sábado, 21 de marzo de 2015

DESPEDIDAS

Despedidas

Santos Rejas Rodríguez

Tras veintitrés horas de angustia sumida en la negritud del silencio, huyendo del terror que está fructificando de unas semillas cuya paternidad nadie quiere reconocer, y creyendo que han llegado al último aliento de vida en esta tierra siempre temblorosa por las diferencias irreconciliables de los seres humanos que la pueblan, una pareja, que hasta ese momento ha vivido unida, se despide el uno del otro para, cogidos de la mano, encaminarse a un más allá que da pavor sólo con pensar que puede ser un calco de este más acá.

Tremendo y desolador que en nombre de un dios incomprensible unos sujetos decidan la muerte de sus prójimos, de quienes ni siquiera saben  cual es su religión, ni el color de su piel o el de sus  ojos…




Por fortuna la historia de la pareja del atentado de Túnez fue de final feliz, de película americana, de las de antes. No así para el resto de los diecinueve fallecidos, todos ellos víctimas, aunque de matiz diferente.

No he podido, ni querido, contener la emoción al ver a Cristina y Juan Carlos y escucharles  cómo se despidieron dando por finalizada su andadura, y que una sonrisa se dibujara en mi cara al verlos caminar juntos, unidos, mano con mano, ahormando su futuro.
Tampoco he podido evitar el pensamiento de las manos que, solitarias, recorren  calles.


lunes, 16 de marzo de 2015

Mediar o no mediar...

Mediar…¿o no?

Santos Rejas Rodríguez

Cuando ya crees que lo has visto todo, o casi todo, va don Eduardo y protagoniza un anuncio de pan de molde. Y la vida se relativiza y piensas que Einstein tenía razón, que el tiempo no existe y que la luz camina a velocidad superior a la del sonido y tiene peso, aunque leve, como el ser.

En esas andaba mi mente cuando un rugido estridente, salido de boca de varón, traspasó el espacio que nos separaba y me alcanzó: ‘-y para qué quiero yo esto sino tengo nada para meter en ella…’ graznaba a la vez que esgrimía una barra de pan como si fuera una escopeta del doce, apuntándola a otro ser. El semejante, o sea el interpelado, en rugido no menor en sonoridad, respondió: ‘-como vaya para allá te voy a decir lo que vas a meter y por dónde’.




Hay cosas de la vida que me incomodan, como es la falta de generosidad. Otras me repelen, la agresividad entre ellas. Y tiendo a atemperar situaciones en la que la violencia se presenta, interviniendo, mediando. En esta ocasión, conforme me aproximaba al de la barra de pan en esgrima, empecé a sopesarlo: rapado en cresta, fornido  y en camiseta de tirantes, congestión facial y mandíbula encajada. Así que me giré para contemplar al respondón por ver si…ejem: un calco. Un poco más bajo en estatura vertical. En la horizontal más fornido, con unos brazos de grosor como el doble de mis piernas, juntas…o más. Y unos ojos saltones empujados por una sangre en ebullición.
Mi buen amigo interior me dijo, prudente él: ¿Porqué no dejas que con su pan se lo coman? Que ya tienes una edad…Y sin ni siquiera responderle, fuime.

domingo, 8 de marzo de 2015

Regresos y reencuentros...

Regresos y reencuentros…

Santos rejas Rodríguez


Un matiz de luz, el trino de un pájaro, el olor a romero o jara florida puede ser el detonante de la evocación de un recuerdo, de una promesa, de una vivencia. Respuesta emocional condicionada, la llaman los psicólogos pretendiendo explicarla.

También el color. El blanco que predomina en esta cafetería. El blanco de bata sanitaria con aromas de asepsia ha eclipsado el entorno dejándome frente a ti. Sonriente. Con la sonrisa de la incertidumbre, la del miedo contenido, disimulado, para que no me alcance y no sienta dolor: tu dolor.  Domesticado y de tu mano para protegerme sabiéndome el más débil dentro de la fragil fortaleza que nos habíamos construido.


El brillante color me ha catapultado al vacío haciéndome retornar a aquellos tiempos en que aún creíamos que la victoria era posible. Que aún cabía la esperanza…

Y ahora que estás  aquí, separados únicamente por la distancia inconmensurable de la eternidad, sintiéndote en carne viva, aprovecho para decirte que todo lo que no seas tú sigue sin interesarme  y que lo que me aleja de ti cada vez me resulta más hostil…

La cortina de batas blancas se iza y me deja  ausente de tu mano, amiga. Y de nuevo al camino. A solas con tu sonrisa. Otra vez…

martes, 3 de marzo de 2015

Promesas

PROMESAS

Santos Rejas Rodríguez

Infrecuento catedrales, iglesias y capillas. En especial si el acudir a uno de estos recintos es para cumplimiento social, o sea: ver o ser visto; dar o recibir condolencias o parabienes. Quienes me conocen disculpan mi ausencia. A cambio saben que están exentos de acudir cuando me toque ser protagonista del evento.
Escrito lo anterior, debo reconocer que en algunas ocasiones, muy contadas, me embarga una apetencia similar a la del diabético cuando siente la necesidad de ingerir azúcar. El cuerpo –pues me resisto a atribuir el impulso a otras instancias no palpables por los sentidos- me incita a refugiarme en sagrado. Busco entonces una iglesia perdida, recoleta, donde los únicos ruidos sea el crujir de la madera vieja o el tropezar en eco del feligrés de andares inciertos.
Mis pasos me han encaminado a una iglesia a la que me llevó el azar  –va para ocho años-  y que me recibió de manera mágica con una misa cantada en gospel.


Hoy, al adentrarme en ella me llega, nítido y claro, ‘buscad y hallareis’, ‘pedid y se os dará’…
 Termina el oficio religioso y sigo sentado en mi solitario banco. Las palabras del oficiante ocupan mis reflexiones.  ¿promesas? ¿de obligado cumplimiento? ¿o forman parte de un programa de elecciones? ¿envueltas en incienso?

Una tos discreta, un apagado de velas, me invitan a salir del templo. Y de nuevo en la calle. A caminar esperanzas.