De olivos, sus aceitunas y otros frutos
Santos Rejas Rodríguez
«Caminante no hay camino, se hace camino al andar»,
dice una letra antigua, anterior a las calzadas que pusieron los romanos ya que
desde ese momento hicieron posible transitar menos penosamente.
Cuestión aparte es el transcurso del tiempo. Ese sí
que lleva a vivir lo novedoso, emocionante, insospechado y…equivocado. Hay
momentos en el caminar la vida, corte sincrónico lo llaman los lingüistas o
historiadores, que lo vivido te parece correcto, ético, ajustado al sentir
social y moralmente no reprochable. La equivocación te la ponen de relieve más
adelante, en otro corte de vida. Y entonces, despiadadamente, aquellos que han sido iluminados por la verdad, te lo restriegan por la propia cara estando tu presente y te hacen
ver lo inadecuado de la conducta de antaño…que, incluso, rozaba lo criminal.
Y voy al ejemplo del hecho que me aqueja. Siendo yo
niño, mi padre, para hacerme vivir la dureza de las labores del campo, me llevó
a la recogida de aceituna. Allí, mezclado con los olivareros y él mismo, fui
testigo del vareo, meneo y ordeño de los olivos con el fin de despojarlos del
fruto de sus preñadas ramas. Participé, lo confieso, en algún vapuleo y ordeño.
Con desgana, sí, pero fui connivente.
Entonces no era consciente, ni quizás lo fueran quienes
acolitaba, que estaba violentando a unos organismos vivos, sufrientes y
sufridos. Yo era un niño de los de entonces, si hubiera sido de los de ahora
habría dicho que fuera a la recogida de aceitunas su puñetera madre, y no solo
por la violencia ejercida, sino por aquellos fríos de las madrugadas de
noviembre que te congelaban desde las manos hasta el forro de los huevos, con
perdón.
Me arrepiento, con contrición, o sea con el
propósito, firme, de que en adelante las aceitunas, sevillanas o aragonesas, en
el plato, con un buen vino fino o del Vero…y donadas voluntariamente por sus
progenitores. Los olivos.
Tibi gratias ago Deo por hacer consciente mi
inconsciencia de aquellos tiempos o, como leí no sé dónde: «El tiempo pone a
cada bala en su sien».
Pd. Una curiosidad, aceituneros
altivos, ¿De quienes son los olivos? ¿Y las aceitunas?