Amistad
Santos Rejas Rodríguez
No hubo
pretensión de escuchar la conversación de las dos mujeres, amigas, que se
hallaban sentadas a una mesa adyacente a la mía, pero la distancia de
separación era menor a un brazo extendido, no muy largo y encogido por la
artrosis. Además me sentí prendado por la musicalidad de sus voces y porque
ambas guardaban tiempo de silencio para escuchar a la otra. Tiempo medido. Como
la cadencia del reloj de los jugadores de ajedrez. ¡Y tan atenta la una de la
jugada de la otra…! y también viceversa, como escribió el poeta.
Exponían,
cada cual en su turno, el problema que cada una de ellas portaba sin resolver.
Habituales de la vida de hoy y también de ayer. Inmersa en un litigio de
divorcio sin acuerdo, la colateral a mi. Una de esas separaciones de daño mutuo. Como
de revancha por haberse querido inútilmente, sin sacarse el provecho esperado.
La otra bajo
la sospecha de la infidelidad, pero sin querer creer. La desazón de alma de
quien ama y aprecia desarmonías en el ser amado…
Ni una ni
otra usaron de consejos o apelaron al ‘y yo peor’…La música tenue de la
cafetería, el hablar pausado de ellas, la escucha atenta, me hicieron recordar
una sesión psicológica pero sin espera
de diagnóstico ni demanda de tratamiento. Un vacío de dolor de alma escuchada.
Simplemente.
El remate
final, tras el consumo de un té y una cerveza sin alcohol que habían utilizado
para ir deglutiendo pausadamente la conversación, fue el intercambio de
obsequios navideños ¡tan retrasados! Y las expresiones y muestras de cariño al
contemplarlos. Retrasados sí, pero muy a tiempo para hacer brillar los ojos
empañados por lágrimas de amistad. Y los de un desconocido anónimo cercano…
(Publicado en
el diario digital nuevatribuna.es: