DE LA FIDELIDAD Y TAL…
Santos Rejas Rodríguez
Pedaleaba yo al
ritmo de los dos amantes dándose quejas, preguntándome si la queja provenía de
ella, de él o era recíproca. Si el uno le reprochaba a la otra que le había
olvidado sin haberse muerto y ella, a su vez, se lo recriminaba a él, o sea que
ambos habían perdido la memoria de lo prometido ¿a qué el conflicto?
No quiero pensar,
me añadí, que lo que verdaderamente se ventilaba era la muerte del otro, del
que hubiera olvidado primero el querer sin haberse ido de este mundo de amores
verdaderos.
No llegaba a
ninguna conclusión satisfactoria pero, cuando me acercaba a la meta virtual que
diariamente me propongo, el mecanismo mágico de la asociación de sucesos saltó
la barrera protectora de las meninges y reprodujo la conversación escuchada la
noche anterior, en la terraza donde me tomaba un zumo de naranja, mejorado con
una generosa dosis de vodka, a tres jóvenes veinteañeros.
La chica
informaba al grupo que una pareja amiga acababa de romper tras una relación de
tres años. El chico más bajo, con cara de asombro, preguntó: ¿y eso? ‘Porque
Isa conoció hace tiempo a un chico y se estaba viendo con él’. O sea, volvió a
intervenir el bajo entre indignación y asombro: ¡¿Que le estaba poniendo los
cuernos?!
¡¡Imposible!! Intervino
el otro chico, el más fornido: ‘No puede ser’. Isa no puede llevar tiempo con
otro. Cuando llevas tres años con una persona la conoces tanto y tan bien que
Fino se hubiera dado cuenta al instante, el mismo día de ocurrir. Esas cosas no
pueden disimularse…’
Se produjo un
silencio espeso, de costoso masticar y difícil deglutir, hasta que la chica,
mirando a ambos y esbozando una sonrisa indescifrable, musitó un ‘ya, ya’
nervioso, apurando su copa.
En contra de mi
costumbre pedí otro vodka, Stoli en ausencia de Purity. Esta vez sin naranja,
muy frío, casi helado…
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