jueves, 14 de julio de 2016

Turquesa

Turquesa


Santos Rejas Rodríguez


¿Dónde va el amor perdido? ¿Tiene guarida propia? ¿Se desvanece como el arco iris, tan multicolor como fugaz?

Andando el filo que fronteriza la mar de la arena, iban surgiendo interrogantes de inciertas respuestas. El inicio del camino emprendido está solitario. Permite concentrar ambos ojos en un infinito más o menos lejano. Al llegar a zona poblada es preciso compartir visión: La izquierda hacia las infatigables olas en su anhelo de reposo en la orilla cercana, tan imposible. La visión derecha trasmutada en radar detector de niños que, como huyendo del mañana, corren desesperados a arrojarse al mar desplazando de su camino a todo obstáculo que se le interponga. De no estar atento el caminante, que es el impedimento, corre el riesgo de ser embestido con gran peligro para sus ya frágiles caderas…e incluso pelvis.



 Y en ese andar, el ojo avizor la enfocó: Bajo una sombrilla turquesa miraba, perdida, a un horizonte inescrutable. Tan cuajado de interrogantes como los que poblaban el pensar del caminante: ¿Es lo que esperaba de la vida? ¿De mi vida? ¿Una sombrilla con un ser ausente que hunde su rostro en arena? ¿Dónde quedó la mano asida para el caminar? ¿Y los sueños compartidos? ¿Sólo late el sentir del vacío?

Un relámpago centelleó. Distante. 
Ya lejana la visión de la sombrilla turquesa, llegó el tronar. 
Débil. Muy apagado. 
Huérfano de respuestas…y de esperanzas.