sábado, 12 de marzo de 2016

Comer o no comer...

COMER O NO COMER, ESA NO ES LA CUESTIÓN

 Santos Rejas Rodríguez

            Mi pasado juvenil, enraizado en tierras cacereñas, ha reverdecido hace pocos días en el asfalto madrileño. El amigo de adolescencia, representado por una de sus descendientes jóvenes, más de lo que fuimos ambos un día, ha oficiado de catalizador. Y a lo largo de una grata conversación, entre otros muchos temas, surgió, sin haber sido invitado, el de la delgadez y la gordura. La anorexia. Y a eso voy. No es la primera vez, ni será la última…
            La anorexia nerviosa es una enfermedad caracterizada por el miedo intenso a engordar y por una imagen distorsionada del propio cuerpo. Las mujeres, en proporción de nueve a uno, superan a los hombres en esta dolencia (¿será por ello que una parte del género masculino está huyendo al extremo opuesto: la vigorexia?). Pero volvamos al fondo del comentario, a la anorexia. Mortal en el seis por ciento de los casos. Su origen es multivariado, sin lesión orgánica previa y con dificultades para su tratamiento dado que el paciente no suele reconocer ni aceptar su dolencia, y mal se puede modificar una conducta de trasfondo cognoscitivo cuando no se es consciente de ella, valga la paradoja. Se desmiente la enfermedad. Se carece de voluntad de curación.




            Decía que el origen de la anorexia es plural: modas de adelgazamiento, prototipos sociales de ‘belleza’, falta de identificación corporal, y por tanto de aceptación del propio cuerpo y rechazo de su imagen.
Personalmente opino que también es, al menos en algunos casos, una expresión de impotencia, de falta de habilidades para mostrar una protesta de otro modo. Quisiera estimular el recuerdo del lector/a, en especial de quienes rondan los cuarenta…y más,  y  piensen en sus reacciones  cuando se les denegaba un permiso para una actividad muy deseada: cita importante de adolescente, excursión, salir por la noche o se les privaba, por castigo, de cualquier otra similar. Ante la impotencia absoluta sentida frente a la autoridad paterna o materna, que era insalvable e inapelable; ante el desvalimiento que inundaba el alma, en ocasiones se esgrimía la única arma disponible: ¡Pues ya no como! O sea, huelga de hambre en el seno familiar.

            La anorexia no es un simple comer o no comer; es un: ¡ya no como! hasta sus últimas consecuencias. Hay que buscar el origen de ese grito de protesta, del inconformismo con el yo, con lo social; de una necesidad  incapaz de definirla en lo externo pero en carne viva en lo interior… y que no sabe, o  no puede, expresarla de otro modo. Y trabajar a partir del asidero.

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