COMER O NO COMER, ESA NO ES LA CUESTIÓN
Santos Rejas Rodríguez
Mi pasado juvenil, enraizado en
tierras cacereñas, ha reverdecido hace pocos días en el asfalto madrileño. El
amigo de adolescencia, representado por una de sus descendientes jóvenes, más
de lo que fuimos ambos un día, ha oficiado de catalizador. Y a lo largo de
una grata conversación, entre otros muchos temas, surgió, sin haber sido
invitado, el de la delgadez y la gordura. La anorexia. Y a eso voy. No es la
primera vez, ni será la última…
La anorexia nerviosa es una
enfermedad caracterizada por el miedo intenso a engordar y por una imagen
distorsionada del propio cuerpo. Las mujeres, en proporción de nueve a uno,
superan a los hombres en esta dolencia (¿será por ello que una parte del género
masculino está huyendo al extremo opuesto: la vigorexia?). Pero volvamos al
fondo del comentario, a la anorexia. Mortal en el seis por ciento de los casos.
Su origen es multivariado, sin lesión orgánica previa y con dificultades para
su tratamiento dado que el paciente no suele reconocer ni aceptar su dolencia,
y mal se puede modificar una conducta de trasfondo cognoscitivo cuando no se es
consciente de ella, valga la paradoja. Se desmiente la enfermedad. Se carece de
voluntad de curación.
Decía que el origen de la anorexia
es plural: modas de adelgazamiento, prototipos sociales de ‘belleza’, falta de
identificación corporal, y por tanto de aceptación del propio cuerpo y rechazo
de su imagen.
Personalmente
opino que también es, al menos en algunos casos, una expresión de impotencia,
de falta de habilidades para mostrar una protesta de otro modo. Quisiera
estimular el recuerdo del lector/a, en especial de quienes rondan los cuarenta…y
más, y piensen en sus reacciones cuando se les denegaba un permiso para una
actividad muy deseada: cita importante de adolescente, excursión, salir por la
noche o se les privaba, por castigo, de cualquier otra similar. Ante la
impotencia absoluta sentida frente a la autoridad paterna o materna, que era
insalvable e inapelable; ante el desvalimiento que inundaba el alma, en
ocasiones se esgrimía la única arma disponible: ¡Pues ya no como! O sea, huelga
de hambre en el seno familiar.
La anorexia no es un simple comer o
no comer; es un: ¡ya no como! hasta sus últimas consecuencias. Hay que buscar
el origen de ese grito de protesta, del inconformismo con el yo, con lo social;
de una necesidad incapaz de definirla en
lo externo pero en carne viva en lo interior… y que no sabe, o no puede, expresarla de otro modo. Y trabajar
a partir del asidero.
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