9 de noviembre…
Santos Rejas Rodríguez
Escribo mientras me debato entre la casualidad y el
determinismo. Muy de mañana he probado mis nuevos auriculares bluetooth. Como
si hubiera estado al aguardo se coló en mis oídos clara y nítidamente: ‘Quien
cada nueve de noviembre, como siempre sin tarjeta…’
Sí. En efecto. El ramito de violetas. ¿Casualidad
escucharla precisamente hoy? ¿Determinismo acaso? Quizás mezcla de ambas. ¡Qué
ganas le tenía yo a esta canción! Puede que desde los tiempos que se la escuché
a Cecilia en su versión almibarada y dulzona.
Hoy ha sido la adaptación de Manzanita la escuchada.
Aunque en ambas interpretaciones la letra es un
parangón de infidelidad e incomunicación, la del cantante tiene un matiz que ha
restado parte de la indignación que siempre me produjo al escucharla. Un matiz
cuya entonación me ha llegado a alguna cuerda sensible del interior cuando canta
lo de: ‘y cada tarde al volver su esposo, cansado del trabajo va y la mira de
reojo…’ Ese ‘va y la mira de reojo…’ es una figura plástica que cala.
Pero enseguida me pregunto y le digo a él: ¿Por qué
no la miras de frente y pones tus ojos en sus ojos? ¿Por qué el ramito de violetas
no son tus dedos, hechos mano, transmitiéndole ternura? ¿Escuchas los silencios
de su corazón, los entre latido y latido, llenándoselo de esperanza? ¿Haces que se
sienta querida sin necesidad de cartas anónimas o carencia de tarjeta en el ramito de violetas? ¿No puedes convertir tus
poemas en palabras susurrantes que la hagan brillar los ojos? ¿Acaso no puedes asirte
a su mano y, compartiendo risas, correr unidos hacia el horizonte infinito?
Mis preguntas hacia ella, la condenso en un solo
interrogante: ¿Por qué callas y no dices nada?
Claro que, me digo y consuelo, este modo de relación
de pareja, de silencios e incomunicación, de infidelidad de pensamiento, se
daba allá en los tiempos del Pato Donald. Hoy las parejas son diferentes:
comunicativas, sinceras y fieles en pensamiento y obra. Estamos en una era nueva,
en la de Donald Trump…¡ay!