Mírame
Santos Rejas Rodríguez
¡Le estoy dando bien!
me decía, a la par que pedaleaba. Minutos antes había culminado la ‘cima alpina’
y por ella me mantenía a buen ritmo. Seguro, pensaba, que entre los líquidos
que empapan la camiseta se encuentra parte de la glucosa que me sobra y,
quizás, algunos de los goterones que resbalan desde la frente arrastran
colesterol, por malo… todo ello bien aderezado por las endorfinas, que las
siento brotar como setas tras la lluvia. Y el pedaleo, con ese estar tan arriba,
se hizo más intenso haciendo crecer mi ritmo cardiaco a 118, o más.
Quizás, en la
ascensión, habría alcanzado alguna nube volandera si en ese instante, a través
de los auriculares, la música que me acompañaba en segundo plano no hubiera
sido sustituida por una letra protagonista: ‘Sin ti/no existe un sol ni una
flor…’ Por muy rápido que intenté saltar a la siguiente canción no pude impedir
que el ‘sin ti’ resonara en la cumbre congelando hasta el aliento.
La bajada comenzó
a rueda libre y la soledad del sin ti fue apagando la luz, helando la flor y regurgitando
rencores hacia ese buen dios de improbable existencia.
Si. Es cierto.
Hubo ocasiones del contigo ni sin ti; pero siempre, en los contigo,
encontrábamos remedios para las mutuas penas. En los sin ti, nunca. De ahí que
uno u otra, ambos, acortábamos la distancia que ineficazmente nos separara. Y
poníamos remedio, y aventábamos penas...
¿Cómo recuperar,
sin ti: la luz, el sol, una flor…la vida?
En el hoy
de tu ayer… mírame ¡Tan sin ti!