AÑUSGO
Santos Rejas
Rodríguez
Acababa de
escribir, de tirón, dos hojas del
cuaderno. No es cuestión baladí cuando se lleva unos días atascado en la
novela de tu vida…de la mía, me refiero.
¿El
detonante? La temperatura, el sol, el vinillo de la ribera y, quizás, que mi
camarero habitual no está hoy y no me ha entretenido con sus interesantes
puntos de vista. No ha librado, no. Un esguince parece ser el motivo. En otra
ocasión trataré de los esguinces y su relación con el inconsciente.
Hoy mi
atención ha sido, y sigue, atrapada, con la imagen en la que se posó mi mirada
al levantar mis ojos de la cuadrícula. A escasos metros de mi copa de vino vi
llegar a una mujer y un chico. Con precisión de expertos en la tarea, el
chaval, de unos diez o doce años escasamente desarrollados, extendió sobre el
reborde de la acera un plástico endurecido. Mientras tanto la mujer, en una
cuarentena cincelada en granito, desprendió de sus anclajes la papelera cercana
y fue a verter su contenido cuidadosamente, como cosecha de fresas, encima de
la improvisada alfombra grisácea.
Cada cual
por su extremo fue seleccionando lo que le parecía y lo echaba en sendos carros
de los que se utilizan para la compra…
Apenas tuve
valor para mirarlos a la cara. No soy antropólogo ni tenía a mano el teléfono
de la doctora Temperance Brennan para preguntar. Por sus rasgos, y, en
especial, por su mirar de orgullo no vencido, supe que eran españoles,
seguramente madrileños, quizás casi vecinos… No sé si la escena, o la aceituna que estaba
en mi boca, me produjo un añusgo que aún no se me ha deshecho cuando esto
escribo. Y una lágrima contenida. O más…
(Publicado el 27 de setiembre del 2014, en nuevatribuna.es http://www.nuevatribuna.es/opinion/santos-rejas-rodriguez/anusgo/20140927084255107593.html
)