Despedidas
Santos Rejas Rodríguez
Tras veintitrés horas de
angustia sumida en la negritud del silencio, huyendo del terror que está
fructificando de unas semillas cuya paternidad nadie quiere reconocer, y
creyendo que han llegado al último aliento de vida en esta tierra siempre
temblorosa por las diferencias irreconciliables de los seres humanos que la
pueblan, una pareja, que hasta ese momento ha vivido unida, se despide el uno
del otro para, cogidos de la mano, encaminarse a un más allá que da pavor sólo
con pensar que puede ser un calco de este más acá.
Tremendo y desolador que en nombre
de un dios incomprensible unos sujetos decidan la muerte de sus prójimos, de
quienes ni siquiera saben cual es su
religión, ni el color de su piel o el de sus ojos…
Por fortuna la
historia de la pareja del atentado de Túnez fue de final feliz, de película
americana, de las de antes. No así para el resto de los diecinueve fallecidos,
todos ellos víctimas, aunque de matiz diferente.
No he podido, ni querido,
contener la emoción al ver a Cristina y Juan Carlos y escucharles cómo se despidieron dando por finalizada su
andadura, y que una sonrisa se dibujara en mi cara al verlos caminar juntos,
unidos, mano con mano, ahormando su futuro.
Tampoco he podido evitar el pensamiento
de las manos que, solitarias, recorren calles.