¿Más
dura…?
Santos
Rejas Rodríguez
«Mi diario, mi pobre diario», es uno de mis cuentos,
llamémosle así, que forma parte de mis Cuentos como besos. Transcribo
fragmentos de uno de sus pasajes:
«Teniendo mi mano abrazada por la de mi padre,
ocurrió un suceso que me anidaría para siempre…mi mano era liberada con
brusquedad y mi padre cayó en plena calle. Ni en mis presagios más agoreros
tuve imaginación para sospechar que mi padre pudiera caerse…los padres nunca
pueden caerse, no entra en las previsiones de los niños la caída de su padre».
Para no ser menos que mi padre, o hacerle un brindis por el que hubiera sido en
este mes su 108 cumpleaños (teníamos esperanza porque Rufina, su tía abuela,
los alcanzó) lo he emulado.
Sí, me he caído. No en caída tonta. Sino las que te
dan que pensar. ¿Mareo? ¿Tropiezo? No. ¿Gravilla descuidada por inauguración
antes de tiempo de plaza española en centro de Madrid? Puede. Pero quizás,
simplemente, que han empezado a sonar las campanadas de origen idiopático
intrínsecas al paso del tiempo…
Un árbol al que le cercenan a ras del suelo cae. Y
la base, el tronco y el ramaje se desploman, como un todo, en busca del suelo
acogedor. Pues igual: manos, codos, pecho, rodillas y un remate de gafas escacharradas
contra el suelo, en caída libre, mi cuerpo aterrizó en el asfalto.
Unos segundos, es verdad, pero los suficientes, los
justos, para sentir, que acababa de atravesar una frontera.
¿Y ahora qué? Me pregunté en la intimidad. ¿Me quedo
en casa lamiendo heridas de cuerpo y alma? ¿Es el remedio? ¿Llorar en soledad y
lamentando no sé qué? Un ¿conloqueyohesido?
Lo cierto es que todos y cada uno de los interrogantes
recibieron idéntica respuesta: ¡Sí!...durante unos instantes, claro. Después, o
para ser sincero, al día siguiente, tras la recuperación de la noche, el no
parar de cañas, comidas, cenas...alguna copita y paseos conversados, acompañado de familia,
amigos y risas, muchas risa, han seguido su curso habitual.
¿Más dura será la caída? Sí, claro, más dura será si
el árbol caído no se levanta, no se pone en pie y sigue su andadura. Los
árboles mueren de pie, deben de morir de pie. Es la razón de vivir. Pues eso.
Pd. Amigos, familia, quienes leáis estas líneas, un
ruego: con canto de Mari Trini (No quiero palabras de consuelo…) y poned
vuestra música, si alguna vez caéis, sea en tierra o asfalto. Levantad y a
seguir en pie. La alternativa es la más dura, sin duda alguna.