lunes, 21 de marzo de 2016

Preguntando a Julio, Anguita (claro)

Preguntando a Julio, (Anguita, claro)

 Santos Rejas Rodríguez


            Nunca me pareció fiero, aunque es cierto que siempre lo había visto de lejos. Y al decir de lejos me refiero a lejanía de cuerpo y alma porque doy por supuesto que los comunistas tienen alma, al menos los españoles y a los que conozco; y quien quiera que me contradiga, que es muy dueño o dueña, pero me lo demuestre con método científico basado en el materialismo dialéctico o seguiré en mis trece.
Mi conocimiento había sido a través de televisión y, aunque en ocasiones en primer plano,  no me es posible ahondar en una mirada que no nos mira, ni adivinar si un torcer de labios es rictus, sonrisa o mueca. Ni por supuesto es posible por este medio, aún, tener entre la tuya una mano que te permita conocer la calidez del apretón y si  es poseedora de corriente alterna o continua.
            Pude conversar con Julio Anguita, a solas –casi- en medio de los suyos (o al menos a mí me parecieron todos suyos,  pero en esto háganme el mismo caso que sí les dijera que acabo de aterrizar en China y que todos los chinos son iguales)  en un Congreso. Como pueden leer, los acontecimientos de tiempos pretéritos me llevaban a los sitios más insospechados y en un orden absolutamente infrecuente: días antes de mi conocimiento de Julio  fui a un evento a la Cárcel de Carabanchel y después  a una reunión multitudinaria del Partido Comunista. Años antes, pocos,  hubiera sido exactamente al revés…



Julio,  de cerca, me pareció aún más indefenso; con una timidez de adolescente al que le ha crecido una barba entrecana que aún duda si convertirle en monje, guerrero, profeta, adelantado, visionario... o en Rey de bastos, con perdón. Y me sorprendió su camisa polo, donde cada botón estaba en su ojal; el pantalón más bien holgado y la pobreza evidente: no tenía ni teléfono móvil. Y su risa. Ríe con boca y ojos, enseñando un poquitín los dientes, tan poquito que algunos debieron pensar que no tenía, o confundían dientes con dentelladas...
   Julio, qué días aquellos de congresos y pactos; de entendimientos y hablar…! ¿Dónde fueron los tiempos aquellos...que puede que no vuelvan?
A ti, y a los de entonces, pregunto: ¿Olvidasteis enseñar esos caminos a quienes venían detrás? ¿Cómo de aquellos califas estos reyezuelos…de su propio ombligo?
 Ay, Julio, ay, cómo está nuestra Alhama.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Corrupciones de fábula

Corrupciones de fábula

 Santos Rejas Rodríguez


Corromper. Alterar la naturaleza de una cosa volviéndola mala. Cuando algo se corrompe huele mal. Últimamente, quizás por la pertinaz sequía, hay un cierto olor a podrido en el ambiente que nos rodea. Hay síntomas inequívocos de descomposición. Raro es el día que no salta al conocimiento público algún caso de negocio en el que, presuntamente, esté implicado algún personaje que ha utilizado su influencia o poder público en provecho propio.
Curiosa y coincidentemente, por azar o destino, - soy de los que piensa que los libros eligen a sus lectores y no viceversa -, ha llegado a mis manos un escrito de Aristóteles  ¡ya ha llovido desde entonces!  en el que escenifica una fábula de Esopo : Un zorro intenta vadear un río con poca agua y queda atrapado en el fango. Poco a poco lo van cubriendo las garrapatas. Pasa un erizo por el lugar y, con gentileza, se ofrece a librarlo de los molestos y peligrosos parásitos. El zorro le agradece su atención, pero se niega rotundamente a ello.  El erizo, sorprendido, le pregunta por la causa de su negativa: Muy sencillo, amigo erizo. Las garrapatas que prenden de mi cuerpo ya están llenas de mi sangre. Si me las quitas vendrán otras que acabarán con la poca que me queda.
Quedé pensativo tras la lectura y comenzaron a surgir en mi mente interrogantes sobre la acción y sus personajes. ¿En qué lugar del tiempo transcurre la acción? ¿Cuando se quedó varado el zorro? ¿Es válido su razonamiento?  ¿Debe permitir que continúen las garrapatas sobre su cuerpo? ¿Convenció al final el erizo al zorro? ¿Quien es el erizo? ¿Es amigo o enemigo?  ¿Qué busca? ¿No será otra garrapata encubierta?  Y las garrapatas  ¿Son muchas? ¿Son recientes o han sustituido a otras? ¿Hay otras esperando? ¿Estará siempre el río lleno de fango?  ¿Lloverá con fuerza alguna vez y arrastrará fango y garrapatas?
Y el zorro ¿Hasta cuándo logrará sobrevivir? ¿Le queda aún mucha sangre? ¿Se resignará a su suerte o, finalmente, se sacudirá todas y cada una de las garrapatas?  ¿Habrá alguna vez un buen desgarrapatador?

Corrupción. Corromper. Me quedo con la última de las acepciones del término: exasperar. Hacer perder la paciencia a alguien. A un zorro. A un pueblo.


¿A que parece actual lo anteriormente escrito y leído? No es tan antiguo como la escenificación de Aristóteles pero ya tiene solera. Lo escribí en el inicio de 1992 y fue publicado en el diario HOY el 3 de febrero del mismo año...
¡Dios es terrible!... si es que buscamos disculpas, que escribió Saramago.

sábado, 12 de marzo de 2016

Comer o no comer...

COMER O NO COMER, ESA NO ES LA CUESTIÓN

 Santos Rejas Rodríguez

            Mi pasado juvenil, enraizado en tierras cacereñas, ha reverdecido hace pocos días en el asfalto madrileño. El amigo de adolescencia, representado por una de sus descendientes jóvenes, más de lo que fuimos ambos un día, ha oficiado de catalizador. Y a lo largo de una grata conversación, entre otros muchos temas, surgió, sin haber sido invitado, el de la delgadez y la gordura. La anorexia. Y a eso voy. No es la primera vez, ni será la última…
            La anorexia nerviosa es una enfermedad caracterizada por el miedo intenso a engordar y por una imagen distorsionada del propio cuerpo. Las mujeres, en proporción de nueve a uno, superan a los hombres en esta dolencia (¿será por ello que una parte del género masculino está huyendo al extremo opuesto: la vigorexia?). Pero volvamos al fondo del comentario, a la anorexia. Mortal en el seis por ciento de los casos. Su origen es multivariado, sin lesión orgánica previa y con dificultades para su tratamiento dado que el paciente no suele reconocer ni aceptar su dolencia, y mal se puede modificar una conducta de trasfondo cognoscitivo cuando no se es consciente de ella, valga la paradoja. Se desmiente la enfermedad. Se carece de voluntad de curación.




            Decía que el origen de la anorexia es plural: modas de adelgazamiento, prototipos sociales de ‘belleza’, falta de identificación corporal, y por tanto de aceptación del propio cuerpo y rechazo de su imagen.
Personalmente opino que también es, al menos en algunos casos, una expresión de impotencia, de falta de habilidades para mostrar una protesta de otro modo. Quisiera estimular el recuerdo del lector/a, en especial de quienes rondan los cuarenta…y más,  y  piensen en sus reacciones  cuando se les denegaba un permiso para una actividad muy deseada: cita importante de adolescente, excursión, salir por la noche o se les privaba, por castigo, de cualquier otra similar. Ante la impotencia absoluta sentida frente a la autoridad paterna o materna, que era insalvable e inapelable; ante el desvalimiento que inundaba el alma, en ocasiones se esgrimía la única arma disponible: ¡Pues ya no como! O sea, huelga de hambre en el seno familiar.

            La anorexia no es un simple comer o no comer; es un: ¡ya no como! hasta sus últimas consecuencias. Hay que buscar el origen de ese grito de protesta, del inconformismo con el yo, con lo social; de una necesidad  incapaz de definirla en lo externo pero en carne viva en lo interior… y que no sabe, o  no puede, expresarla de otro modo. Y trabajar a partir del asidero.