domingo, 23 de julio de 2017

Intrascendencias de verano (1)

Intrascendencias de verano (1)

Santos Rejas Rodríguez

Dos hombres ocupan una de las mesas de la primera línea del mirador al mar. Llama mi atención su hablar pausado, nutrido por silencios entrecortados. El ritmo me hace imaginar el balanceo de un barco: ora a babor, ora a estribor, surcando un mar en calma. Seguro, me digo, han sido pescadores…de bacalao…en heladoras aguas del Ártico…

Tienen ante sí, equidistante, una botella de vino blanco más que mediada, lo que me hace sentir pudor al solicitar un zumo de naranja, pero el largo paseo orilla del mar y lo temprano del día, las diez de la mañana, no me motiva a ingerir alcohol.



Su idioma, ininteligible, expande aromas nórdicos, de vikingos viejos, que unido al colorido de su piel, rosácea, y al cobrizo entrecano de cabello y barba, me reafirma su condición marinera por aguas insondables, alejadas de este Mediterráneo de chapoteo.

 Finalizamos a un tiempo las bebidas. Ellos su vino. Yo el jugo de naranja. La camarera deja sobre mi mesa la cuenta y en la de ellos un barreño cumplido de botellas de heladas cervezas y una fuente de lonchas de jamón.

Tentaciones me entran de unirme al dúo al son de «Háblame del mar, marinero…» pero no soy Marisol cantando la copla y temo ser mal interpretado…con el añadido de que, sino rudos, si parecen recios. Y fornidos. Así que fuime por donde vine. Por la mar, claro.

sábado, 15 de julio de 2017

Recuerdo...

Recuerdo…

Santos Rejas Rodríguez

Cuantificar el tiempo transcurrido desde el inicio de una ausencia eterna con las varas de medir usuales: horas, meses, años…resulta tan vano como la pretensión de vaciar el mar en los huecos que han ido hollando mis pies sobre la arena momentos antes de ponerme a escribir este recuerdo. La ausencia eterna es atemporal,  de presencia viva.



Por toda referencia diré que la partida se produjo un mes de julio, tan del ayer como el de hoy. Dejé una reseña del hecho, como hito, de la que entresaco: «Hace escasas horas que ha muerto un buen hombre. Un hombre bueno. Mi padre. Con él tengo muchas conversaciones pospuestas, perdidas ya. Nos faltaron, en especial a mí, palabras que transmitieran los afectos que nos sentíamos. Intensos, muy intensos; adivinados pero embargados por la timidez de la expresión. Por el miedo escénico, incomprensible pero insuperable las más de las veces, a decir «te quiero», «te necesito» o, siendo niño y aún después, «siento miedo cuando no estás», o de que me faltes».

Desprendo la mirada del horizonte del mar, tan engañosamente infinito. Me esperan. Reanudo el camino canturreando una copla a lo Paco Ibáñez: « la vida perdió, pero harto consuelo nos dejó su memoria».

Unas salobres gotas, desprendidas del romper de una ola, resbalan por mi rostro y una cálida sonrisa ensancha mi respirar…

domingo, 9 de julio de 2017

Pellizcos y contracturas

Pellizcos y contracturas

Santos Rejas Rodríguez

En autobús urbano de camino a casa. Una mujer, que algún tiempo muy atrás traspasó la media de esperanza de vida actual, desde la puerta de salida del vehículo, se gira. Su voz atraviesa a la concurrencia que abarrota el bus. Llega alta y clara hasta la destinataria: « ¿Mañana, entonces, qué?» Como rebote de eco, con idéntica intensidad y agudeza, la mujer aposentada, responde: «Ya te he dicho que iré a ver a los mariquitas. Que me caen muy bien. Que los pobres las han pasado muy putas». Se refería, claro está, a la cabalgata de la diversidad próxima a celebrarse. Diálogo tan real como es la vida mientras se vive. En otra ocasión transcribiré las diversas reacciones del público asistente.



«Que los pobres las han pasado muy putas» penetró como ariete hasta mi rinencéfalo, en su componente emocional, catapultándome a tiempos pretéritos, a aquellos en los que sin duda se las hacían pasar putas « a los mariquitas».
Y el rumiar se aposentó en mi pensar: ‘Si teniendo orientación sexual acorde con lo «socialmente establecido» se pasa emocionalmente putas al sentir el pellizco de una mirada en la propia ¿Cuál será el sufrimiento añadido al no poder corresponder? Si, además, el pellizco provoca contracturas en lo hondo, pinzamientos en el alma y dar respuesta a ese sentir conduce directamente a una cárcel, que en ocasiones se llamaba «modelo», ¿qué hacer?

En el escudo del duque de Toro figura el lema de «no hay barreras para mi, pues si hay barreras las salto»…pero «en lo más alto de su escudo, donde ostenta una cruz de luengos brazos, (hay clavadas) cinco banderillas blancas con ribetes encarnados», precio a pagar por saltar barreras...
En algunos lugares de este mundo irredento se siguen poniendo banderillas, y utilizando el estoque de matar, por asuntos del querer. Tremendo pero cierto. ¡sniff!