Tarde de verano
Santos Rejas Rodríguez
¿Los adolescentes de hoy se ponen nerviosos y
expectantes cuando tienen una cita? ¿La ansiedad invade su espacio mental sin
piedad ni tregua? ¿La impaciencia va conquistando terreno poquito a poco como un Napoleón invasor? Me refiero, claro
está, a un encuentro con quien ha despertado
un interés especial que hace única a la persona de la cita.
El recuerdo de las horas que mediaban hasta culminar mi cita quinceañera aun levantan ampollas…virtuales ahora,
sí, pero no por eso dejo de sentir un estremecer agridulce en los hondones, reflejo de la carne viva de entonces.
¡Ay, adolescencia! Me refiero a aquella. Ahora no lo sé, y de ahí
mis interrogantes iniciales.
¿Se pierde la capacidad de soñar tras la
adolescencia? ¿Se adormecen ilusiones cuando se crece en años? ¿Es el resultado
por haber dejado de alimentar al alma, o como se llame el órgano del sentir, con sueños e ilusiones?
Puede, me digo, que sin una ilusión, sin un «pellizco»
en los interiores, sin ingenuas mariposas revoloteando por espacios
indetectable a resonancias ni rayos x, se puede vivir pero ¿existir?
…Pues eso, que el largo y cálido verano, como
en aquellos entonces, puede que siga abriendo puertas a encuentros que hacen
olvidar los calores del día y soñar amaneceres.