De la memoria y tal…
Santos Rejas Rodríguez
Cuando puedo, que suele ser cinco días a la semana,
acudo a un gimnasio. No para cometer excesos, que no: cinta corredora,
bicicleta, pesas… ejercicios para castigar gemelos, abductores, bíceps,
dorsales…abdominales no, por si las hernias, que dicen son muy dañinas y
costosas de mantener. En menos de dos horas dopado y el almacén lleno de
endorfinas.
Mi sala de ejercicios se rotula ‘De musculación’,
aunque es evidente que se permite el acceso sin estar musculado. En otra vecina
a ella, a las órdenes de un monitor, grupos de personas hacen ejercicios.
Pilates, creo. La edad media de los gimnastas debe rondar los ochenta años con
una desviación típica de cinco puntos, más o menos. Atreverse a practicar a
esas edades los movimientos que he visto realizan es digno de elogio… y
moderada preocupación. Existen desfibriladores en el Centro.
Uno de los días, al finalizar mi entrenamiento,
coincidí en la zona de las taquillas roperas con los usuarios de Pilates. Pude
observar que más de una persona iba probando la llave en diferentes casilleros
hasta dar con la suya. Una de las comprobadas fue la situada junto a la mía: ‘-No
recuerdo el número de mi taquilla’, me dijo. ‘–Cosa de la edad’, añadió.
Por mi natural timidez, la desgana en hacer nuevas
amistades y, lo que es más importante, desconocer la profundidad del charco en
que puedes meterte, respondí con una media sonrisa y gesto ambiguo, de los que
no dicen nada ni a favor ni en contra.
Pero mi
curiosidad, escasa por lo general, se despertó. Procuré coincidir con el grupo
observando que, en todas las ocasiones, más de uno de sus componentes buscaba
el almacenaje de sus enseres probando la
llave en diversas taquillas hasta dar con la suya. ¿Pérdida de memoria?
¿Olvidos por la edad?
Una conclusión precipitada diría que sí. Pero mi
estudio empírico tenía más alcance. A lo largo de la investigación pude
constatar que ninguno de los pilateros olvidó retirar la moneda depositada en
el casillero de la taquilla. Nunca jamás. Ni uno. ¿Un euro despierta la memoria
más recalcitrante? ¿O es la atención la que la espabila? ¿Prestando atención al
elegir taquilla se recordará después el número de la misma?
En otra ocasión hablaremos de la atención y la
memoria. Una pareja que, como todas las de la vida, hay que cuidarla. La una de
la otra y viceversa. Con mimo y cariño. De ese modo, quizás, no cabrá la duda
sobre la llave que la abre… o la cierra. Y posiblemente sin euros por medio… ¿O
sí? Uf, en menudo charco me acabo de meter.