domingo, 18 de octubre de 2020

Drama o tragedia, esa es la elección

 

Drama o tragedia, esa es la elección

Santos Rejas Rodríguez

Estudié el bachillerato en un instituto. Avanzado para la época, debo añadir, porque superado el elemental (cuarto curso y reválida) y en el fogoso inicio de la adolescencia de entonces, la de ‘quince años tiene mi amor’, las clases eran mixtas. Alumnos y alumnas, chicos y chicas, juntos y en armonía, compartíamos aula. Quizás, por esa circunstancia, se denominaba ‘bachiller superior’ al ciclo que comprendían los cursos quinto, sexto y preuniversitario.

Un pero: Pese a esta característica por aquel entonces tan libertaria, el instituto estaba sometido a la influencia del nacional catolicismo imperante. Llegada la ‘pascua florida’ había que doblegarse a los llamados ejercicios espirituales, cuya descripción no es asunto de este aquí. Sí tengo que confesar que algunas de las prédicas recibidas en dichos ejercicios del allí, acojonaban, con perdón, pero es que acojonaban, al menos a los chicos; a las chicas no sé qué expresión utilizar para el sentir de sus miedos. Los “no te mires, no te toques…es pecado mortal. Hay besos que también lo son y, si mueres sin confesión vas de cabeza al infierno por toda la eternidad”.

Me acongojaba más lo de “por toda la eternidad” que el infierno. La idea de un infinito sin fin no tenía hueco en mi mente. Sigo igual.

¿Era o no cierto lo de ir al infierno? No hay evidencia científica que lo demuestre, pero la información, la advertencia para navegantes-adolescentes ahí quedó y, para algunos, en forma de trauma para toda la vida, o sea para su eternidad del vivir.


Llegamos al momento histórico del aquí y ahora, la época del Covid-19. La prédica ha cambiado: “Lávate las manos, usa mascarilla, guarda la distancia, no hagas grupos…porque si no cumples las normas puedes morir”. Diferencia con la letanía de los ejercicios espirituales: ¡que este discurso sí tiene soporte científico!

La elección, pues, es cumplir o no cumplir lo que científicamente se predica. Quien no hace caso, se contagia y muere, con su pan se lo coma, ha sido su decisión. Suicida, claro. Drama impropio porque hay muerto, pero ha sido por propia mano. Posiblemente sucia.

 Ahora bien, si este mismo ciudadano o ciudadana, adolescente o adulto, sabedor de las normas a seguir, las incumple por su santa voluntad, se infecta y contagia a un ser humano causándole la muerte el drama pasa a tragedia. Puede que por haber matado a un prójimo no vaya al infierno, pero sí, por homicida, tiene que ir a la cárcel. Si no por toda la eternidad, al menos por una temporada. Larga.

sábado, 3 de octubre de 2020

Las tinieblas y...

 

Las tinieblas y…

Santos Rejas Rodríguez

El título de la digresión que sigue es parte de lo último publicado bajo el nombre de Kent Follet, Las tinieblas y el alba. He tenido que contener las ganas de poner por título ˂Las tinieblas y el despertar de Ama Rosa˃.
Para los lectores, y lectoras, que no sepan de qué va lo de Ama Rosa, o sea prácticamente el cien por cien, les traslado una breve reseña de lo que informa sobre esta Ama la Wikipedia:

Entre los seriales de mayor éxito emitidos en España, entre los años cuarenta y sesenta, destacó Ama Rosa. La trama de este serial radiofónico narra las desventuras del personaje principal, Rosa Alcázar, una viuda que ante una muerte inminente decide dar a su hijo en adopción. Lo deja en manos de una familia adinerada, los De la Riva, una pareja que acababa de perder a su bebé. El médico, Rosa, y el marido de la mujer deciden mantener esta adopción en secreto a fin de que la mujer no se entere de que acaba de perder a su hijo al darlo a luz. A cambio, Rosa es contratada como "ama" de la casa, y podrá ver a su hijo todos los días, con la condición de que nunca desvele la identidad de la madre. Ama Rosa finalmente no muere, y durante todo este tiempo tiene que aguantar los desprecios de su hijo, un joven adinerado y malvado, que la trata como una sirvienta. No será hasta el final del serial, cuando el joven esté en su lecho de muerte cuando descubra que Ama Rosa es en realidad su madre.



¿Se han hecho una idea? Cuando yo era niño, muy niño, pero ya con ciertas entendederas, veía a mi abuela, Catalina, o algún miembro mayor de la familia o amistades pegados a la radio escuchando el serial, solía decir: ¿dándole al culebrón? Pues en ˂esta alba˃ debo rectificar: era una culebrilla, el culebrón es lo que ha endilgado el Sr. Follet, autor -que yo sepa no ha negado su autoría-de Las tinieblas y el alba. No cabe ni un pasaje dramático o trágico más. Si Ama Rosa, en su lecho de muerte, hubiera leído esta historia seguro que moriría en paz y dando gracias por lo feliz que había sido su vida y la buena persona que era su hijo y el buen trato recibido de él.

Para ser justo tengo que destacar dos aspectos positivos en estas tinieblas: el primero es que rebaja la ansiedad de lo leído con el recurso del sexo que, obviamente, va en proporción con la tragedia, por lo que dos de sus personajes hacen el amor cinco veces a lo largo de la noche…si mi amigo Antonio, legionario de los de antes, no hubiera fallecido,  ya no podría presumir de sus tres veces la vez que regresó a casa tras unas largas maniobras en el desierto.

El segundo positivo es que me regalaron el libro…Amiga, gracias, tu no lo sabías. He quitado la hoja en la que pusiste la dedicatoria y, como al descuido, he dejado el resto sobre un banco, no se lo he querido pasar a nadie conocido. Hay gente muy intolerante. Y vengativa.