Mediar…¿o no?
Santos Rejas Rodríguez
Cuando ya crees que lo has
visto todo, o casi todo, va don Eduardo y protagoniza un anuncio de pan de
molde. Y la vida se relativiza y piensas que Einstein tenía razón, que el
tiempo no existe y que la luz camina a velocidad superior a la del sonido y
tiene peso, aunque leve, como el ser.
En esas andaba mi mente cuando
un rugido estridente, salido de boca de varón, traspasó el espacio que nos
separaba y me alcanzó: ‘-y para qué quiero yo esto sino tengo nada para meter
en ella…’ graznaba a la vez que esgrimía una barra de pan como si fuera una
escopeta del doce, apuntándola a otro ser. El semejante, o sea el interpelado,
en rugido no menor en sonoridad, respondió: ‘-como vaya para allá te voy a
decir lo que vas a meter y por dónde’.
Hay cosas de la vida que me
incomodan, como es la falta de generosidad. Otras me repelen, la agresividad
entre ellas. Y tiendo a atemperar situaciones en la que la violencia se
presenta, interviniendo, mediando. En esta ocasión, conforme me aproximaba al de
la barra de pan en esgrima, empecé a sopesarlo: rapado en cresta, fornido y en camiseta de tirantes, congestión facial y
mandíbula encajada. Así que me giré para contemplar al respondón por ver si…ejem:
un calco. Un poco más bajo en estatura vertical. En la horizontal más fornido,
con unos brazos de grosor como el doble de mis piernas, juntas…o más. Y unos
ojos saltones empujados por una sangre en ebullición.
Mi buen amigo interior me dijo,
prudente él: ¿Porqué no dejas que con su pan se lo coman? Que ya tienes una
edad…Y sin ni siquiera responderle, fuime.
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