Soledad…
Santos Rejas Rodríguez
Del tendedero
pende una braga solitaria. Lleva cuatro días de soledad. Quizás la usuaria se
olvidó de ella; o está ausente; o la ha dejado colgada como castigo por una
acción a destiempo: seguir protegiendo cuando no procedía o ausentarse en
momento inoportuno…
Llamó mi atención
cuando abrí la ventana de la habitación de hotel el día de mi llegada. Quizás
por ser la única prenda del tendedero…o por su color, verde acanalado, que
actuó como fase de semáforo permisivo al paso de miradas. Aun así la atención
prestada fue fugaz, de ojeo rápido. Los pormenores fueron añadiéndose en los
días posteriores por la persistencia de la braga pendiendo de la cuerda. Me resisto
a denominarla ‘braguita’, término que
denota alejamiento vergonzante para eludir su verdadero nombre y que recibe aun
cuando se trate de talla XXL…o más. Esta braga, sin el eufemismo innecesario, verde acanalada, es de
una talla mediana – inferior. Para culo estilizado y ausente de adiposidades o
estrías indeseadas, y, posiblemente, respingón. De los que a lo largo de
caminarlo por la vida provocará dolores en los bajos vertebrales de la usuaria. No se perciben
hilachas, desgastes ni decoloraciones en las zonas más críticas. Es decir, y en
resumen, tiene poco uso, y está limpia. Podría ser utilizada en el instante que
su dueña la descolgara…
Han pasado seis
días desde que dejé el hotel y continué viaje. En esta tarde incierta, pre
tormentosa, la forma de una nube volandera me la ha traído a la memoria. Y
mientras miro cómo va evolucionando hacia la montaña a la que finalmente
llegará, me pregunto: ¿Seguirá colgada aún? ¿Habrá encontrado monte en la que posarse y
retornado al uso protector para el que fue creada? Y de ser lo último ¿sin
rencores… o provocará escozores vengativos?
Destella el
primer relámpago. Trueno tardío, muy lejano… quizás de allende donde cuelga una braga. Tan sola.