viernes, 24 de diciembre de 2021

Vulnerables

 

Vulnerables

Santos Rejas Rodríguez

—Abuelo, ¿Cuándo eras pequeño hacía tanto frío y tanto calor?

—Más, hijo, mucho más.

—¿Y eras vulnerable?

—¡Pero ¿Qué dices, hijo?!

—La tele dice que el frío y el calor hace más daño a la gente vulnerable.

—Por el precio de la luz, es tan cara que no se puede poner la calefacción eléctrica en invierno ni el aire acondicionado, caso de tenerlo, en verano.

—¿En tu casa de niño tenías aire acondicionado?

—Un ventilador de hierro, con aspas de color oro viejo. Cuando había luz mi padre lo enchufaba para remover el aire caliente. Y en invierno, bajo la mesa camilla, un brasero de picón…

—¿Y teníais piscinas?

—No hijo, y en muchas casas tampoco cuarto de baño ni ducha. Entonces se llevaba el barreño…y en sábado.



» En verano, los días que no cortaban el agua, por la sequía, regaban la calle y le gritábamos al hombre de la manguera: —«La manga riega, que aquí no llega», la enchufaba hacia nosotros y nos empapaba. Esa era la ducha de muchos niños.

—¡Pues entonces erais vulnerables!

—Sí hijo, sí. —Pero no lo sabíamos…

 

(A la memoria del Yayo Vicente, mi padre. Tan ausente…)

viernes, 3 de diciembre de 2021

 

PASAPORTE COVID

Santos Rejas Rodríguez

La nueva ola con nombre de alfabeto griego está al caer. Esta variante fue confirmada por el Instituto de Enfermedades de Sudáfrica la semana pasada. Ya ha viajado a Europa. Lo del mundo es un pañuelo, una vez más, se confirma. Y en Europa, y en otros países fuera de ese mapa, se vuelven a ajustar los machos. Como los toreros cuando salen a enfrentarse con toros bravos. La OMS la ha bautizado con el nombre de Ómicron. La razón, explican, es para no criminalizar al país donde se generó, cautela que no se tuvo con la gripe española, sambenito inquisitorial que desde entonces llevamos sobre la cabeza, como la Inquisición, que tampoco fue invento nuestro, al igual que el de la gripe, pero España no exige a quienes colgaron el capirote que nos pidan perdón. ¿Pá qué? ¡Lo pasao, pasao! Que diría el castizo.

Me mosquea, disculpen la expresión, que la letra elegida sea la decimoquinta del alfabeto. ¿Las variantes intermedias las hemos pasado? ¿Están en cuarentena? ¿Vamos a aprender a golpe de variante todo el alfabeto griego? ¿Pasaremos al cirílico después?

Mientras tanto, lo que más me inquieta, de esta variante y las anteriores, que siguen ahí llamando a la puerta, es la vacuna y el pasaporte COVID, que es adonde quería llegar pero necesitaba una introducción.

Creo en la eficacia de la vacuna y me parece un error que quienes, sin causa justificada de salud y teniendo acceso a ella, no lo hagan. Allá ellos, pero los vacunados también tenemos nuestro corazoncito latiendo. Y por eso creo que la exigencia del certificado de vacunación, pasaporte COVID, es insuficiente. Como merece mayor atención lo que sigue, utilizaré párrafo aparte.

En algunos países, y en comunidades del nuestro, se exige para viajar y acceder al trasporte público, a un local de hostelería o centro sanitario, por reseñar algunos, el certificado de vacunación o pasaporte COVID. Muy bien. Lo aplaudo. Pero ¿Qué pasa con el personal que atiende en estos lugares? ¿El sanitario que me atiende está vacunado? ¿El cocinero que prepara la comida de empresa es antivacunas, y el maître ? ¿Todo el personal de vuelo ha recibido la pauta completa de vacunación? ¿Quién supervisa estas circunstancias?



Me gustaría que al acceder, por ejemplo, a un hotel, cafetería, avión o AVE, centro facultativo... un inmenso cartel, informara: ¡En este local todo el personal ha recibido la dosis completa de la vacuna COVID! El no vacunado tiene sus derechos, faltaría más. Pero yo, vacunado, tengo los míos.

Y de cara a esta nueva ola, que ya está aquí, y a las anteriores, me planteo muy seriamente el acceder a un local que no exhiba a su entrada la información de que todo el personal que me va a atender está vacunado.

Es mi derecho. Y cuestión de vida…o muerte. O sea.