domingo, 28 de septiembre de 2014

AÑUSGO

AÑUSGO

Santos Rejas Rodríguez
 

Acababa de escribir, de tirón, dos hojas del  cuaderno. No es cuestión baladí cuando se lleva unos días atascado en la novela de tu vida…de la mía, me refiero.
¿El detonante? La temperatura, el sol, el vinillo de la ribera y, quizás, que mi camarero habitual no está hoy y no me ha entretenido con sus interesantes puntos de vista. No ha librado, no. Un esguince parece ser el motivo. En otra ocasión trataré de los esguinces y su relación con el inconsciente.
Hoy mi atención ha sido, y sigue, atrapada, con la imagen en la que se posó mi mirada al levantar mis ojos de la cuadrícula. A escasos metros de mi copa de vino vi llegar a una mujer y un chico. Con precisión de expertos en la tarea, el chaval, de unos diez o doce años escasamente desarrollados, extendió sobre el reborde de la acera un plástico endurecido. Mientras tanto la mujer, en una cuarentena cincelada en granito, desprendió de sus anclajes la papelera cercana y fue a verter su contenido cuidadosamente, como cosecha de fresas, encima de la improvisada alfombra grisácea.
Cada cual por su extremo fue seleccionando lo que le parecía y lo echaba en sendos carros de los que se utilizan para la compra…


Apenas tuve valor para mirarlos a la cara. No soy antropólogo ni tenía a mano el teléfono de la doctora Temperance Brennan para preguntar. Por sus rasgos, y, en especial, por su mirar de orgullo no vencido, supe que eran españoles, seguramente madrileños, quizás casi vecinos…  No sé si la escena, o la aceituna que estaba en mi boca, me produjo un añusgo que aún no se me ha deshecho cuando esto escribo. Y una lágrima contenida. O más…


(Publicado el 27 de setiembre del 2014, en nuevatribuna.es http://www.nuevatribuna.es/opinion/santos-rejas-rodriguez/anusgo/20140927084255107593.html )

martes, 23 de septiembre de 2014

Paradas provisionales

Paradas provisionales…

Santos Rejas Rodríguez

Salía yo de comprar un cartabón cuando empezaron a caer las primeras gotas de una lluvia que se convirtió en torrentera antes de llegar a la parada del autobús… Como era de las provisionales, que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto de moda por su afán innovador y de vanguardia, no ofertaba cobijo alguno. Imitando a otros ciudadanos que carecían también de paraguas, aparté la valla protectora de la parada en obras y me resguardé bajo su techo.
De haber coincidido en un ascensor la dinámica del grupo del refugio hubiera estado presidida por el silencio y un mirar a ninguna parte. Quizás algún carraspeo. Pero al estar en un lugar abierto y no suspendidos en el vacío, cada cual estuvo a lo suyo. Y lo suyo, lo de la chica de mi vera, rozando la veintena y con un atractivo pin pegado a la aleta izquierda de su nariz, era ¡Descartes! Como lo leen e, imagino, que con la misma sorpresa que yo lo escuché…


A su interlocutor(a) telefónico le hablaba de la mente y el cuerpo, la materia y el espíritu, con rigor y un léxico rico, sin emplear ni una sola vez ‘tío o tía’ o palabras de las denominadas, en el siglo pasado, ‘malsonantes’, ustedes me entienden.
¡Flipé, tíos¡ ¡Alucinante, tías! ! ¡Rayado total me quedé!

Llegó mi autobús y no había escampado. Mientras me alejaba de ella, cartabón bajo el brazo y zapatos empapados,  me dije: si pensamos  seguiremos existiendo. Puede con todas las crisis. Seguro...

lunes, 15 de septiembre de 2014

Cuando el diablo...


Santos Rejas Rodríguez

¡Qué mañana me has dado, Perales! Yo pedaleando kilómetro tras kilómetro y tú a piñón fijo una canción tras otra. Ni un mal arcén para detenerme y cambiar el archivo de música del MP3 que, como era de estreno, ni manejarlo sabía sin soltarme de las dos manos. Ya sabes lo limitados que estamos los hombre para realizar tareas a la vez, y lo de usar ambas manos, seguir pedaleando y fijar la vista en el aparatejo y la carretera, ¡chungo total! Pensar ya es otra cosita…
Como suele ser habitual, un bien sobrevino. La canción de Samaritanas del amor me ha dado una idea para la novela que tengo en ciernes…ya saldrá el peine en su momento y te contaré José Luís.
Como los acontecimientos, buenos o malos, suelen ir también emparejados, hoy está de libranza mi camarero. El sustituto no habla. Gesticula. Con amabilidad, eso sí. Debe ser en compensación a la locuacidad del titular del sector de mesas que suelo ocupar o, como este campo le es ajeno, no lo cultiva.


Así que entre la presencia de Perales y la ausencia de mi camarero se me ha ocurrido hablar de mi madre, que se ha empeñado en ir despidiendo amigos,  conocidos y allegados y al final no va a tener de quien hablar, que esté vivo: Pertegaz, Carmen Hornillos, Alex Angulo…por no citar a Lauren Bancall, esa mitad de Humphrey, que era una de sus ídolos. Y ahora Botín, de repente, y, por la ley del emparejamiento como aseguraría  mi camarero, el señor Álvarez, don Isidoro, dejando a todo El Corte Inglés en el luto del final de las rebajas de verano…¡madre, que te estás quedando sola! Un beso.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Coincidencias emparejadas...o así

Coincidencias emparejadas…o así

Santos Rejas Rodríguez

El tema de hoy de mi camarero de terraza es una rama de árbol desgajada. Por Vallecas, me ha parecido oírle.  Una rama de árbol ha caído sobre un transeúnte, aplastándolo. Debía ser un tronco de considerable tamaño y peso.
En trance de regresar a mi tarea novelística el camarero pasó de la información a la relación, a la coincidencia de sucesos, poniendo ejemplos y comenzando por unir la caída de la rama de Vallecas con la que recientemente se desprendió de otro árbol en el Parque del Retiro matando, también, a otro hombre que casualmente estaba debajo. Después, con la precisión sorprendente, aunque vete a saber si no es doctor cuántico empleado ‘en lo que salga’, relató accidentes consecutivos de aviones, de camiones volcados y de transeúntes atropellados en pasos de peatones…concluyendo que, ocurrido un suceso, de inmediato le sigue otro de semejantes características, como si hubiera una ley de emparejamiento.
 Quien parece ser el jefe de terraza, con modos y ademanes inequívocos, cortó la disertación al relator bajo excusa de que tenía varias mesas desatendidas. (¿Envidia pura?)


El hueco de silencio fue aprovechado por una interrogante que se me coló de vete a saber, y que más o menos, expresado en palabras, preguntaba ¿será cierto que a un suceso le sigue otro de características idénticas? ¿A la decisión de Ana Botella de no presentarse a las elecciones le seguirá otra semejante? ¿Decidirá Rajoy no presentarse a las generales? ¿De modo irrevocable y para siempre?
Ya le diré a mi camarero si sus observaciones tienen una base científica, aunque claro, en la política las variables intervinientes pueden trastocar hasta la teoría de la relatividad…sniff

(Tras escribir lo que antecede, y enviado al periódico, leo que la actriz Molly Glinn muere tras sufrir un golpe en la cabeza por una rama desprendida de un árbol mientras paseaba con su marido en Chicago…tenía 46 años. D.e.P.)

domingo, 7 de septiembre de 2014

ORDEN

Orden

Santos Rejas Rodríguez

Mientras intento hilar ideas y convertirlas en texto para mi próxima novela (¡!) no puedo evitar que llegue hasta mis oídos, y escuche, la conversación que el camarero que sirve la mesa adyacente a la mía sostiene con los comensales de la misma.
‘- Que el sueldo de cada madero nos cuesta mil quinientos euros, y los pagamos entre todos. Y van tres o cuatro para coger a estos rumanos o lo que sean que llegan de Francia, porque allí los echan, y se vienen a España. Que aquí les sale gratis robar en el metro, en las tiendas o en los cajeros. Los cogen y los sueltan y no les pasa nada y siguen robando. Que lo que tenían que hacer es expulsarlos, como hacen los franceses y que se vayan a su tierra, o donde sea…y no por racismo, que no. Sino por poner orden, que lo que este país está necesitando es que se ponga orden…’


Creo que he transcrito, casi al pie de la letra, la proclama del camarero impulsado por la visión de un grupo de extranjeros que pasaban por la terraza y a los que de inmediato calificó de ‘rumanos’, vete a saber porqué. Los comensales, cuatro en total, de una edad media en la treintena avanzada, currantes todos,  que degluten el menú del día para continuar con la jornada completa, o más, aunque se la estén abonando como media, o menos, no sólo asienten vigorosamente, sino que hacen aportaciones a lo dicho por el camarero que no me atrevo a poner sobre este papel, pero casi todas relacionadas con la ley, por su ausencia,  para ceñirme a la verdad…
Será cierto, me pregunto, que en este país, mi País, ¿Hace falta orden?  ¿En lo de los ‘rumanos’ o similares del camarero? ¿Es ese el ‘problema’ que perciba el ciudadano de a pie? ¿El de los extranjeros mendigantes?  ¿El de los saltos de valla con o sin concertinas? ¿O el paso del estrecho y la labor humanitaria de los Cuerpos y Fuerzas con mujeres embarazadas o niños de patera? ¿Serán técnicas de distracción para que nos olvidemos del paro, la banca, los chorizos que han hecho de la política su medio de vida? ¿O de los fraudes fiscales que van pasando al olvido? Y me pierdo en un marasmo de interrogantes.

Aprovecho que el camarero me mira para pedirle un vino de Rioja porque el que estaba tomando, de Ribeiro, se ha calentado, y mientras me lo sirve estoy a punto de decirle que se puede, que podemos y debemos, exigir que se ponga orden… en las prioridades. O intentarlo…