Olvidos
Santos Rejas Rodríguez
¿Cuál es la razón, me preguntaba, por la que el
género masculino porta la fama de incapacidad para hacer varias cosas, e
incluso solo dos, al mismo tiempo? ¿Existe algún estudio empírico irrefutable?
¿Afecta a todo el género o únicamente a algunos de los seres varones? ¿Más o
menos varoniles o es indiferente el grado? ¿Excepciones a la regla o la causa
incapacitante, precisamente, es la ausencia de regla?
Mientras en un lugar de la mente, cuyo nombre ignoro,
vagaban estas interrogantes, en otro escuchaba música y, ya en lo externo, me
entretenía vaciando unas bolsas que contenían libros. Míos. De otras épocas de
mi vivir. Recién llegados a mi presente. Tenía formado tres montones con los ya
extraídos: Para regalar, conservar y quemar en la chimenea el próximo invierno,
respectivamente. Y entonces sucedió.
Suelo abanicar las hojas de los libros cuando los
reviso. Pretendo con ello recuperar posibles recuerdos atesorados entre sus
páginas: un calendario vivido, la servilleta de la cafetería del entonces o la
hoja de aquel almendro en flor…Revoloteando, a cámara tan lenta que pude
entrever su rostro y el mío antes de posarse en el suelo, llovió la fotografía.
Y el Sur, como un amanecer de verano, inundó el
espacio. El externo y el interno. Los escasos resquicios que quedaban los fue
rellenando, inmisericorde, el canto de el Cigala: ‘se me olvidó que te
olvidé/Se me olvidó que te dejé/Lejos muy lejos de mi vida/Se me olvidó que ya
no estás/Que ya ni me recordarás/y me volvió a sangrar la herida…’
Mucho más tarde, en la madrugada de un despertar
saciado de sueño, en los albores del día aún por escribir, me decía: ‘la verdad
no sé por qué, se me olvidó que te olvidé, a mí que nada se me olvida…’
Y una lagrimilla, preñada de esencia de añoranza,
fue deslizándose hacia la almohada en busca de reposo. Sin prisa alguna por
llegar…