martes, 23 de septiembre de 2014

Paradas provisionales

Paradas provisionales…

Santos Rejas Rodríguez

Salía yo de comprar un cartabón cuando empezaron a caer las primeras gotas de una lluvia que se convirtió en torrentera antes de llegar a la parada del autobús… Como era de las provisionales, que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto de moda por su afán innovador y de vanguardia, no ofertaba cobijo alguno. Imitando a otros ciudadanos que carecían también de paraguas, aparté la valla protectora de la parada en obras y me resguardé bajo su techo.
De haber coincidido en un ascensor la dinámica del grupo del refugio hubiera estado presidida por el silencio y un mirar a ninguna parte. Quizás algún carraspeo. Pero al estar en un lugar abierto y no suspendidos en el vacío, cada cual estuvo a lo suyo. Y lo suyo, lo de la chica de mi vera, rozando la veintena y con un atractivo pin pegado a la aleta izquierda de su nariz, era ¡Descartes! Como lo leen e, imagino, que con la misma sorpresa que yo lo escuché…


A su interlocutor(a) telefónico le hablaba de la mente y el cuerpo, la materia y el espíritu, con rigor y un léxico rico, sin emplear ni una sola vez ‘tío o tía’ o palabras de las denominadas, en el siglo pasado, ‘malsonantes’, ustedes me entienden.
¡Flipé, tíos¡ ¡Alucinante, tías! ! ¡Rayado total me quedé!

Llegó mi autobús y no había escampado. Mientras me alejaba de ella, cartabón bajo el brazo y zapatos empapados,  me dije: si pensamos  seguiremos existiendo. Puede con todas las crisis. Seguro...

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