La botella…
Santos Rejas Rodríguez
Al arrojar la
botella en el contenedor para vidrios, y sin duda porque se hallaba casi vacío,
se rompió y produjo un estruendo que llamó la atención de la señora que me
precedía. Se giró y a la media vuelta me arrojó un ¡¡¡huyyy, señooor!!! como una
bala del 45, magnum, que menos mal que ni siquiera me rozó y pude, ya frente a
frente, darle réplica con un educado: -señora, hace un momento le ha dicho al
señor que la acompaña que como le ha estado esperando tanto tiempo a la salida
del ‘furbo’ la han estado comiendo viva los mosquitos porque este año no han ‘furmigado’…y
yo no la he disparado un ¡¡¡huyyy, señooora!!!
Si las miradas fulminaran,
en ese instante habría llegado el fin de mi recorrer este mundo. Sentí como si
un florete atravesara mis carnes de pecho a cadera…
Ignoro, pero
sospecho, que así miraban las Harpías de la antigua Grecia rezumando crueldad y
violencia. Y sospecho, también, que puede que sea una de ellas redivivas, o una
Euménide o pariente próxima, que los griegos han dado en prenda a la unión
europea como garantía de que van a restituir al arca conjunta hasta el último
euro recibido hasta la fecha.
Mi ignorancia no
finaliza en ese punto sino en la duda de si en verdad se reciclan los vidrios
que arrojamos en los contenedores ad hoc y si todo el proceso es competencia
del Ayuntamiento de la capital. Si lo es, sólo decir que, ¡ay, señora
alcaldesa, hasta aquí he llegado! La próxima botella en bolsa y a la basura…no
más lanzamientos de riesgo. Al menos hasta que estas hijas de Zeus, o de
quienes sean, retornen a su cubil.