Meter
las patas
Santos
Rejas Rodríguez
Soy de los de cruzar las piernas. Ignoro si es por
genética, reflejo espontáneo o consecuencia de aquellos consejos, órdenes o
advertencias que las ascendientes familiares –abuelas, tías, madres- con
independencia del género y número, pero sí por el caso, es decir por ‘el si
acaso’, nos hacían al inicio del pollear: «las piernas bien cerraditas». Así
que los componentes de nuestra familia no somos de despatarre…en lo del sentar,
claro.
Dicho lo anterior me adentro en el charco cenagoso
del abrirse de piernas en boga y su inminente regulación, aunque quizás sea más
acertado decir desregularización del aperturismo pernil; del practicado por el
género masculino.
Usuario habitual del transporte público he
observado, en efecto, a personas abiertas de piernas que ocupan su asiento y
meten las patas, ambas por lo general, en los territorios colaterales. ¿Con la
habitualidad de hacer necesario un indicativo urbi et orbi de «piernas
cerraditas»? Si los expertos lo han considerado así, así debe ser.
Esperemos que los resultados sean más efectivos que
los actuales de «asiento reservado» para señoras embarazadas, ancianos o
personas con dificultades en la locomoción, que, salvo honrosas excepciones, no
respeta ni dios. El personal se adentra en los vagones como si no hubiera un
mañana para precipitarse al primer asiento libre. Una vez acogido en sagrado
unos se enfrascan en el móvil, otros en el libro y el resto en sus musarañas
interiores. Ninguno ve tripa de embarazo, muleta sustentadora o anciano
inestable. O si lo ven, como don Tancredo en la plaza: estatua sedente.
Me pregunto el porqué con anterioridad –en la edad
de piedra dirá algún lector- sin necesidad de indicativos ni reservas, se cedía
de inmediato a embarazadas, lisiados o simplemente mayores de edad, el asiento.
Y me pregunto de nuevo ¿por qué se ha perdido la costumbre? ¿Podría retornarse
a ella? ¿No sería conveniente averiguar las causas y tratar de restablecer esas
mínimas normas de convivencia? ¿El estudio exige un esfuerza neuronal del
que hoy se carece? ¿Esa incapacidad de
los controladores sociales es lo que les ha llevado a proponer un muñequito más?
Lógicamente estoy en contra de que un ser humano
limite e incomode el bienestar de otro. Pero cuestiono la eficacia del método
que pretende regular el despatarre. De lo que sí estoy seguro es que el día de
su inauguración, en la fotografía conjunta de los ingeniosos inventores, cada
uno querrá presumir de «yo he sido el ocurrente» y todos lucirán la sonrisa
habitual del «deber social cumplido» que tantas arcadas, incontenibles, provocan. Al tiempo…
P.D.- Un mi amigo, sabedor del tema que iba a
tratar, me ha rogado que proponga que entre los usuarios de los «asientos
reservados» actuales se añada una imagen de permitir sentarse a personas espatarradas.
Sufre una orquitis bilateral, insidiosa y contumaz. Reseñado queda, querido. Pero
no sé yo si…