Arrieritos somos…
Santos Rejas Rodríguez
Desde hace unos días los
principales medios de comunicación, en especial los audiovisuales, agitan la
bandera de agresiones homófobas enarbolando la noticia de la sufrida por un joven
en un barrio madrileño a manos de unos cobardes hijos de puta encapuchados. ¡Bien!
Aplaudo y suscribo la condena de este hecho y similares, tengan o no la
gravedad del referido, sin paliativo alguno. Lo condeno sin dejar resquicio por
el que pueda adentrarse algún gilipollas con un si…pero.
Pero…, y sin aprovechar
fisura alguna, me ha sorprendido que en el mismo periodo en el que fue agredido
el ciudadano en Madrid, un acontecimiento ocurrido en Alicante en el que una
mujer, funcionaria ella, y al parecer por haber cumplido con su deber ante la
justicia y su centro de trabajo, ha sido agredida a la puerta de su casa por
otro grupo de sujetos también encapuchados. Y aquí no cabe la presunción de si
los agresores iban de caza o era premeditado. Iban a por ella.
El, pero…del párrafo anterior,
se refiere a mi sorpresa de que este acontecimiento haya tenido escasa o nula
trascendencia en la ciudadanía. No ya por el presidente del gobierno o el ministro del interior,
jefe de la agredida, no; suele ser normal en la atención al funcionariado. Me
sorprende que la noticia ni siquiera haya sido de interés en los pesebres de las
grandes cadenas de televisión, las que alimentan a tertulianos que todo lo
saben y a todo dios defienden o critican…si reciben la orden del amo que paga.
¿A la mujer agredida,
amenazada y sojuzgada, que ha cumplido con su deber como profesional y ciudadana,
le ha faltado publicitar su orientación sexual para ser objeto de atención y
justicia? ¿Sí?
¡Pues qué dios nos coja
confesados!