lunes, 15 de septiembre de 2014

Cuando el diablo...


Santos Rejas Rodríguez

¡Qué mañana me has dado, Perales! Yo pedaleando kilómetro tras kilómetro y tú a piñón fijo una canción tras otra. Ni un mal arcén para detenerme y cambiar el archivo de música del MP3 que, como era de estreno, ni manejarlo sabía sin soltarme de las dos manos. Ya sabes lo limitados que estamos los hombre para realizar tareas a la vez, y lo de usar ambas manos, seguir pedaleando y fijar la vista en el aparatejo y la carretera, ¡chungo total! Pensar ya es otra cosita…
Como suele ser habitual, un bien sobrevino. La canción de Samaritanas del amor me ha dado una idea para la novela que tengo en ciernes…ya saldrá el peine en su momento y te contaré José Luís.
Como los acontecimientos, buenos o malos, suelen ir también emparejados, hoy está de libranza mi camarero. El sustituto no habla. Gesticula. Con amabilidad, eso sí. Debe ser en compensación a la locuacidad del titular del sector de mesas que suelo ocupar o, como este campo le es ajeno, no lo cultiva.


Así que entre la presencia de Perales y la ausencia de mi camarero se me ha ocurrido hablar de mi madre, que se ha empeñado en ir despidiendo amigos,  conocidos y allegados y al final no va a tener de quien hablar, que esté vivo: Pertegaz, Carmen Hornillos, Alex Angulo…por no citar a Lauren Bancall, esa mitad de Humphrey, que era una de sus ídolos. Y ahora Botín, de repente, y, por la ley del emparejamiento como aseguraría  mi camarero, el señor Álvarez, don Isidoro, dejando a todo El Corte Inglés en el luto del final de las rebajas de verano…¡madre, que te estás quedando sola! Un beso.

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