De besos
Santos Rejas Rodríguez
Sus labios huérfanos de besos llamaron mi atención. Si la
mirada hacia aquél rostro hubiera sido fugaz, al paso, la intranquilidad
revestida de interrogaciones habría inundado la mañana y, a buen seguro, buena
parte de esta tarde de domingo. Me preguntaría: ¿Serán labios no besados? ¿Nunca
labios ajenos los han recorrido, aprisionado, acariciado? ¿Habrán sido
sembrados con la semilla de la ternura? ¿Alimentados de amor?
Interrogantes que no tuvieron oportunidad de brotar porque,
tras la barra circular de la cafetería que nos separaba, frente por frente, hallé
respuestas. Su mirar a ninguna parte, quizás a su interior, permitió que la mía
no fuera impertinente para escrutar su rostro con detenimiento.
Unas comisuras sin asomo de rictus ni amargura delimitaban
su boca; el entrecejo carente de interrogantes y las mandíbulas relajadas
evidenciaban la ausencia de desesperos inútiles. Y el «gracias», acompañado del
destello de ojos, hicieron que sus labios esbozaran una sonrisa huérfana de
besos del pasado...pero abiertos de esperanzas a los por venir.
Despejados mis interrogantes, apuré el vino de la copa y
salí a caminar el frío de la mañana para rentabilizar la vacuna de la gripe.