domingo, 31 de diciembre de 2017

Ultima reflexión...de este año

Última reflexión…de este año

Santos Rejas Rodríguez

Estoy leyendo Origen, la última ocurrencia de Dan Brown. No voy a hacer la crítica, para eso están los especialistas o sesudos tertulianos. Tampoco desvelar nada que incomode a futuros lectores, spoiler los llaman los guiris y algunos gil hispanohablantes. Mi reflexión en este día del fin de año camina de la mano del título, Origen, y de los interrogantes ¿Quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos?

A buen seguro que los Neandertales, preocupados por lo del vivir, no se cuestionaron la trascendencia pero, al igual que soga y caldero, una vez resuelto lo primero, o sea el pan de cada día, y con los griegos al acecho, llegó el filosofar. Ellos dieron el pistoletazo de salida a los portadores de soluciones a los acertijos: del Big Bang a la evolución natural pasando por la creación mágica del cielo y la tierra y la costilla de Adán…hipótesis todas ellas válidas, pero no contrastables para dar respuesta a ¿de dónde venimos? Ni ¿a dónde vamos?

Diferente cuestión es ¿Quiénes somos? Y aquí, donde quería llegar, relato una anécdota personal: Hace unos años, esperando la fase de verde peatonal, observé en la acera de enfrente un grupo que, sin duda alguna, me señalaban y hablaban entre sí. Al cruzarse nuestros caminos, una de las integrantes me abordó: Perdona ¿tú eres…? ¡Sí! Respondí presuroso, ¡pero no lo digas! Y me alejé con precipitación mientras escuchaba a mis espaldas: ¡Veis como era él!

He recordado en muchas ocasiones el encuentro y he de confesar que alguna de las veces me he arrepentido de no haber tenido el valor de volverme y preguntar a la interpelante ¿Quién soy yo? Me justifico diciéndome que el conocerse, el saber de verdad ¿quiénes somos? ¿Quién soy?, está entre los miedos atávicos.  
Quizás en el nuevo año…

miércoles, 20 de diciembre de 2017

VISPERA

Víspera

Santos Rejas Rodríguez

Hace tiempo dejé por escrito que el ‘monotema omnipresente’ me interesa una higa. O al menos está en una posición tan bajuna como él mismo. Mi interés se centra en la familia y amigos, pacientes, la deriva de mi sexualidad y si la novela, a punto de salir a la luz de este mundo, tendrá buena acogida o, al menos, no será mal leída. También debo decir que la enumeración anterior cambia de orden según día y estado de ánimo.

Dicho lo cual debo constatar que hace unas noches sí estuve contemplando el debate a siete. Me recordó el juego de las siete y media, en el que, como decía Muñoz Seca por boca de don Mendo: malo es si no llegas pero ¡ay! si te pasas…si te pasas, es peor. Y como en el juego, todos se pasaron o  no llegaron según las cartas que la moderadora iba repartiendo. Los representantes de las diferentes opciones políticas, si se me permite el símil, sin ánimo de ofender dios me libre, se centraron más en hacer en humano lo que los canes al salir de paseo: cada cual marcó ‘su territorio’ de forma excluyente, eso sí, y por fortuna, de un modo más higiénico que el de los chuchos… aunque con idéntico hedor a ácido fénico.

Con las mimbres que a los espectadores nos mostraron poco cesto puede hacerse. Si acaso uno, de mala urdimbre y lleno de agujeros. Y no soy pesimista.



Con lo ‘del mal de Cataluña’, por calificarlo de algún modo, ocurre como con La Parrala: unos decían que sí, otros decían que no…pero ninguno sabía/el porqué de la agonía/que la estaba consumiendo.

¿O algunos lo saben? ¿Y tienen el remedio? Tras escuchar a los siete, que no magníficos, escasas esperanzas (me) caben. Al tiempo.

martes, 3 de octubre de 2017

¿Y S. M. el Rey?

¿Y S.M. el Rey?

Santos Rejas Rodríguez

Soy uno de los españoles que contuvieron el aliento aquel lejano 23 F hasta la comparecencia del entonces rey de España don Juan Carlos I. Respiré con alivio, descansé unas horas y reanudé mi actividad familiar y laboral de cada día.
No pretendo comparar aquella situación con la que se está viviendo en Cataluña. Nuestra Cataluña. En aquellos entonces el golpe de estado habría conllevado desgracias irreparables, pérdidas de vidas de quienes estaban gestando la pacífica transición democrática. Tampoco voy a minimizar la gravedad de la situación en la que hoy estamos inmersos todos los españoles, queramos o no.


¿Dónde está en estos momentos el rey de España? ¿La situación es tan baladí que no precisa de su presencia y arbitrio regio? ¿Sus consejeros son tan clarividentes como los de los gobiernos de España y Cataluña y le están manteniendo al margen? ¿O ya dan por hecho que dentro del reino de España estará ubicada la república de Cataluña?
Ignoro las respuestas a los interrogantes pero ¿no es natural que cuando una parte del reino está en peligro el mayor interesado en resolver el conflicto sea el rey? Porque si no es así habría que cuestionar la pervivencia de la institución…
No seré tan atrevido como para decir eso de ‘si yo fuera el rey…’, pero desde luego, si por unas horas lo fuera, saldría en todos los medios de comunicación para anunciar la disolución de las cortes, las generales y la de Cataluña, mandando a todos los actuales representantes políticos  al paro.

¿Y después? Peor de lo que hay…

domingo, 24 de septiembre de 2017

¡Tiempos!

¡Tiempos!

Santos Rejas Rodríguez

Hace unos años, no demasiados, si una persona iba hablando sola por la calle ya fuera bisbiseando o en alta voz, se la miraba con compasión o condescendencia; algunos buscaban la mirada cómplice de otro transeúnte para esbozar la sonrisa de comprensión o, con disimulo, esbozar un gesto de flojera de tornillo. Eso sí: si el hablante solitario añadía a su incomprensible discurso aspavientos de brazos, cabeza u otra parte corpórea, lo habitual era apartarse con presteza de su camino.

Ha pasado el tiempo y su transcurso nos ha dado las claves de aquellas extrañas conductas. Los hablantes que así se comportaban eran probadores de la telefonía inalámbrica. Insiders, en pedante. Los gesticulantes, youtubers. ¡El tiempo! ¡Cómo coloca todo en su sitio!


Aquellos adelantados fueron los artífices de que en el presente el gentío hable por calles, plazas y conciertos en soledad entrañable. El comportamiento actual es el socialmente aceptado y aceptable, y por esa razón quienes transitan en silencio, ausentes sus manos de Smartphone que arrimar a la oreja, causan recelo, incomprensión, desprecio y, porque no confesarlo: ¡Miedo! ¿Qué estarán tramando? ¿Porqué andurriales vaga su pensamiento? ¿Qué secreto atroz guardan que no comparten con la masa parlante? Si ocultan… son culpables.
El tiempo dirá en qué conjura se hallan metidos pero… ¿No sería conveniente formar una comisión, o mejor un observatorio para tratar de descifrarlo aquí y ahora? Quizás estemos a tiempo.

¡Uf, qué calores de nuevo!

sábado, 16 de septiembre de 2017

Preocupaciones y prioridades

PREOCUPACIONES Y PRIORIDADES

Santos Rejas Rodríguez

-¿Le preocupa la situación que se está viviendo en Cataluña?
-Lo que me preocupa en este momento es mi sexualidad. Hay segmentos de edad en los que por causas intrínsecas y/o exógenas no es fácil mantener una actividad sexual saludable y satisfactoria. Me explico y aclaro. Por un lado vagan pensamientos, deseos, apetitos, en una palabra integrantes del Eros que luchan con los independentistas: disminución del vigor físico, incremento del cansancio, aburrimiento, desgana, etc. componentes del Tánatos. O, como diría un filósofo desocupado «un quiero y no puedo o un puedo y huyen».
-¿Qué me dice del independentismo?
̶ No es cuestión baladí el peso, negativo, que tienen los agentes externos para lo del mantenimiento o inmersión en profundidades irrecuperables de la cosa del sexo. Me refiero a los coprotagonistas necesarios para la interacción sexual. En un momento dado, quizás abatidos por la edad, se independizan, se alejan en bandadas del corpus sexual para posarse en caminatas sin norte, retorcidos pilates, gimnasias artríticas, viajes alrededor de sí…





-Pero ¿libertad para votar?
-Eso sin hablar del culto a museos en penumbras, conciertos preñados de silencio interior y la sublimación en talleres de escrituras -poesía incluida-, pintura de agónicos pinceles, melosos barros alfareros y el culmen: desplazamiento de pulsiones y sentidos hacia instrumentos  como la guitarra, trompa, viola o saxo, tan apreciados por los psicoanalistas.
-Pero ¿lo del referéndum que viene?
En este punto me va a perdonar que abandone aquí mi opinión sobre el preocupante y enjundioso asunto de su entrevista. Una voz interior, muy apreciada y conocida desde el nacimiento, me acaba de sugerir que deje el monotema y gritado desde lo hondo: «Como vaya te canteo la cara». Y si no hago caso, que se lo hago, viene y me la cantea. Pues eso: el invierno se acerca y los caminantes no sienten frío.

sábado, 19 de agosto de 2017

Arco asombrado

Arco asombrado
Santos Rejas Rodríguez

“El asesinato es una forma de actuar impropia, altamente inadecuada, y no me importa decir que todo hombre que interviene en un asesinato tiene un modo de pensar muy incorrecto y unos principios muy erróneos (…). Pues si un hombre se deja tentar por un asesinato, poco después piensa que el robo no tiene importancia, y del robo pasar a la bebida y a no respetar los sábados, y de esto pasa a la negligencia de los modales y al abandono de sus deberes’.
Ensimismado en el párrafo anterior llegué a los aledaños de la plaza mayor de Cáceres dispuesto a sumergirme en la ‘parte antigua’, como la llamamos coloquialmente. Venciendo el impulso de adentrarme por el lateral del arco en esviaje, facilitador de la buena marcha de  carruajes, me dije que subir escaleras es ejercicio aconsejable y decidí atacar de frente la subida hacia la Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Y el atacado fui yo.



No podía creer lo que mis ojos contemplaban. Parasoles inmensos ocultaban parte del Arco de la Estrella abierto en la muralla de acceso al recinto. Quizás sea, me dije, algo puntual…el rodaje de una película tras el de Juego de Tronos…Pero no. Una persona amable, empleada del establecimiento hostelero, me informó que la terraza con sus parasoles gozaban de la correspondiente autorización del ayuntamiento cacereño…
Mientras me alejaba, y sin duda como mecanismo de defensa por el asombro de la sombra, mi mente retornó al escrito de DeQuincey  ‘Una vez empezada esta marcha cuesta abajo, no se sabe nunca dónde pararse…”
Y en esa meditación hubiera continuado de no ser por una frase salida por las ventanas de uno de los palacios, puede que del episcopal, que con el acento inconfundible de Zidane, decía ‘Ahí pasa algo’.
Y me adentré en la Concatedral de Santa María para unas preces…por ver si…

domingo, 23 de julio de 2017

Intrascendencias de verano (1)

Intrascendencias de verano (1)

Santos Rejas Rodríguez

Dos hombres ocupan una de las mesas de la primera línea del mirador al mar. Llama mi atención su hablar pausado, nutrido por silencios entrecortados. El ritmo me hace imaginar el balanceo de un barco: ora a babor, ora a estribor, surcando un mar en calma. Seguro, me digo, han sido pescadores…de bacalao…en heladoras aguas del Ártico…

Tienen ante sí, equidistante, una botella de vino blanco más que mediada, lo que me hace sentir pudor al solicitar un zumo de naranja, pero el largo paseo orilla del mar y lo temprano del día, las diez de la mañana, no me motiva a ingerir alcohol.



Su idioma, ininteligible, expande aromas nórdicos, de vikingos viejos, que unido al colorido de su piel, rosácea, y al cobrizo entrecano de cabello y barba, me reafirma su condición marinera por aguas insondables, alejadas de este Mediterráneo de chapoteo.

 Finalizamos a un tiempo las bebidas. Ellos su vino. Yo el jugo de naranja. La camarera deja sobre mi mesa la cuenta y en la de ellos un barreño cumplido de botellas de heladas cervezas y una fuente de lonchas de jamón.

Tentaciones me entran de unirme al dúo al son de «Háblame del mar, marinero…» pero no soy Marisol cantando la copla y temo ser mal interpretado…con el añadido de que, sino rudos, si parecen recios. Y fornidos. Así que fuime por donde vine. Por la mar, claro.

sábado, 15 de julio de 2017

Recuerdo...

Recuerdo…

Santos Rejas Rodríguez

Cuantificar el tiempo transcurrido desde el inicio de una ausencia eterna con las varas de medir usuales: horas, meses, años…resulta tan vano como la pretensión de vaciar el mar en los huecos que han ido hollando mis pies sobre la arena momentos antes de ponerme a escribir este recuerdo. La ausencia eterna es atemporal,  de presencia viva.



Por toda referencia diré que la partida se produjo un mes de julio, tan del ayer como el de hoy. Dejé una reseña del hecho, como hito, de la que entresaco: «Hace escasas horas que ha muerto un buen hombre. Un hombre bueno. Mi padre. Con él tengo muchas conversaciones pospuestas, perdidas ya. Nos faltaron, en especial a mí, palabras que transmitieran los afectos que nos sentíamos. Intensos, muy intensos; adivinados pero embargados por la timidez de la expresión. Por el miedo escénico, incomprensible pero insuperable las más de las veces, a decir «te quiero», «te necesito» o, siendo niño y aún después, «siento miedo cuando no estás», o de que me faltes».

Desprendo la mirada del horizonte del mar, tan engañosamente infinito. Me esperan. Reanudo el camino canturreando una copla a lo Paco Ibáñez: « la vida perdió, pero harto consuelo nos dejó su memoria».

Unas salobres gotas, desprendidas del romper de una ola, resbalan por mi rostro y una cálida sonrisa ensancha mi respirar…

domingo, 9 de julio de 2017

Pellizcos y contracturas

Pellizcos y contracturas

Santos Rejas Rodríguez

En autobús urbano de camino a casa. Una mujer, que algún tiempo muy atrás traspasó la media de esperanza de vida actual, desde la puerta de salida del vehículo, se gira. Su voz atraviesa a la concurrencia que abarrota el bus. Llega alta y clara hasta la destinataria: « ¿Mañana, entonces, qué?» Como rebote de eco, con idéntica intensidad y agudeza, la mujer aposentada, responde: «Ya te he dicho que iré a ver a los mariquitas. Que me caen muy bien. Que los pobres las han pasado muy putas». Se refería, claro está, a la cabalgata de la diversidad próxima a celebrarse. Diálogo tan real como es la vida mientras se vive. En otra ocasión transcribiré las diversas reacciones del público asistente.



«Que los pobres las han pasado muy putas» penetró como ariete hasta mi rinencéfalo, en su componente emocional, catapultándome a tiempos pretéritos, a aquellos en los que sin duda se las hacían pasar putas « a los mariquitas».
Y el rumiar se aposentó en mi pensar: ‘Si teniendo orientación sexual acorde con lo «socialmente establecido» se pasa emocionalmente putas al sentir el pellizco de una mirada en la propia ¿Cuál será el sufrimiento añadido al no poder corresponder? Si, además, el pellizco provoca contracturas en lo hondo, pinzamientos en el alma y dar respuesta a ese sentir conduce directamente a una cárcel, que en ocasiones se llamaba «modelo», ¿qué hacer?

En el escudo del duque de Toro figura el lema de «no hay barreras para mi, pues si hay barreras las salto»…pero «en lo más alto de su escudo, donde ostenta una cruz de luengos brazos, (hay clavadas) cinco banderillas blancas con ribetes encarnados», precio a pagar por saltar barreras...
En algunos lugares de este mundo irredento se siguen poniendo banderillas, y utilizando el estoque de matar, por asuntos del querer. Tremendo pero cierto. ¡sniff!

domingo, 25 de junio de 2017

Diversidad

Diversidad

Santos Rejas Rodríguez


̶  No diré que desde mi nacimiento, sería exagerar; pero sí que en los primeros años de vida ya sentí el cuerpo como ajeno. Perteneciente a otro ser. Incorpóreo, diría…Más tarde, con la llegada de la razón, tuvo lugar lo del género. Los en uso de la época no me identificaban. Los descubiertos más adelante, tampoco. Ni siquiera los intersexuales, transitorios o evanescentes. Así que con esa carga, o liviandad según se mire, comenzó mi andadura de vida.

Mis pasos me encaminaron al estudio de la bioquímica, física cuántica, antropología, filosofía existencial…hasta toparme con Plinio, el Viejo. Desde él, saltando de rama en rama, aterricé en la zoología: Aristóteles, Linneo, Lamarck, Mayr, Delmonte…y encontré mi universo: Sauria. Al hallar a los lepidosauromorfos sentí que había llegado a mis ancestros, al origen y fuente de quien soy; a mi familia vipérida, la que configura mi ser y fusiona mi sentir. Me siento, soy, un crótalo. Mis colmillos huecos, la foseta lateral, las escamas…y ese campanilleo y apetencia por presas de sangre caliente lo evidencian.



̶  Bien, por hoy terminamos la sesión. Puede incorporarse con suavidad y estirar los miembros.

̶  ¿Qué tal voy doctor?

̶  Progresando…

̶  Gracias. Hasta el jueves pues.

̶  Disfrute de la vida. ¡Tan diversa ella!

Pues eso.

domingo, 11 de junio de 2017

Meter las patas

Meter las patas

Santos Rejas Rodríguez

Soy de los de cruzar las piernas. Ignoro si es por genética, reflejo espontáneo o consecuencia de aquellos consejos, órdenes o advertencias que las ascendientes familiares –abuelas, tías, madres- con independencia del género y número, pero sí por el caso, es decir por ‘el si acaso’, nos hacían al inicio del pollear: «las piernas bien cerraditas». Así que los componentes de nuestra familia no somos de despatarre…en lo del sentar, claro.

Dicho lo anterior me adentro en el charco cenagoso del abrirse de piernas en boga y su inminente regulación, aunque quizás sea más acertado decir desregularización del aperturismo pernil; del practicado por el género masculino.
Usuario habitual del transporte público he observado, en efecto, a personas abiertas de piernas que ocupan su asiento y meten las patas, ambas por lo general, en los territorios colaterales. ¿Con la habitualidad de hacer necesario un indicativo urbi et orbi de «piernas cerraditas»? Si los expertos lo han considerado así, así debe ser.


Esperemos que los resultados sean más efectivos que los actuales de «asiento reservado» para señoras embarazadas, ancianos o personas con dificultades en la locomoción, que, salvo honrosas excepciones, no respeta ni dios. El personal se adentra en los vagones como si no hubiera un mañana para precipitarse al primer asiento libre. Una vez acogido en sagrado unos se enfrascan en el móvil, otros en el libro y el resto en sus musarañas interiores. Ninguno ve tripa de embarazo, muleta sustentadora o anciano inestable. O si lo ven, como don Tancredo en la plaza: estatua sedente.

Me pregunto el porqué con anterioridad –en la edad de piedra dirá algún lector- sin necesidad de indicativos ni reservas, se cedía de inmediato a embarazadas, lisiados o simplemente mayores de edad, el asiento. Y me pregunto de nuevo ¿por qué se ha perdido la costumbre? ¿Podría retornarse a ella? ¿No sería conveniente averiguar las causas y tratar de restablecer esas mínimas normas de convivencia? ¿El estudio exige un esfuerza neuronal del que  hoy se carece? ¿Esa incapacidad de los controladores sociales es lo que les ha llevado a proponer un muñequito más?

Lógicamente estoy en contra de que un ser humano limite e incomode el bienestar de otro. Pero cuestiono la eficacia del método que pretende regular el despatarre. De lo que sí estoy seguro es que el día de su inauguración, en la fotografía conjunta de los ingeniosos inventores, cada uno querrá presumir de «yo he sido el ocurrente» y todos lucirán la sonrisa habitual del «deber social cumplido» que tantas arcadas, incontenibles,  provocan. Al tiempo…

P.D.- Un mi amigo, sabedor del tema que iba a tratar, me ha rogado que proponga que entre los usuarios de los «asientos reservados» actuales se añada una imagen de permitir sentarse a personas espatarradas. Sufre una orquitis bilateral, insidiosa y contumaz. Reseñado queda, querido. Pero no sé yo si…

domingo, 4 de junio de 2017

¿Caduca el amor?

¿Caduca el amor?

Santos Rejas Rodríguez

Amodorrado por el calor sesteo en un parque arbolado sobre una cómoda silla de terraza. El sopor me impide concentrarme en la lectura del libro que me acompaña aunque lo mantengo abierto como escudo protector, sustituto de aquel cielo que cumplía esa función hasta el día en que, sin duda hastiado, nos abandonó a los caprichos del azar.

Rompe la placidez un dardo, en forma de frase, que atraviesa mi bruma haciendo diana mental: ̶  «Se han separado porque se les acabó el amor». Saciar mi curiosidad, escasa, para indagar la procedencia de lo dicho exigiría un esfuerzo incapaz de realizar, por lo que decido seguir en mi plácida postura de antiguo cochero.



La loca de la casa, el insidioso pensamiento, la rumiación obsesiva, todos ellos en conjura, trasmutados en pretenciosos tertulianos, opinan y debaten: ̶  « ¿Qué amor se les habrá acabado: el común, el individual, el propio?».  ̶  « ¿No será que el diálogo, la confidencia, el entendimiento en la mirada han perdido su brillo?».  ̶  « ¿O que el resplandor de la risa, de la sonrisa cómplice y fugaz, huyeron sin saber a dónde?». ̶  « ¿El silencio no compartido fue el pistoletazo de salida?».  ̶  « ¿O simplemente es que el amor, medido y pesado, tiene fecha de caducidad?». ̶  « ¿Se use o no?».

Una mosquita insignificante, alcohólica, se adentra en mi copa e interrumpe el guirigay. Retorno al libro abierto ante mis ojos. Huele a ácido fénico. Cada vez más. Y no sólo en Petrogrado... ¿Vivimos?

domingo, 28 de mayo de 2017

¿Un paréntesis?

¿Un paréntesis?

Santos Rejas Rodríguez

Schopenhauer, además de misógino y filósofo, fue profesor de la Universidad de Berlín. En el inicio de uno de sus cursos formuló esta pregunta a sus alumnos: —¿Quisiera saber si alguno de ustedes conoce mi ensayo «La influencia de la mentira en las relaciones humanas»? Se levantaron muchas manos. Schopenhauer, sin perder la compostura, exclamó: —Bien. Ahora sé que puedo tratar este tema con conocimiento de causa…jamás he escrito ese ensayo.

Han transcurrido un par de siglos desde entonces y, sin duda, veinte con anterioridad hasta llegar a la pregunta del profesor. Y la mentira sigue influyendo, y presidiendo, las relaciones entre humanos: economía, política, religión, familia, pareja…inundación total. ¿Y presumir de la ignorancia? Basta con escuchar un instante a los «expertos tertulianos», comodines del saber, para salir de dudas.


¿Si desapareciera la mentira, el falso saber, el disimulo y el mirar de lado, o a otro lado…se modificarían las relaciones entre humanos? ¿Para mejor?

Soy uno más de los átomos que decidió sacudirse la Nada para ser mortal. ¿Un acierto, me digo, haber cambiado la eternidad sideral –en donde la mentira no tiene asiento- por la fugacidad mundana? ¿Es posible el cambio de sentido y lo pasado, pasado? ¿Es la vida un simple paréntesis en la Nada? ¿O la gran mentira entre la Nada y nada?

¡Uf, qué calores!

Impropios de la época…dicen.

sábado, 20 de mayo de 2017

Intimidades

Intimidades

Santos Rejas Rodríguez


Que las intimidades son para compartir con los más allegados o en la consulta del psicólogo, lo sé. Pero también, profesionalmente, suelo aconsejar que aquello que atenaza y atosiga los interiores se escriba. Plasmado en el papel los problemas suelen diluirse como nieve al sol…siempre que no sean eternas.

Siguiendo la máxima de «cura te ipsum» transcribo aquí y ahora, sobre este papel, la decisión tomada: ¡La he dejado! Y para siempre. Hay relaciones que parece llegarían  a buen puerto. Sorprende entonces que tras un inicio, satisfactorio por ambas partes, de repente surjan desavenencias que parecen insalvables. Romper una relación es un acontecimiento traumático que merece recurrir, antes de llevarlo a cabo y no ser tachado de inconsciencia reprobable, al consejo de un experto.

Así que, aprovechando la buena sintonía con la vendedora de unos grandes almacenes, a la vez que adquiría una sartén, le comenté el problema. Mujer versada y madura, me dio opinión y consejos que decidí seguir al pié de la letra. Un segundo dictamen, me dije, reforzará la decisión. A una agradable reponedora del supermercado la hice partícipe, pues,  de mi desavenencia. Más joven que la anterior, pero a todas luces más experimentada, me aconsejó paciencia, utilizar la mano izquierda y añadir un método, según ella, eficaz y salvífico para casos semejante.

He seguido ambas directrices, puesto gran voluntad y entusiasmo. ¡Fracaso total!
Tras más de media hora utilizando la plancha, «centro de planchado inteligente», la «mano izquierda para estirar» y el «planchado fácil», la camisa ha persistido en mantener sus arrugas y dobleces. Quitar una y marcarse otra más profunda y aguzada, un continuo. Tanto en la pechera como en la espalda. De las mangas, largas, ni mención siquiera.
Así que tras aquella primera y satisfactoria puesta de estreno, he roto definitivamente con ella. La tolerancia y comprensión tiene sus límites.

Tomada la decisión, calmado el ánimo, vuelto lo del pensar por dentro, me he inquirido sobre la causa de la causa y dicho: ¿No será que como me dijo un conocimiento, fugaz e irrepetible, el verde no es mi color? ¿Merecería la pena, y el esfuerzo, dar la oportunidad a otra prenda de color diferente? ¿De manga corta?

En superando el trauma, veré.

sábado, 13 de mayo de 2017

Rosquillas

Rosquillas

Santos Rejas Rodríguez

Acudo a comprar el pan nuestro de cada día, aunque en ocasiones no lo adquiera a diario y sea de un día para otro. Guardando turno en la cola entretengo la mirada recorriéndola por la vitrina en la que se exhiben las «rosquillas del santo»; las de San Isidro, madrileño patrón.
Rótulos en cada bandeja las identifican: «Francesas, Santa Clara, Listas y Tontas». Todas ellas recubiertas por una capa rugosa, supongo que de azúcar glaseada, o como se diga, y de atractivos colores: blanco brillante, vainilla reluciente, amarillo soleado…bueno, todas no. «Las Tontas» están sin recubrir, desnuditas ellas, podría decirse; y su color, marrón desvaído, carente de luz propia.



Turno de pedir. Mi panadera favorita me alarga la barra de pan al tiempo que pregunta si quiero rosquillas: ̶ Una de cada, contesto. Mientras las va introduciendo en la bolsa, y con objeto de rellenar el silencio, suelto lo primero que se me ocurre, como en sillón psicoanalítico: ̶ Las tontas, al no tener capa externa deberían ser más baratas que las  demás, digo. Con una sonrisa encantadora responde mi panadera: « ̶  Cuestan igual porque pesan menos». ̶ Ah, contesto. Y para aliviar mi sonrojo, añado: ̶ ¿Y a qué saben? « ̶ A nada, son simplonas».

Haciendo camino voy pensando: «No tienen capa externa, pesan menos, no saben a nada…pero cuestan igual que las listas» y me debato entre: « ¡serán tontas!» y « ¿serán tontas?». Al llegar a casa observo que he pellizcado el pan. Por ambos picos. A lo tonto, claro. ¡Ay, ese inconsciente!

(Pd.- Mi padre era uno de mis más fieles lectores. En ocasiones me decía: «Hijo, me gusta lo que escribes pero a veces no entiendo lo que quieres expresar». «Léelo tal cual y disfruta» le respondía yo, «y deja para psicólogos y psiquiatras lo del sacar las absurdas y divertidas interpretaciones de que son capaces». Pues eso).

sábado, 6 de mayo de 2017

Macron

Macron

Santos Rejas Rodríguez

Intuí, no era difícil el pronóstico ni necesario ser adivino o psicólogo, que conseguir en mí barrio una mesa de terraza sería tarea costosa: ¡juega el atlético!  Por ello me he adelantado con tiempo más que suficiente a la cita de aperitivo compartido.
Conseguido el objetivo, estiraba las piernas y relajaba los hombros a la vez que me iba a embutir los auriculares para entretener la espera con música, cuando me llegó, desde la mesa de al lado, el nombre de Macron.

He de confesar que «puse oreja». Me picó la curiosidad por saber la opinión sobre la política francesa desde esta orilla del Manzanares. Mi gozo al pozo: «su mujer es veinte años mayor que él», «la diferencia de edad, fracaso seguro de pareja», «interés económico por medio»…Me calcé a toda prisa los auriculares y, saboreando un vino de la rioja, me dispuse a disfrutar la espera.

Diana Krall oficia de terapeuta y me conduce, ya calmado el sarpullido del picor, a rumiar sobre lo escuchado: ¿la igualdad de edad en la pareja garantiza la estabilidad? ¿Y la felicidad? ¿El fracaso proviene que uno u otra, u otra y uno, tengan diferentes edades? ¿Cuántos años arriba o abajo? Si la relación de Macron fracasa en algún momento tras, creo, más de veinte años que lleva junto a su pareja ¿le habrá merecido la pena? ¿Pensará que mejor no haber tenido esos años de felicidad?



Hago una pausa, bebo un sorbo de vino, miro hacia los ocupantes de la  mesa de al lado y me pregunto: ¿Se puede ser feliz, inmensamente feliz, en relaciones de incierta duración y edades diferentes?  ¿La edad pareja es garantía de estabilidad? ¿La edad y el tiempo son las varas de medir la felicidad?

Desenchufo los auriculares porque ha llegado el momento de compartir el aperitivo con una persona amiga... ¿De qué edad? Je, je ¡Curiosones! ¡Aúpa Atlético!

sábado, 29 de abril de 2017

Golfos

Golfos

Santos Rejas Rodríguez

Que España está rodeada de golfos es una realidad incuestionable. En ocasiones me he preguntado si en lugar de tener tantos no hubiera sido preferible uno y grande, como en México. Pero la geomorfología tiene sus caprichos y hemos de conformarnos, en la era actual y  probablemente en las venideras, con los que tenemos. Como se decía antes, v.gr.: los golfos de Vizcaya, Cádiz, Almería, Valencia, Rosas y, apurando un poco el mapa, el lindero de León.


A tanto golfo hay que añadirle las bahías, rías costeras y otras de interior, o sea, lagunas y humedales. Son los golfillos, aprendices de las golferías de sus mayores y adláteres a quienes quieren emular e incluso superar. Puede que con el tiempo alguno de ellos lo consiga en función del cambio climático y la elevación de la temperatura… salvo glaciación imprevista o meteorito  caído de los cielos.

Lo último, o sea lo del pedrusco cabrón, es tan improbable como el de la existencia de un ser supremo, justiciero, que diera a la tierra lo que es de la tierra y al mar, lo del mar. Como no lo hay, el mar  se reviste de golfo y va engullendo la tierra que le sale de los hondones.  Y no devuelve ni siquiera unos granitos de la arena robada…

¿Y la comitiva habitante? El personal se limita a contemplar, con embeleso y desde la orilla, la puesta de sol,  sin coscarse de que cada vez avanza más la marea que está dejando sin arena la playa; y que ante la impasibilidad,  por su lado, y la voracidad e impunidad, por la del otro, no es improbable que emerja un tsunami que no deje hueco ni para el llanto  ni el crujir de dientes.

Pues eso…

viernes, 21 de abril de 2017

Si tu me dices ven...

Si tu me dices ven…

Santos Rejas Rodríguez

Por alguna parte tengo escrito que me gusta la música. Desde Mozart y Ben Webster a los Pekenikes y Bee Gees pasando por El Cigala y Niña Pastori. Es decir, casi todo lo enmarcado en un pentagrama e incluso fuera de él.
Atender a las letras es ya otro cantar. En ocasiones, embutidos los auriculares y realizando ejercicios repetitivos no necesitados de concentración, las sigo: «No detengas el momento por las indecisiones…» entonan a coro Los Panchos mientras pedaleo.
Escuchar la letra que antecede y cabalgar mi pensamiento por caminos sembrados de encrucijadas ante las cuales hubo, y hay, que elegir senda, todo uno. Sería absurdo pensar que la  preferida en el momento de adentrarse por ella, no es la óptima. Pero es cierto que unas veces fue y otras estuvo plagada de vericuetos sin salidas, espinos crueles o fatigosas escarpadas.




¿Y si hubiera elegido la otra? Un mi amigo me tiene dicho que no hubo posibilidad de alguna otra, que la elegida, elegida estaba: Quod scripsi, scriptum est, para unos,  o maktub para otros.

No puedo refutarlo científicamente, así que no me adentraré  en polémicas ociosas. Pero afirmaré, eso sí, que más vale equivocarse, y mucho mejor acertar, eligiendo camino y adentrándose por él, que quedarse estático, inmóvil… por las indecisiones. La no elección no es un camino, o si lo es, conduce al limbo, que puede que no exista en el más allá pero si en el acá.

No quiere decirse  que «si tu me dices ven»  se acuda como gacela en berrea o marinero tras el canto de sirena, no, pero sí que es necesario elegir y hacer camino en busca  del vivir y la felicidad. Detenerse  por las indecisiones lleva a transformarse en estatua de sal.

Los Panchos, ajenos a la digresión, siguen a lo suyo, ay.

domingo, 16 de abril de 2017

Respirar


Respirar

Santos Rejas Rodríguez

(Otra hora incierta…)


Respirar no es suficiente para sobrevivir.
Se sobrevive con la luna casi llena y el sol casi apagado, pero la vida que quiere latir exige el brazo de un amante; de un amor que sea igual al tuyo, que avasalle cuando tu amor arrasa con violencia; que abrace con mimos cuando necesitas cariño, que silencie tu angustia cuando la depresión se instala, que calle cuando tus besos quieran enmudecer sus balbuceos.
Un amor que cante o baile al mismo son que el mío y sea fiero y dueño o aquietado y sereno.           
Respirar no es bastante aunque te estés ahogando y grites hacia el cielo con gemidos de auxilio.
Respirar es tan solo un Réquiem para muertos.

Yo necesito vida, la vida que me dieron para toda la vida.

lunes, 10 de abril de 2017

Deseos, sueños, indecisiones

Deseos, sueños, indecisiones

Santos Rejas Rodríguez

En esta semana calificada de santa, tan laica ella, una amiga, quizás influenciada por la espiritualidad que aun sigue fluyendo de los rescoldos del pasado o de las herencias sociales o genéticas, me decía que le entran cada vez más deseos de romper con lo cotidiano, recorrer tierras del mundo, visitar amigos lejanos…es decir, dar la vuelta al calcetín de la vida.

Contesté informándola que un conocido, cuando ganó sus primeros millones e iba a realizar el sueño de su vida, adquirir un barco y recorrer el mundo, aplazó el deseo porque le deslumbró el brillo de la luz que en ese periodo de su andadura social le focalizó. Más tarde llegaron las sombras  y ya no pudo levar anclas.




Los sucesos, tengo escrito y repetido, se arraciman. Unas horas antes a la manifestación de mi amiga nos había sobrecogido la noticia de la muerte imprevista de Carme Chacón. A los cuarenta y seis años. A la misma edad a la que falleció mi compañera y en ambos casos dándose unas circunstancias familiares tan idénticas que me hizo estremecer vivencias, recuerdos y sentires…Se fue cuando nos quedaba tanto por hacer. Unos quehaceres pospuestos por una eternidad…al menos.

A los dos acontecimientos descritos, como si no fueran suficientes como aviso para navegantes que están dubitativos de si emprender el viaje de cambiar aspectos no deseados del vivir actual: trabajo, compañía, entorno, se unió la voz arrancherada de Mari Trini mientras atravesaba  una plazuela recoleta de mi Cáceres de origen: ‘no detengas el momento por las indecisiones…’


El tiempo es tan finito. La vida tan fugaz…pues eso.

sábado, 25 de marzo de 2017

De la memoria y tal...

De la memoria y tal…

Santos Rejas Rodríguez


Cuando puedo, que suele ser cinco días a la semana, acudo a un gimnasio. No para cometer excesos, que no: cinta corredora, bicicleta, pesas… ejercicios para castigar gemelos, abductores, bíceps, dorsales…abdominales no, por si las hernias, que dicen son muy dañinas y costosas de mantener. En menos de dos horas dopado y el almacén lleno de endorfinas.

Mi sala de ejercicios se rotula ‘De musculación’, aunque es evidente que se permite el acceso sin estar musculado. En otra vecina a ella, a las órdenes de un monitor, grupos de personas hacen ejercicios. Pilates, creo. La edad media de los gimnastas debe rondar los ochenta años con una desviación típica de cinco puntos, más o menos. Atreverse a practicar a esas edades los movimientos que he visto realizan es digno de elogio… y moderada preocupación. Existen desfibriladores en el Centro.

Uno de los días, al finalizar mi entrenamiento, coincidí en la zona de las taquillas roperas con los usuarios de Pilates. Pude observar que más de una persona iba probando la llave en diferentes casilleros hasta dar con la suya. Una de las comprobadas fue la situada junto a la mía: ‘-No recuerdo el número de mi taquilla’, me dijo. ‘–Cosa de la edad’, añadió.



Por mi natural timidez, la desgana en hacer nuevas amistades y, lo que es más importante, desconocer la profundidad del charco en que puedes meterte, respondí con una media sonrisa y gesto ambiguo, de los que no dicen nada ni a favor ni en contra.

 Pero mi curiosidad, escasa por lo general, se despertó. Procuré coincidir con el grupo observando que, en todas las ocasiones, más de uno de sus componentes buscaba el almacenaje de sus enseres  probando la llave en diversas taquillas hasta dar con la suya. ¿Pérdida de memoria? ¿Olvidos por la edad?

Una conclusión precipitada diría que sí. Pero mi estudio empírico tenía más alcance. A lo largo de la investigación pude constatar que ninguno de los pilateros olvidó retirar la moneda depositada en el casillero de la taquilla. Nunca jamás. Ni uno. ¿Un euro despierta la memoria más recalcitrante? ¿O es la atención la que la espabila? ¿Prestando atención al elegir taquilla se recordará después el número de la misma?

En otra ocasión hablaremos de la atención y la memoria. Una pareja que, como todas las de la vida, hay que cuidarla. La una de la otra y viceversa. Con mimo y cariño. De ese modo, quizás, no cabrá la duda sobre la llave que la abre… o la cierra. Y posiblemente sin euros por medio… ¿O sí? Uf, en menudo charco me acabo de meter.

domingo, 12 de marzo de 2017

Un guiño

Un guiño


Santos Rejas Rodríguez


Con sus piernas como un par de palillitos, pelo Françoise Hardy, ojos lánguidos y catorce o camino de quince años, incomprensibles para un muchacho adolescente  pero que sí siente cómo  algo se derrite por dentro al mirarla…

En esa edad de amores imposibles, cuando el mundo se parte por la mitad si Ella  no te ha mirado al cruzarse en el camino; camino en el que fugazmente coincides tras un tiempo de espera al aguardo para encontrarla ‘casualmente’., En esa edad, repito: ¡Cómo se sufre al partirse en tantas ocasiones el alma y en tantos pedazos que se piensa nunca más podrán recomponerse.

Después la vida se hace adulta. Se van tapando resquicios para impedir que por alguno de ellos se cuele un amor que haga sufrir. La adolescencia, sea a tiempo o tardía, se ha alejado hasta un punto tan de infinito que produce sensación de resguardo.

Asentado bajo el cielo protector de la madurez ya esperamos un discurrir de la vida ausente del dolor punzante, la falta de oxígeno, el tiempo inacabable para volverla a ver y hundirte en sus ojos, oír su voz, escuchar su risa o sentir el latido de su mano en la propia…



Falsa pretensión. Fracaso de las defensas del sentir. De repente la vida, con ojos de mujer en este caso, te hace un guiño y vuelta a empezar: ¿Al amor? Sí. ¿Al sufrir? También. ¿Tan imposibles y dolorosos? O más...

¿Hay antídoto? ¡Uf, vaya pregunta! Mejor lo dejamos aquí…

martes, 7 de marzo de 2017

Protectores

Protectores

Santos Rejas Rodríguez


-¡Qué serio eres, hijo! soltó al mirarme.
–Las apariencias engañan, me vino la respuesta a la mente, que no a la boca. Contención verbal  fruto del andar la vida. El gesto serio de la cara ha sido, y seguirá siendo hasta el final del trayecto, mi protector de pantalla.  ¿Defensor de la intimidad, del recoveco vulnerable a las intromisiones ajenas, simple resguardo de  timidez? O quizás al ADN. Puede que en algunos de sus segmentos se ha agazapado el gen de un bisabuelo de apariencia adusta que la utilizó como mecanismo de defensa de no se sabe qué.

En horas próximas a la madrugada debatía con mi hijo pequeño los nuevos procesos de socialización a través de las redes sociales. Defendía él que las relaciones que se establecen a través de este medio –con todas las cautelas precisas- son más rápidas y sinceras que las del cara a cara porque el interlocutor está desprovisto del revestimiento físico que obra de escudo protector y que, además, puede generar  rechazo a primera vista sin siquiera intercambiar palabra alguna.



Recordé, como similitud,  alguno de los interminables viajes en tren de mi juventud…y más allá, en los que a algún desconocido, desconocida casi siempre, hacía partícipe –y también viceversa- de intimidades que a los allegados jamás hubiéramos desvelado. Y todo porque en llegando a la estación de destino  nunca volveríamos a encontrarnos, retornando cada cual  a su caparazón cotidiano para seguir con el proceso de socialización al uso.

-¡Qué serio eres, hijo!

-Pero sin ropa gano mucho.

Y sonreí.

martes, 14 de febrero de 2017

Pesares

Pesares

Santos Rejas Rodríguez 

Las palabras pesan. Su peso específico está en función de la imagen que evocan, principal componente.
¡Me gusta mi clavel! ‘clavel’, quizás por su aroma, tiene un peso liviano, evanescente, casi. ¡Me gusta mi carnicera! ‘carnicera’ oficia de alud, desprende una circunvolución cerebral y la arrastra a lo largo de la espina dorsal –que se decía antes- hasta los hondones, dado la multitud de imágenes que puede despertar.
En lo de las palabras, siempre, lo he tenido claro. Pero ¿y las miradas? ¿Pesan?
En mi pequeño mirador hacia la calle tengo ubicada una mesa inestable, de Ikea; sobre ella se posa mi portátil. Sentado en un cómodo sillón transfiero lo escrito desde el cuaderno urbano al procesador de texto. En las pausas del pensar sobre lo transcrito, en busca del sinónimo huidizo o simplemente descansando, poso la mirada sobre el discurrir de la vida bajo mi balconcillo.
Hoy ha sido uno de esos días. Pasa una mujer. Camina en paseo abstraída en su pensar. Independiente del entorno. Y entonces, cuando apenas llevo mirándola unos pocos segundos, enlentece el paso, se atusa el pelo, mira de soslayo…siento que ha sentido el peso de la mirada, mi mirada, y que si continuo mirándola elevará sus ojos hacia el origen, los míos, que aparto con presteza. De reojo contemplo como reanuda su ritmo de paseo íntimo.


¿Casualidad? ¿Intuición? ¿Sensibilidad a flor de piel de la paseante? Retorno a mi escritura pero un run run interno me hace repetir la experiencia. De nuevo quien transita la acera es también mujer. Quizás más joven que la anterior. Miro fijamente el pañuelo coloreado que cubre su cabeza. En acto reflejo de estímulo – respuesta, diría,  se lleva una mano hacia él y se lo ajusta, lo ahueca y, con disimulo, se gira mirando tras de sí…
Puedo asegurar que en ambas ocasiones la mirada salida de mis ojos ha sido neutra. La primera vez incluso distraída, atrapada por el movimiento de la transeúnte. La segunda, aunque intencionada, carente de emotividad, por lo que deduzco que la distancia que separa el mirador del asfalto las ha dotado de peso que, al llegar a su destinatario, carga sobre su cuerpo haciéndose sentir.
¿Será correcta la conclusión? ¿Y si la mirada es horizontal en lugar de vertical? ¿Pesará menos? ¿A mayor altitud más pesar? ¿Será un mecanismo de defensa innato? ¿Cuándo y por qué se gestó? ¿Sucederá lo mismo si el mirado fuera hombre?

Corro las cortinas y continúo con mí escribir. ¡Qué pesares, por Dios!

sábado, 28 de enero de 2017

Reflexiones con un chupito...o dos, de ron

Reflexión con un chupito, o dos, de ron

Santos Rejas Rodríguez


Un pecho, o dos, caídos, que no vencidos, cuando natura dice ¡hasta aquí hemos llegado y ahora toca bajada! Es lo normal, comprensible y hasta entrañable si, pese a la caída, permanece la sensibilidad intacta e incluso acrecentada. Me refiero a la sensibilidad interna; la del sentir en lo hondo sin renunciar, por supuestos, al sentir externo, a las caricias táctiles, adecuadas y deseadas por el pecho, o los pechos, receptores, que también irán a parar a los interiores del sentir...



Ahora bien: ni el paso del tiempo, ni el rigor de la naturaleza justifica - ni una mente medianamente liberal y comprensiva puede aceptar- un culo fláccido y colgante. El hecho de un culo de estas características es un producto del abandono, el resultado evidente de la dejadez, de una rendición sin presentar batalla y de vagancia extrema e injustificable.

Con uno, o dos, pecho (s) caídos poco puede hacerse. No sería humano, y podría atentar contra la economía y salud, requerir operación quirúrgica de restauración. Ir contra natura puede acarrear consecuencias indeseables semejantes a recurrir a una resección en caso de unos huevos colgantes. Quizás un suspensorio…aunque no soy partidario ni de eso: si cuelgan, cuelgan.

Corregir un culo laxo y fofo, devolverlo y mantenerlo en todo su esplendor,  es otra historia. Su conservación de turgencia y dureza es cuestión de voluntad, disciplina, ejercicio…en una palabra de quererlo para sí y para el gozo. Y no solo es una cuestión de estética, sino también de ética ¿A qué viene esto? ¿Otro chupito de ron? ¡Marchando…!