¡Cosas de la calor!
Santos Rejas Rodríguez
Estaba
leyendo el Pentateuco por ver si concentrado en su lectura olvidaba el deseo de
poner el aire acondicionado cuando un moscardón distrajo mi tarea.
¿He
escrito alguna vez que los sucesos se concatenan y que un eslabón solitario, en
este caso la lectura de lo de Moisés, encuentra a otro perdido, moscardón, y
este a un tercero hasta formar un rosario de despropósitos? Con toda seguridad
que sí. Las personas mayores repetimos los dichos y, como al mismo tiempo,
vamos perdiendo memoria, el resultado es repetir, olvidar y repetir. Cadencia
originaria de la expresión: «por ahí viene el viejo cargante de los cojones»,
dicho en tono cariñoso…por los cojones.
No quiero
perder el hilo de la narración de este suceso abriendo paréntesis, costumbre
también de mayores, que hacen olvidar el principal y preguntar: «¿qué te estaba
contando?», interrogación que deja fuera de juego al preguntado que no está haciendo
ni puñetero caso ni al principal ni a los meandros.
Estaba en
lo del moscardón que se hizo presente con su agradable runruneo interrumpiendo el
intento de concentrarme en la lectura del texto sagrado.
Lo que
tenía a mano para espantar al intruso era el mando de la televisión, tercero de
los eslabones. Lo utilicé. La mala fortuna hizo que en lugar de atizar con él
al bicho volador encendiera la televisión. Saben que cuando surge un estímulo
visual y/o auditivo, o ambos como en este caso, atrapa la atención y la
concentra en el acontecimiento novedoso.
No fui una
excepción. Pentateuco y moscardón se esfumaron. En su lugar surgieron «los
ellos», los expertos contertulios que todo lo saben, exponiendo las
conclusiones científicas a las que habían llegado en sus investigaciones y
pontificaban sobre «La influencia de los videojuegos en el sexo fluido», «los
jóvenes criminales haciendo la ola», «¡políticos, al salón!» y otros temas que
no tuve tiempo de escuchar porque silencié el aparato.
El cambio
del Pentateuco por una novela negra, el aire acondicionado a 24 grados y el hipnótico
soniquete del moscardón me sumieron en el sueño reparador que necesitaba mi cuerpo
para superar el trauma televisivo.
Al
despertar me dije: «¡Cosas de la calor!». Y escribí lo que antecede. Pues eso.
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