Agua fría
Santos Rejas Rodríguez
Cuando un recuerdo brota de improviso y te pilla con la
guardia baja, -o sin guardia alguna, lo que es peor- se humedecen los hondones
y empapa hasta el alma.
Días pasados al abrir una caja que, en teoría, custodiaba
negativos de fotografías de mis padres, escaparon de ella como si fuera la de
Pandora, unos estuches de película rotulados «Santi Rejas», con mi letra de
cuando yo era «Santi». Los acontecimientos suelen arracimarse. Casualidades, dirían hombres, y mujeres,
de poca fe. Poco tiempo anterior a este acontecimiento un entrañable amigo me
había «represtado» un escáner. Y sí, lo han adivinado: positivé los negativos.
Y allí estaba yo, en compañía de un amor que no ha tenido
fecha de caducidad porque se trasmutó en imposible…
Vivir en el pasado, alimentarse de recuerdos, tiene tanto
riesgo como el de aproximarse a un agujero negro: te engulle e impide continuar
caminando la vida, aunque a veces lo sea a trompicones.
Salir de compras es el bálsamo de Fierabrás de la sociedad de consumo que nos consume.
Atempera soledades, reduce la ansiedad y mitiga penas. En falso, claro. Pero
con un efecto inmediato salvífico. Desfibrilador.
No sé si por pulsión interna desconocida o porque mis hermanos están pateando el glaciar
de Perito Moreno me decido a comprar una bufanda. Y con dos de ellas entre mis
manos escuché la voz: «—Muy bonitas». La mujer me mira y sonríe. — ¿Cuál de
ellas?, pregunto. «— ¿Para ti?». —Sí.
Se acerca, dobla una y otra, las va
poniendo bajo mi barbilla, mira…«—Esta me gusta más y te queda mejor». Y me
explica, en español italianizado, la calidad del tejido y me encomienda que al
lavarla lo haga a mano y con agua fría.
Me encamino hacia la Caja mientras ella, en unión de su
pareja, continua las compras. Y pienso: ¿Porqué cuando una persona agradable,
mujer, se cruza en el camino, y tiene unos ojos tan negros y profundos que si
te adentras en ellos no podrías salir, siempre está acompañada?
Pregunta
retórica, claro, pero que me habría vuelto a conducir a un laberinto con salida
en nuevas compras de no ser porque, al
girarme, la mujer de ojos negros y sonrisa contagiosa, al tiempo que dice adiós
con su mano libre me recuerda: ¡Con agua fría, no te olvides!
Remedio que despierta un sonreír de adentro y hace hueco para lo porvenir…