Silencios y reencuentros
Santos Rejas Rodríguez
Aprovecho la bonanza del día y una terraza bajo
arbolado, solitaria, para corregir, repasar y mutilar el primer borrador de mi
próxima novela a editar…Dios mediante.
Hay silencios que resuenan como aldaba repicando en
puerta de fortaleza. Ignoro el tiempo que hace que una pareja ha ocupado la mesa
cercana. No recuerdo haberlos visto llegar. Sin duda la concentración en mi
tarea me tuvo protegido hasta el momento en que he sido consciente del
silencio. «Su silencio», que ha oficiado de picaporte para abrir la puerta de
mi atención hacia ellos.
Él,
embebido
en un grueso libro, quizás científico. Ella,
perdiendo la mirada entre racimos de hojas a quienes llegó su fecha de
caducidad. Ella, sin duda apercibida
de mi atención, musita a Él un — ¿Qué
tal? de tímida aldabilla. Tras pausa interminable, un: «—Bueno…»,
condescendiente, brota de la boca de Él.
Animada por la respuesta, Ella
insiste: — ¿Interesante? Y otro « —Bueno…», desganado y de punto final, cercena
el diálogo.
La mirada de Ella,
de camino a sus hojarascas, se cruza fugazmente con la mía…Y del color de sus
ojos, del esbozo de su efímera sonrisa, brota el recuerdo de un perdido amor de
adolescente, perdido y reencontrado, que me inunda de dulce melancolía.
Mientras abandono mi mesa una vocecilla interna, la
de lo hondo, inquiere a una Ella del pasado sin retorno: « — ¿Qué tal te va con
el tío ese?/Espero sea divertido…».
Y con mi novela bajo el brazo me alejo recordando «las
risas que nos hacíamos antes».
(Y
el verano va atemperando sus calores…menos mal)