía, la de Santos; sino en la de él, en la de Arturo Fernández, el galán hispano de ochenta y seis años cumplidos. 

La simpatía de ambos, presentador y presentado, no enmascararon sino que resaltaron, por contraste, algunos de los momentos en los que la nostalgia y el recuerdo afloraron. En concreto la rememoración del querer solapado que  tuvo Arturo por su padre y también viceversa. Querer de escasas palabras y pocas expresiones de afectos. Y, sin poderlo evitar, más bien como estímulo desencadenante, me trajeron a mi padre al lado del sillón que en ese momento yo ocupaba frente al televisor….

Y confluyo con Arturo en que, quizás porque los tiempos así lo modaban, o sea no era costumbre, que el hijo le dijera al padre un ‘te quiero’ ni tampoco recuerdo haber recibido esa expresión nunca de él. Explícitamente, me refiero, porque en los adentros yo sentía el querer de mi padre, profundo y sin límites, y también mis hondones se lo devolvían sino con la misma intensidad del entonces,  sí acrecentado en el ahora.



Otra cosa son los besos que no nos dimos. Entre hombres, entre padre e hijo, en encuentros y despedidas, los besos eran – y creo que siguen siendo- al aire de mejillas, como al desgaire, como un ‘te beso pero no’, aunque en el alma sean besos de hondo calado que la ‘hombría’ no quiere reconocer…


He tenido la suerte de que pude despedirme de  mi padre en vida y no verlo en muerte, por lo cual la imagen, todas las imágenes que conservo de él, siguen vivas. Por esa fortuna puedo seguir conversando con él en el vivir de cada día. Y puedo decirle un ‘te quiero’. Y darle un beso todos los días. Cada día…

jueves, 5 de noviembre de 2015

Del ánimo y ánima

Del ánimo y ánima

Santos Rejas Rodríguez

Hay días que el amanecer te atrapa los bajos del estado de ánimo o, por decirlo por Celtas Cortos: ‘A veces llega un momento en que/te haces viejo de repente/sin arrugas en la frente…

Hoy ha sido uno de esos días. Tras el desayuno tempranero el cuerpo me incitaba al retorno a la cama, aún tibia. Si Newton no hubiera desvelado los secretos de la gravedad, sin duda este habría sido mi momento de gloria. La aceleración que experimentó mi cuerpo en las proximidades de la cama me hubiera conducido a elaborar teoría y práctica. Resistí. Dos fueron las razones: Lo dicho, más o menos, por Einstein, de que la atracción es una ilusión, y mi prescripción para las bajuras de ánimo ajenas: la acción. La huida presurosa de entornos de semipenumbras y de misas de réquiem por muy de Mozart que sean.

El gimnasio abrió sus puertas automáticas con la premura de mi paso acelerado, intuyendo mis necesidades. Las bicicletas automáticas, sin embargo, no estaban por la colaboración: todas ocupadas. Me adentré sin dudarlo en la sala de speeding, a esas horas solitaria…hasta que empecé a pedalear. ¡Ostias, me dije, que no se acerque! Pero se acercó y habló en torrentera, traspasando los auriculares que me había embutido al verle llegar. Era el pesado y tocón que ya me había tocado en suerte días atrás. Y se puso a pedalear a mi vera. Con ímpetu, como cogiendo carrerilla hasta que, en un momento de enajenación, me gritó: ‘¡Arriba compañero!’ al tiempo que se izaba sobre los pedales y me sacudía una palmada en el costado.




Le miré. Me miró: Si en ese instante me hubiera dicho un ¿por qué si me miráis, miráis airado? Le meto…
En la cinta sin fin diluí en sudor la adrenalina y limpié los bajos oscuros.

Dando fin a un cocido a la madrileña recordé que, a mi descenso de la bicicleta, vi caer del bolsillo del colega una cajita. La habrá visto, me digo, al finalizar el pedaleo. Cafinitrina me pareció que ponía. O algo así…

PD.- La pérdida de la ‘cajita’ es una invención, pero seguro que las múltiples interpretaciones sobre la ocurrencia hará las delicias de los psicoanalíticos.


(A mi padre. Siempre presente en mi recuerdo. En el día en que hubiera sumado otro año…)

martes, 27 de octubre de 2015

Automatismos

Automatismos

Santos Rejas Rodríguez


En lo cotidiano hemos generado múltiples automatismos, lo que nos permite dedicar la atención a otros procesos que, o son nuevos o precisan de habilidades cognoscitivas especiales. Andar es un automatismo. No necesitamos pensar en pié izquierdo, pié derecho para caminar, pese a la desconfianza que en este proceso tiene el ámbito militar y por eso quien dirige la tropa va ordenando lo de ‘izquierdo, derecho’…

Exprimir naranjas es otro automatismo. Al regresar del gimnasio, de manera mecánica, voy presionándolas sobre el exprimidor mientras pienso en otras tareas. Hasta hoy. Esta mañana, al exprimir la mitad de la primera naranja, casualmente, me fijé en las seis o siete semillas surgidas de ella. Las retiré. Al levantar la cáscara de la otra mitad, en la rejilla del exprimidor no había semilla alguna. Presté atención a la siguiente: primera mitad, ninguna semilla; segunda mitad, ocho semillas de diferentes tamaños…



Mi componente empírico, aunque no llega a tomasiano, me impulsó a exprimir una tercera naranja: idéntico resultado que en los casos anteriores. Una mitad era portadora de semillas y la otra, no.
Mientras bebía el zumo comencé el auto interrogatorio: ¿He ahí el secreto de la media naranja complementaria? ¿Una aporta la semilla y la otra más zumo? ¿Qué ocurre si hay naranjas cuyas dos mitades carecen de semillas? ¿Y  en las que ambas las tienen? Y el aroma ¿Es patrimonio de una de ellas? ¿Y su dulzor o acidez?

-¡¡¿La última?!! La interrogación afirmación, unida al toque recibido en mi espalda de la recién llegada a la cola del pan, me devolvió a la realidad. Ignoro cómo, por los automatismos sin duda, me había duchado, vestido y caminado hasta la panadería… –Sí…¡señora!, soy ‘el último de la fila’, respondí mientras la miraba preguntándome ¿Hay medias naranjas secas? ¿Y  complementarias a la sequedad ?


Pedí ‘una gallega’ y, pellizcándole un pico, me alejé.

lunes, 19 de octubre de 2015

Encuentros...

Encuentros

Santos Rejas Rodríguez


Los encuentros fortuitos, los que acercan momentáneamente a seres humanos que, con toda probabilidad, saben que no se volverán a ver, propician la comunicación íntima, el desvelamiento no diría que de secretos, pero sí de sentires profundos y, quizás, no compartidos hasta ese instante.

Transitaba una zona en busca de un repuesto. Nunca había estado por ella y posiblemente no tenga que volver. En un alto de mi camino, en una terraza de sol de otoño, sucedió. El nexo fue un perro. Su perro. Se acercó a olisquear mi zapato y, en contra de mi costumbre, acaricié su cabeza…




Resultó ser el acompañante de su soledad, de su vivir diario desde que decidió romper con ingratitudes, mentiras, infidelidades y desamores. Y lo fue desgranando con voz tenue pero firme. Convincente… si no fuera porque sus ojos lucían el brillo perdido por una devastación irrecuperable.

De nuevo acaricié la cabeza al perro, su perro. En despedida. No volví la vista atrás.

Soledades yuxtapuestas no hacen camino…

lunes, 12 de octubre de 2015

Otoño...

Otoño…

Santos Rejas Rodríguez


                Muy de mañana han llovido hojas. En vendaval. A ras de suelo, casi todas ellas, buscaban rincones donde arracimarse, pretendiendo el calor de las unas en las otras o, quizás, el reencuentro de la proximidad perdida por la violenta dispersión sufrida por el aire. Algunas, en su vagar incierto, habrán sentido en su savia –ya escasa- el desconcierto por la brusca desubicación, por la pérdida del sustento hasta ese instante seguro. Otras, escasas, y en revoloteo continúo,  disfrutan de los espacios inalcanzables hasta ese momento, tantas veces soñados desde la privilegiada atalaya que han estado gozando.



Ignoran, unas y otras –felizmente- que es un viaje sin retorno, que sólo una vez en la existencia se es parte del árbol; que tras las primaveras llegan los otoños, los vientos desoladores…y los barrenderos.


Mientras me alejo del parque me va inundando  el intenso olor a otra mañana de otoño. Tan igual. Tan diferente…

lunes, 5 de octubre de 2015

Amor, amores...y tal

Amor, amores…y tal

Santos Rejas Rodríguez

Al filo de la medianoche una persona, amiga, me pregunta si es posible volver a enamorarse…Pregunta  honda para cualquier humano que, habiendo estado enamorado en un único momento de la vida, tenga que responder.

Un ‘no’, a bote pronto, rotundo y sin matiz alguno me pareció respuesta inadecuada. En lo del amor hay matices…o sea, amores y posturas ante él y ellos, dije.

Y hablé de un: ‘te has quedado aquí/tan dentro de mí/que no tengo amor/para nadie más/En mi corazón/sólo cabes tú…’
 Tan único y diferente a: ‘Y mañana verás/que es mejor olvidar/que llorar por amor…/La vida es ancha/y estos golpes del amor/se olvidan/después de cada noche/nace un sol…’

Y así, intercalando para rematar el ‘ya lo ve,/yo no estoy loca/estuve loca ayer/pero fue de amor…,’ fui saliendo, 'peraleanamente', del paso…




Pero al despuntar el amanecer tras la sierra de la Mosca, emergiendo un perfil de corazón, sagrado o no, pero sangrante sí; a solas, sin necesidad de adornos escapistas, la vocecilla de la mismidad decía ¡Qué bonitas letras! ¡Qué estribillos tan pegadizos! Pero ¿y la música? ¿Por qué no has hablado de la música? ¿De cuándo la pérdida del amor conduce a la ausencia del YO? ¿De esa pérdida, ¡ay!, tan eterna ella; tan irrepetible?  ¿Dónde la has dejado? 


Y los posos del té, fríos ya, desprovistos de pasión, me hacían guiños indescifrables…y tal.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Vientos...

Vientos…

Santos Rejas Rodríguez

Cuando viajo en Metro, y el trayecto es largo, suelo ocupar el tiempo en leer o pensar. En esta ocasión ni lo uno ni lo otro. Mentalmente respondía a preguntas de una estúpida canción que, de forma insidiosa, me había invadido en un momento de descuido. “¿Y quién es él?” –A ti que te importa…”¿En qué lugar se enamoró de ti?” –Te estás desviando de lo esencial…”¿A qué dedica el tiempo libre?” –Te puedes imaginar a qué y con quién…

Y así hubiera continuado de no haberme interrumpido una voz surgida del fondo del vagón:-‘Perdón si les molesto…’ –Pues claro que molestas, dije, pero al ser mi respuesta mental, continuó: -‘Soy un chico que vive en la calle y no tengo casa…’ –Las políticas sociales, respondí también a mi coleto. –‘Duermo en cartones y plásticos…pero con el temporal se me han volado esta noche…’ y ahí me inundó un silencio interior. Muy espeso.


Los mecanismos de defensa están para algo. Mi ánima, de inmediato, sustituyó la ‘voladura’ por lo de ‘cuentan de un sabio…’ el que se decía pobre y mísero. Y comencé a disgregar: ¿pobre un sabio? – Sí, es posible, pero ¿mísero? Mísero lo es un desnortado. Uno que gime ¡ay, mísero de mí! en un cubil al que ha llegado sin saber porqué ni cómo. Que incluso puede añadir ¡ay, infelice!  Y preguntar a lo alto ¿qué delito cometí? Pero ¿un sabio mísero?...para mí que no…


En esto llegué a mi destino y me bajé a escape dejando en el vagón la tabarra de…”es un ladrón…que me ha robado todo” entre un revoltijo de cartones y plásticos...

Musitando al cierre de puertas: - ¡¡gil…que eres un gil!!…

lunes, 7 de septiembre de 2015

Inventario de verano

Inventario de verano

Santos Rejas Rodríguez


La proximidad de un nuevo año, cada año, se llena de propósitos: dieta saludable, ejercicio diario, aprender a tocar la guitarra e, incluso, practicar inglés para las escapadas a Londres aunque allí ningún nativo haga el menor esfuerzo para entendernos. Ni siquiera contigo lo hicieron…
Todos los propósitos son producto del invierno oscuro. Por ello las intenciones se pierden en la bruma, se disuelven con la lluvia o se congelan de frío.
El verano es diferente. El sol y el calor nos inunda  y hacen que la estación sea la de los despropósitos bajo el paraguas de ‘estoy de vacaciones y ya tendré tiempo en invierno de dietas en el comer, beber y…en lo que sea, además de aprender guitarra y practicar inglés’. Lo que toca ahora, pues, es darle gusto al cuerpo y, si queda hueco, al espíritu.
Y este verano vacacional, que hoy termina para mi, ha estado pleno de viajes: mar, montaña, patear lo urbano,  copas,  encuentros y reencuentros…y más copas. Alguno de estos últimos –los reencuentros- con personas que fueron muy queridas en primer plano y quedaron atrás a causa del río de la  vida que fluye en torrentera cuando le place y forma estanques a su capricho…  



Así ha ido cincelándose este verano especial. De vino y rosas a la luz del día, incierto en el atardecer y de creciente desolación con la llegada del crepúsculo, cuando la oscuridad de la noche comienza a traer tu ausencia y el frío de la nada. Tan insoportable…

viernes, 21 de agosto de 2015

Soledad

Soledad…

Santos Rejas Rodríguez

Del tendedero pende una braga solitaria. Lleva cuatro días de soledad. Quizás la usuaria se olvidó de ella; o está ausente; o la ha dejado colgada como castigo por una acción a destiempo: seguir protegiendo cuando no procedía o ausentarse en momento inoportuno…



Llamó mi atención cuando abrí la ventana de la habitación de hotel el día de mi llegada. Quizás por ser la única prenda del tendedero…o por su color, verde acanalado, que actuó como fase de semáforo permisivo al paso de miradas. Aun así la atención prestada fue fugaz, de ojeo rápido. Los pormenores fueron añadiéndose en los días posteriores por la persistencia de la braga pendiendo de la cuerda. Me resisto a denominarla ‘braguita’, término  que denota alejamiento vergonzante para eludir su verdadero nombre y que recibe aun cuando se trate de talla XXL…o más. Esta braga, sin el eufemismo innecesario, verde acanalada, es de una talla mediana – inferior. Para culo estilizado y ausente de adiposidades o estrías indeseadas, y, posiblemente, respingón. De los que a lo largo de caminarlo por la vida provocará dolores en los bajos  vertebrales de la usuaria. No se perciben hilachas, desgastes ni decoloraciones en las zonas más críticas. Es decir, y en resumen, tiene poco uso, y está limpia. Podría ser utilizada en el instante que su dueña la descolgara…

Han pasado seis días desde que dejé el hotel y continué viaje. En esta tarde incierta, pre tormentosa, la forma de una nube volandera me la ha traído a la memoria. Y mientras miro cómo va evolucionando hacia la montaña a la que finalmente llegará, me pregunto: ¿Seguirá colgada aún?  ¿Habrá encontrado monte en la que posarse y retornado al uso protector para el que fue creada? Y de ser lo último ¿sin rencores… o provocará escozores vengativos?


Destella el primer relámpago. Trueno tardío, muy lejano… quizás de allende donde cuelga una braga. Tan sola.

domingo, 16 de agosto de 2015

Contratiempo...

Contratiempo…

Santos Rejas Rodríguez

Al mismo tiempo que atravieso el Pisuerga a su paso por Valladolid aprovecho para calcular si, rebañando de aquí y de allá,  puedo reunir lo suficiente para crear un fondo buitre y cambiar alguna de mis actividades diarias de cara al próximo curso invernal. En especial para dejar de lado lo de acudir a las obras para ver cómo las ejecutan. Me es cada día más fatigoso ver  trabajar a lo físico.



Y en esas andaba cuando, tras haber atravesado el Parque de ‘el Catarro’ y adentrarme en zona urbana, casi me doy de bruces con una pareja, de ella y él, que salían de una tienda de telefonía. Fue él, en concreto, quien sustituyó mi hoja de cálculo mental por una frase que dirigió a la chica: ‘Te lo has gastado en un contratiempo que no te esperabas y encima en un móvil que es necesario’.

Frase que sin duda hará las delicias de los lingüistas por aquello del castellano en cuna vallisoletana. A mí me despertó unas neuronas psicoanalíticas que ya había dado por perdidas. Porque el joven la soltó de tirón, desde lo muy interior y con el tono de quien está tumbado en diván terapéutico y musita lo primero que ha pasado por su mente haciendo caso a las instrucciones recibidas por el profesional de la conducta…

El apoyo incondicional a la joven del contratiempo inesperado, la críptica frase y la intensidad con que la miraba, toda para ella, que casi me cuesta el desplazamiento de la acera, me hizo concluir que estaba presenciando un cortejo amoroso en su fase inicial, la del aturdido atontamiento del ser y no estar, o estar pero no ser...


También puede, y no lo descarto, que todo lo interpretado fuera producto del Pisuerga y del airecillo fino de un Valladolid agosteño. Así que con las mismas me senté en una plaza recoleta a gozar del momento, retomar la hoja de cálculo…y una cerveza fresquita.

sábado, 8 de agosto de 2015

Reflexiones al calor

Reflexiones al calor

Santos Rejas Rodríguez

El frigorífico ronronea como gato al que se acaricia el lomo. Feliz. Ignora que cuando se retira el cable que le une a la toma eléctrica, le corten el fluido al cordón umbilical que lo alimenta y da energía, irá perdiendo la cualidad para la que ha sido fabricado y se irán descongelando y calentando todos los alimentos que le fueron confiados para su conservación hasta llegar al deterioro que los hará inconsumibles.



Y en esta  meditación me encontraba para distraer el calor cuando la reflexión me condujo, ineluctablemente, al ser humano, individual… pero complejo. Porque lo uno lleva a lo otro. Y al  humano, cuando se le desconecta el cordón que lo tiene unido a la fuente de energía universal,   lo que porta en su interior se deteriora en tiempo variable según el estado de uso y la fecha de fabricación. 

El aprovechamiento de su contenido es escaso y el reciclaje del total, o su reconversión en un más allá del acá, se sigue ignorando tras más de dos mil años de indagaciones en las que ni se han podido obtener unas mínimas coordenadas para alimentar un GPS de lo eterno.


Distraído en estas lucubraciones, inútiles donde las haya, me quedé dormido de puro recalentamiento del motor interno y sus aledaños. Al despertar he ido a la cocina. Miro al frigorífico tomando mi café mañanero.  Lo dejo enchufado. En modo vacaciones, claro, veremos al regreso…

viernes, 31 de julio de 2015

La botella

La botella…

Santos Rejas Rodríguez

Al arrojar la botella en el contenedor para vidrios, y sin duda porque se hallaba casi vacío, se rompió y produjo un estruendo que llamó la atención de la señora que me precedía. Se giró y a la media vuelta me arrojó un ¡¡¡huyyy, señooor!!! como una bala del 45, magnum, que menos mal que ni siquiera me rozó y pude, ya frente a frente, darle réplica con un educado: -señora, hace un momento le ha dicho al señor que la acompaña que como le ha estado esperando tanto tiempo a la salida del ‘furbo’ la han estado comiendo viva los mosquitos porque este año no han ‘furmigado’…y yo no la he disparado un ¡¡¡huyyy, señooora!!!

Si las miradas fulminaran, en ese instante habría llegado el fin de mi recorrer este mundo. Sentí como si un florete atravesara mis carnes de pecho a cadera…



Ignoro, pero sospecho, que así miraban las Harpías de la antigua Grecia rezumando crueldad y violencia. Y sospecho, también, que puede que sea una de ellas redivivas, o una Euménide o pariente próxima, que los griegos han dado en prenda a la unión europea como garantía de que van a restituir al arca conjunta hasta el último euro recibido hasta la fecha.


Mi ignorancia no finaliza en ese punto sino en la duda de si en verdad se reciclan los vidrios que arrojamos en los contenedores ad hoc y si todo el proceso es competencia del Ayuntamiento de la capital. Si lo es, sólo decir que, ¡ay, señora alcaldesa, hasta aquí he llegado! La próxima botella en bolsa y a la basura…no más lanzamientos de riesgo. Al menos hasta que estas hijas de Zeus, o de quienes sean, retornen a su cubil.

sábado, 25 de julio de 2015

La Risa...

La risa…

Santos Rejas Rodríguez


El vehículo que me precedía aceleró dejándome en la primera posición de salida para cuando el semáforo retornara a su verde permisivo. Fregona en mano se aproximó veloz. Al tiempo en que me apresuraba en bajar la ventanilla le hice señas negativas. Inútil. Estampó la bayeta empapada sobre el parabrisas: ¡He dicho que no! Vociferé sacando medio torso. –No se ‘inrrite’ usted hombre, que con la edad que tiene puede darle argo malo, me respondió con naturalidad y sin detener su tarea. Tras un instante de desconcierto en el que me dije: ¡qué gracioso... el hijo puta! en connotación cariñosa andaluza, en una de cuyas ciudades se desarrolló el suceso, surgió la risa. Y la risa inhibió el cabreo, disfruté de la limpieza, le di una generosa propina…y las gracias.

La risa. Reductora de ansiedades. Generadoras de paz interna. Productora de endorfinas y benéfica para el sistema inmunológico del cuerpo y espíritu. Pero tan veleidosa y esquiva…




Porque la risa no es como el sol, con su hora de amanecer y atardecer, con bruma o nubes espesas que pueden ocultarlo, pero sabes que está. La risa no tiene hora. Si hay claroscuros no se deja intuir ni siquiera en su forma más tenue de sonrisa. Aparece en los tiempos de vino y rosas, pero cuando el vino se convierte en alcohol de quemar o los pétalos dejan al aire las espinas, su paradero es desconocido. 

Y en los atardeceres llenos de ausencias irrecuperables se enroca en lugares del inconsciente que ningún Freud puede alcanzar.

Quizás por esa huida, aprovechando su vacío, desde el confín del atardecer de mar, se cuela una vocecilla, tenue  en principio pero  creciendo conforme se aproxima hasta que, sin perder su cualidad de brisa suave, musita: ¡hoy daría yo la vida por tenerte aquí!


(Atardecer de verano en una cala perdida del mar de Peñíscola)

miércoles, 15 de julio de 2015

Y SONRÍE...

Y sonríe…


Santos Rejas Rodríguez


Los culturistas, y no me refiero, a expertos o aficionados a la cultura en sus múltiples aspectos literarios, pictóricos, musicales y demás, no; sino a quienes practican el fisioculturismo hasta la hipertrofia muscular, no precisan ventanales para observar el mundo exterior mientras practican su afición. Espejos que reflejen su espléndida musculatura en 3D les son suficientes… y necesarios.

Esa puede ser la razón por la que en los gimnasios las máquinas de ‘cardio’ suelan alinearse de cara a ventanales que mitiguen la soledad del corredor, pedaleador o incansable subidor de escaleras sin fin.

Aupado en una bicicleta he podido observar a menudo cómo, al otro lado del cristal, una mujer se encamina hacia la salida del gimnasio. La pierna derecha parece haberse independizado  del automatismo del andar y precisa la orden específica, cerebral, a cada paso. Porta un bastón en la mano izquierda, con seguridad para utilizarlo en caso de desobediencia extrema de la pierna rebelde. Es joven. Quizás ni en la cuarentena. Siempre, cuando se aproxima a la puerta de salida, se detiene. Espera la llegada de otra persona saliente. Habla. Y sale acompañada.

Hoy hemos coincidido a la salida y he sido el abordado: -Por favor ¿puedes acompañarme para salir? ¡Es que me da miedo que la puerta se cierre mientras paso!, añade, mientras presto atención, por primera vez,  a la puerta de apertura automática por sensor…

La acompaño hasta la calle y un trecho de camino coincidente. Su ritmo pausado propicia la conversación e impulsa mi curiosidad, escasa por lo general:  -‘Un accidente…hace dieciocho años…los dos primeros en coma…otros inmóvil total…hasta las intervenciones quirúrgicas…y la rehabilitación…y aquí estoy: ¡caracol en tierra y pez en el agua’!, me cuenta. Sin dramatismo. Y sonríe…



Durante el trayecto nos cruzamos con unos niños que juegan. Los mira y sonríe…Y a unas palomas que se disputan comida.Y sonríe... Mira hacia las copas de los árboles que van perdiendo el manto veraniego. Y sonríe…

En la despedida, al tenderme su mano para estrechar la mía, sus labios y sus ojos sonríen.


Tras caminar unos pasos que divergen de su camino me vuelvo para ver cómo se aleja con su bastón en la mano. La pequeña mochila a la espalda. La pierna indómita, doblegándose a duras penas. Y sonrío. Muy adentro…

miércoles, 8 de julio de 2015

GOZOS PROFUNDOS

Gozos… profundos


Santos Rejas Rodríguez



-¿Eres escritor? No giré la cabeza para mirar si la pregunta iba dirigida a alguien sentado tras de mí porque sabía que mi mesa era la última, la del rincón, con la cristalera guardándome la espalda. Además, hasta el instante anterior a la pregunta, estaba escribiendo. Así que miré con sorpresa, mal disimulada, a la persona que la había formulado.

 Mi mente intentó recopilar las veces que una mujer me abordaba fuera de acontecimientos sociales que, por lo general, consisten en preguntar: ¿eres el padre de…? Concluyendo que fueron muy escasas las ocasiones y esta la primera desde que trasmuté a la invisibilidad.

Como los cálculos alargaron el tiempo de reacción, la mujer añadió: -Perdona si he sido indiscreta… ¡Sí!, contesté…quiero decir, que sí escribo, e iniciamos un diálogo convencional que llegó al acuerdo de tomar una ronda compartida. En la barra, solicitando  las bebidas, pensé que conocer personas es refrescante y enriquecedor y que explorar, y ser explorado, conduce a descubrimientos novedosos revitalizantes. Además, si la mujer viste una blusa blanca, amplia, con encajes y transparencias que recuerdan la época hippy y unos pantalones  ajustados a sus piernas cruzadas, negros como una noche de luna nueva, y un rostro simpático enmarcado en un pelo pelirrojo cortado a lo garçon…




Intentando averiguar el color de sus ojos a través del espejo en que se reflejaba su imagen, sucedió. El dedo meñique de la mano derecha de la mujer se introdujo, como un berbiquí alocado, en su oído; y horadó y horadó como si estuviera ajustando un clavo sin fin en lo más profundo de su cerebro. Después, con parsimonia, el dedo pulgar de su mano izquierda investigó con dedicación el bajo teja del dedo que había oficiado de broca cromada y se frotó ambas manos como si estuvieran impregnadas de jabón o crema suavizante…

Los acontecimientos y charla que sucedieron hasta la despedida los tengo imprecisos. A intervalos, en flash, la visión del dedo prospector ocupaba mi mente. Martes y jueves, me dijo que acudía a esa cafetería, la que está en mi hoja de ruta cuando acudo a la revisión dental. Una vez al año.
Espero no olvidarlo porque cuando alguien tiene no solo afición sino que la ejercita con oficio de profesional, hay que respetarla. Y no inmiscuirse. ¡Martes y jueves! Martes y jueves…!

jueves, 25 de junio de 2015

Cuando no hay palabras

Cuando no hay palabras

Santos Rejas Rodríguez

O las palabras no se dejan encontrar, y las que se encuentran se materializan en sonidos que sabes inútiles, aunque intentas disimularlo tras la mascarilla con que disfrazas la boca y hace invisible el tembloroso tic de los labios.

Acudes con la predisposición de servir: ‘Con la vera a que me obliga el ser quien soy, ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla…’ por expresarlo en palabras de Cervantes puestas en boca de don Quijote…



 La mascarilla oculta la boca que, en torrentera, va desgranando palabras con la intención desesperada de taponar silencios o impedir interrogantes. Pero todo antifaz deja al descubierto los ojos. Y por ellos penetra la mirada, en sonda, del receptor de la inútil oratoria. Mirada en la que, sin necesidad de articular sonido alguno, pueden leerse también palabras de Cervantes: ‘sé que mi desventura tiene cerradas las puertas a todo género de consuelo…’ y al mismo tiempo que cincela la frase, mi mano recibe el abrazo de la suya y una ola cálida atraviesa el guante de látex abriéndose camino hasta lo hondo.

En la soledad del blanco pasillo de salida, los dedos –torpes- se demoran con paciencia infinita en destrenzar los nudos de la mascarilla que sigue cubriendo la boca, quizás para impedir que surja algún sollozo que tome el relevo de las palabras…


(Para C., que ya habrá impregnado de bondad el lugar  donde se encuentre)

domingo, 21 de junio de 2015

AMOR...y desasosiego

Amor…y desasosiego

Santos Rejas Rodríguez

Amor hallado, amor perdido ¿Cuál de ellos causa mayor desasosiego? Me refiero al amor que Ortega, don José, calificó de ‘estado de miseria mental’, el que pone orejeras a la vida, al entendimiento, para no dejar ver ni sentir nada más allá de Ella, de Él, porque es su principio y su fin.

El amor hallado es el que habita en el aquí y ahora, el que genera ansiedad incontrolable cuando el ser amado se aleja más allá de la zona de seguridad, o sea, del alcance de la mano. El que invade el alma de miedos ante la sola idea de abandono o pérdida, el que provoca ensueños de sonrisas indescriptibles y chispear de ojos que iluminan el caminar…

El amor perdido,  el que nunca morirá, es el que late para siempre en lo eterno; en el más allá inalcanzable para la mano y el suspiro o la lágrima; el que acongoja el alma, o como se llame eso que tanto duele en lo hondo y que ningún especialista ha encontrado su ubicación ni analgésico que lo calme. Es el amor del no retorno y que tantos deseos genera de seguir su camino; el que mantiene despierto hasta los amaneceres teñidos de añoranza y culpa…




De ellos, ¿cuál puede decir: ¡yo más! respondiendo a la pregunta inicial?

La vocecilla sabionda detiene mi análisis con un ¡qué felices quienes no gozan o padecen ni uno ni otro! Y con cierta maldad, quizás como castigo a su interrupción, contesto: Esos, si en sus interiores pastorea el anhelo de amor, puede que estén aún peor…


Y sin dar tiempo a réplica y murmurando para mí un: ‘vaya empiece de verano’, me adentro presuroso en unos grandes almacenes -el Corte Inglés, claro- para atemperar ansiedades…

miércoles, 17 de junio de 2015

A la americana...casi

A la americana…casi

Santos Rejas Rodríguez

Regresando desde ninguna parte a mi casa entretenía el tiempo de trayecto tomando unas notas en mi cuaderno. Al aproximarse el tren a una estación se quedó libre el asiento contiguo y, dado que el vagón iba prácticamente vacío, fui a depositar sobre él la mochila para escribir con mayor comodidad. En la acción, del bolígrafo que portaba en la mano, salió disparada la barra y el muelle, chocando ruidosamente contra el respaldo. La mujer que hacía unos instantes lo ocupaba y esperaba ante la puerta la llegada del metro a su estación, me miró: -Menos mal que ya te habías levantado, dije. –No hubiera pasado nada, como mucho una pequeña mancha de tinta, contestó con sonrisa de caramelo. –Pero se podía interpretar como agresión… en los tiempos que corren… repliqué. –Para nada, dijo ella, nunca se me hubiera ocurrido.

 Y las miradas de ambos quedaron enganchadas…



Y aquí el ‘casi’ del título: En América, o sea en USA, o al menos en NY, el hombre se hubiera bajado también en esa estación, o a la mujer se le hubieran cerrado las puertas sin darle tiempo a salir…U otra de las reacciones que hemos visto cuando suceden los fortuitos encuentros que allí se dan en grandes almacenes, librerías e incluso en un paso de peatones

Yo me quedé pasmado en mi asiento, recomponiendo las piezas del bolígrafo, mientras la mujer de sonrisa dulce  y mirada intensa, y también viceversa, se alejaba por el andén.

Llegado a mi estación, y mientras encaminaba mis pasos a la panadería, una vocecilla interior me decía: más vale que el encuentro vaya a nutrir el mundo del pudo ser, de ese donde quizás esté vagando el amor perdido, a que cristalizara en un desamor del mundo real…vocecilla de escasa convicción, claro.


jueves, 11 de junio de 2015

DE LA FIDELIDAD Y TAL...

DE LA FIDELIDAD Y TAL…

Santos Rejas Rodríguez

Pedaleaba yo al ritmo de los dos amantes dándose quejas, preguntándome si la queja provenía de ella, de él o era recíproca. Si el uno le reprochaba a la otra que le había olvidado sin haberse muerto y ella, a su vez, se lo recriminaba a él, o sea que ambos habían perdido la memoria de lo prometido ¿a qué el conflicto?
No quiero pensar, me añadí, que lo que verdaderamente se ventilaba era la muerte del otro, del que hubiera olvidado primero el querer sin haberse ido de este mundo de amores verdaderos.

No llegaba a ninguna conclusión satisfactoria pero, cuando me acercaba a la meta virtual que diariamente me propongo, el mecanismo mágico de la asociación de sucesos saltó la barrera protectora de las meninges y reprodujo la conversación escuchada la noche anterior, en la terraza donde me tomaba un zumo de naranja, mejorado con una generosa dosis de vodka, a tres jóvenes veinteañeros.




La chica informaba al grupo que una pareja amiga acababa de romper tras una relación de tres años. El chico más bajo, con cara de asombro, preguntó: ¿y eso? ‘Porque Isa conoció hace tiempo a un chico y se estaba viendo con él’. O sea, volvió a intervenir el bajo entre indignación y asombro: ¡¿Que le estaba poniendo los cuernos?!
¡¡Imposible!! Intervino el otro chico, el más fornido: ‘No puede ser’. Isa no puede llevar tiempo con otro. Cuando llevas tres años con una persona la conoces tanto y tan bien que Fino se hubiera dado cuenta al instante, el mismo día de ocurrir. Esas cosas no pueden disimularse…’

Se produjo un silencio espeso, de costoso masticar y difícil deglutir, hasta que la chica, mirando a ambos y esbozando una sonrisa indescifrable, musitó un ‘ya, ya’ nervioso, apurando su copa.

En contra de mi costumbre pedí otro vodka, Stoli en ausencia de Purity. Esta vez sin naranja, muy frío, casi helado…


lunes, 8 de junio de 2015

Dilema: Gorra o casco...

Gorra o casco…el dilema

Santos Rejas Rodríguez

A la hora de salir esta mañana muchas dudas: ¿gorrilla de visera o casco? Me dije que podía llevar ambos: la gorrilla puesta y el casco en la bolsa que siempre llevo en previsión de compra. Esto me obligaba, claro, a portar en la mano la bolsa en lugar de llevarla prendida a la cintura. Así que al final la gorrilla de visera a la cabeza y el casco en el perchero.


No podía evitar, ya en el autobús, ir diciéndome ¿y si me topo con una de esas obras en las que no dejan ni mirar si no llevas el casco puesto? De la duda metódica me sacó la conversación que mantenían los viajeros frente a mi asiento. Él luciendo un impecable desdentado de los años noventa. Ella la delgadez de la pasarela Embajadores.

 ‘Que sí tía, que se enrolla’ ‘Al Isidoro, el abuelo, le dio un permiso cuando cumplía una ruina en Carabanchel…’ ‘Y no volvió… que ya me lo has contado…’ contestó ella. ‘Porque estaba con el caballo, se cogió un ciego y no pudo…’ Pero cuando yo me curraba el tercer grado en los juzgados al pasar saludaba…y al Monchi y al Enrique les regaló unos pantalones vaqueros… ‘ ‘Que sí, tronco, que ya me lo has contado también muchas veces, pero ya verás como la Carmena esa no nos pone autobuses para la cunda, como tú dices, que la gente cuando pilla cambia, y si pilla mucho cambia mucho…y cuando el desdentado iba a responder, ella, mirándole de frente, dijo: ¿o no cambiamos nosotros cuando pillamos?

Y mientras se descojonaban de risa me calé firmemente la gorrilla de visera, me bajé del autobús y fuime en busca de la obra del día…opus dei, que la llaman algunos.


(A Gabriel, mi amigo, a tiro de piedra del disfrute de gorra y casco)

domingo, 31 de mayo de 2015

Porras...

Café con porras…

Santos Rejas Rodríguez

En una de las tres sillas vacías que rodean la mesa del café posé la bolsa de El Corte Inglés que contenía el pantalón verde desvaído –entre herbazal y follaje- que me acababa de comprar. ¿Porqué lo de las perforaciones? Me preguntaba. No del pantalón, claro, sino las de la bolsa; las que  desde hace un tiempo impiden reutilizarlas para contener  basura doméstica. Esos agujeros las han hecho inútiles para arrojar en ellas, por ejemplo, cáscaras de naranja. Por bien exprimidas que estén siempre soltarán un zumillo que se colaría  hasta el hondón del cubo…y no digo nada de la lata de mejillones, que hagas lo que hagas, pringa.

A punto estaba, creo, de hallar una hipótesis pertinente para resolver la incógnita cuando una voz, rotunda, procedente de una mesa próxima, me desmadejó: -¡Porras, no! ¿¡Quieres que me ponga como la Chelo!? ¿Cómo un botijo? Para ordenar sin pausa: ¡Mollete de jamón con tomate y aceite virgen! ¡Déjate de fritangas…!



Con cierta precaución, algo intimidado, miré disimuladamente  hacia el lugar de procedencia de la voz sargentona, quedando intimidado del todo. Me es difícil describir con detalle a la propietaria de la voz ya que mi mirada de soslayo retornó automáticamente a la bolsa de El Corte Inglés donde se quedó fija, sin pestañeos apreciables. Puedo decir, eso sí, que se trataba de una mujer  guapa, rubia natural y de ojos de azul intensamente oscuros, a juego de contraste con mi pantalón verde desvaído. Espléndida mujer, en definitiva. Y exuberante, muy exuberante. Tanto que ocupaba todo el lateral, y más, de la mesa que ocupaba, y sobre la que el camarero depositó, instantes después, su mollete, doble, de jamón con tomate y aceite…virgen.

A la par que mi mente se encaminaba al punto del infinito donde convergen dos de mis líneas paraleles, me preguntaba ¿Y cómo será la Chelo?


lunes, 25 de mayo de 2015

Alfombras, alfombrillas y felpudos

Alfombras, alfombrillas y felpudos

Santos Rejas Rodríguez


                Cuando aquello de la alternancia en el poder, o sea que lo del gobernar iba de mano en mano de los conocidos habituales tras el disfrute durante un tiempo prudencial, se solía escuchar en los relevos aquello de ‘vamos a levantar alfombras’ o ‘miraremos hasta debajo de las alfombras’.

                Nunca, que yo sepa, se han levantado. Quizás, me digo, es que miraban y debajo de ellas todo estaba limpio y bien limpio. ¡Ejem!. También podría ocurrir que hubiera algunas pelusillas…pero claro, diría el ojeador, -si las aireo corro el riesgo de que al marchar, cuando me toque, y regrese el conocido de siempre, ventee las que se me han metido debajo en algún descuido…          En resumen, concluiría: -dejemos las alfombras en su sitio no sea que ocurra como a los que tiran de la manta, que suelen acabar en Soto del Real.

         Y la noria seguía girando feliz.




                Y escrito esto, me pregunto: los que están próximos a acceder a la cosa del gobierno, nuevos ellos en lo del poder, y sin alternancia previsible ¿levantarán alfombras? o al menos ¿alfombrillas o felpudos? No es que piense que bajo ellas van a encontrar suciedad, no. Es simple curiosidad por saber si los suelos son de terrazo, parquet u hormigón armado…y para que se aireen. Temporalmente, al menos.


                Y aquí estoy, templando la impaciencia que me embarga arrancando los pétalos a una margarita africana. Virtual, claro.

jueves, 21 de mayo de 2015

Entre paréntesis

ENTRE PARÉNTESIS

Santos Rejas Rodríguez



Poco antes de salir de casa vi que la hora se me había echado encima. Y esa fue la causa de mí caminar apresurado en busca de alguna obra en ejecución. Sin duda la aceleración en el andar, unida a la natural ansiedad que me embargaba por temor a no hallar ni siquiera una reparación de avería de agua, gas o similar con la que rellenar la mañana, me impidieron ser consciente de que caminaba, desde Dios sabe cuánto, con el cuerpo entre paréntesis, o sea con los brazos separados y en arqueo…

La reacción primaria fue la de mirar a un lado y otro, e incluso y con disimulo hacia atrás, por si alguien me estaba mirando. Secundariamente, y como soy algo introspectivo como ya he dejado escrito por ahí, pasé a lo del análisis interno de lo externo: ‘no tengo escoceduras en las axilas’, ‘la camisa no me roza’, ‘lo de los golondrinos ya no se lleva’… ¿entonces? Simultáneamente a la pregunta saltó la respuesta: ¡ostias, aprendizaje por imitación!





Como una película en HD me vinieron a la mente personajes de mi gimnasio, levanta pesas en concreto, que últimamente han llamado mi atención y caminan de ese modo: brazos como signos de apertura y cierre de paréntesis a ambos lados de un cuerpo en pausado caminar. El de las siglas FBI en la camiseta, me preocupa menos. Sé que ese organismo no tiene jurisdicción por aquí. El otro sí me inquieta. Luce en su espalda de stallone ‘policía de paisano’ y recorre una y otra vez el gimnasio escrutando a todos los presentes. Cuando le veo aproximarse resuena en mi cabeza la sintonía del OK Corral…y yo sin escopeta.


No soy curioso del entorno pero cada vez que se acerca, y no tiene a mano ninguna de las pesas de quintal que suele agitar, me entran ganas de cantarle por los dinámicos: ‘¿qué misterio hay en tus ojos/y en tu forma de mirar…? Pero de inmediato me digo: ¿y si se lo toma por lo equívoco? Y me vengo abajo en las ganas.