lunes, 23 de febrero de 2015

Parejas...?

Parejas…?

Santos Rejas Rodríguez


Madre e hija conversan. En un principio, por el volumen de voz de la primera, altisonante, comencé a recoger mis bártulos de escribir para cambiar el escritorio a otra cafetería. Siempre, o casi, me han paralizado las lágrimas. Y las de mujer, más. Cuando retornaba el capuchón del pilot a su punta de escribir, visualicé las dos lágrimas ardientes que, suave y a lo callado, se desprendían de los ojos de la mujer de mayor edad, la madre. Al mismo tiempo se atemperó el volumen de su voz. No le iba bien la relación con su marido. Es más ‘cada vez están peor las cosas con tu padre’ informaba, sin sollozos, a la hija.



¿La razón? La explicó con detalle. ‘Salimos poco, y cuando salimos yo, a su lado, como tu bolso que está ahora sobre el taburete. Abre el periódico, habla con el camarero o está callado. Ausente de mi’. Y en casa, igual. Anoche llegó de ver el partido del Real Madrid. Ni un comentario. Ni si ganó o perdió. Sólo: ‘-la cena’. Y de ahí al sillón. Y del sillón a quedarse dormido. Desapego, incomunicación…desamor.
Los esfuerzos de la hija, sus palabras de cariño, las propuestas de alternativas de que saliera con amigas, viajara aunque fuera sola, no calaban su piel. Tampoco hubo más lágrimas. Sí más silencios. Levanté mis ojos del cuaderno. Busqué su mirada. Y encontré desolación. Abandono. Soledad.

Camino de casa arranqué un pellizco de la barra de pan. ¡Qué amargo está hoy!, pensé. Y me costó tragarlo.


Publicado en nuevatribuna.es: 
http://www.nuevatribuna.es/opinion/santos-rejas-rodriguez/parejas/20150224092342112856.html

jueves, 19 de febrero de 2015

Humor, dolor

Humor, dolor…

Santos Rejas Rodríguez
 

Hace tres días murió mi madre. No por esperada, menos sentida. No tenía enfermedad conocida. Únicamente años vividos. Al filo de los noventa y nueve que hubiera coronado este próximo abril. El de las flores, el del amor en primavera que eclosiona en nuevas vidas entre diciembre, y febrero del año siguiente.
Mis hermanos y yo no tenemos queja alguna. La hemos disfrutado más que la media de otros hijos. Ella tampoco: la han sobrevivido todos sus hijos sin experimentar la pena incurable de haber perdido alguno por el camino. Querida por sus nietos a los que ya les disputaban el podio sus bizbietos, que vienen con fuerza ejerciendo sus derechos del querer y que perpetuarán los genes y enseñanzas que nos ha dejado en herencia.
La muerte de una madre no por esperada deja de sorprenderte. Te deja sin aliento cuando llega, desprotegido, en pañales, indefenso. Es preciso aprender la andadura sin su mano protectora. Y ahí estamos. Eso sí, con el humor que nos caracteriza a todos los hijos que parió, incomprendido para algunos pero que a nosotros nos sirve para transformar las lagrimas en risas, de mejor deglutir. Nada más expirar nuestra madre, una de sus nietas, en el momento de darle el beso de despedida, se apoyó sobre el cabecero de la cama articulada que, brusca y ruidosamente, tomó la posición horizontal. Su padre la reconvino con cariño: ¡Hija, has dado a la yaya un susto de muerte!



Y en la cena de hermanos, tras la despedida en su nuevo lugar de reposo, sabiendo que ella presidía la mesa, y que nos estaba diciendo. ¡qué locos estáis todos! recordando la anécdota, nos reímos hasta las lágrimas. Lagrimas agridulces de humor y dolor. Y de amor, de mucho amor.

sábado, 7 de febrero de 2015

Cuerpos y almas

Cuerpos y almas

Santos Rejas Rodríguez

Frente al lugar que ocupo se exhiben lomos de libros en paciente espera de caricias. De entre ellos emerge, en oferta de acudir a la llamada de mi mano, un viejo conocido: Cuerpos y almas. Ofició de detonante para comenzar la charla de sobremesa dentro del grupo de amigos que nos reunimos con la intermitencia adecuada para no generar impaciencias pero tampoco ansiedades. La elección para las copas, tras la comida de restaurante casero, es un antiguo mercado reconvertido en lugar de encuentro para la bebida pausada, con música que deja el protagonismo a la voz de los contertulios. Del Cuerpos y almas llegamos a la Madre Teresa de Calcuta habiendo pasado por las Edades de Lulú, La Reina del Sur y Marcial Lafuente Estefanía, dejando constancia del Capitán Alatriste.
En el intento de adivinar el destino que finalmente tendrán los libros impresos llegamos al descanso. O sea: al fin de la primera copa y visita al vestuario. Y precisamente, en el trayecto hacia el alivio, volví a ver a la pareja adosada a la barra y dedicados a la misma tarea que cuando llegamos: besarse. A besos profundos. De los de inmersión a pulmón libre que provocan síntomas de asfixia en el espectador… ¿El beso presenciado a la llegada y este han sido, quizás, los dos únicos besos compartidos? ¿Son  besos esporádicos?  ¿O forman parte de una cadena de besos? Me preguntaba entre ida y vuelta.
Parece ser, por testimonios allegados, que se trataba de  besos formadores de un continuum sin visos de finitud.



La conversación del segundo tiempo nos condujo, por vericuetos  que no vienen al caso,  hasta un  Luis Cijes preocupado por si su hijo, Resines, le respetaría por aquello de que ‘un hombre, en la cama, siempre es un hombre’ y a otras cosas del amanecer…que no es poco.
 Ya en mi cama, al aguardo del sueño, rumiando el día,  me preguntaba qué habría impelido a la pareja a besarse así y allí, subidos en taburetes adosados a la barra de un bar, emulando a cigüeñas expuestas en campanario.
¿Reencuentro ansiado? ¿Despedida eterna? ¿Buscando un tesoro perdido? A la espera de hallar respuesta del porqué una pareja en la que ambos sobrepasan la edad media de la esperanza de vida actual, española, se besaban de ese modo, y en ese contexto, me quedé dormido.
Y desperté con una sonrisa de beso en el cuerpo e incógnitas indescifrables en el alma. O quizás al revés…