Pinto, pinto…
Santos Rejas Rodríguez
Razones
familiares y de otras índoles me han hecho transitar estos días diferentes barrios de
Madrid. En todos ellos he
hallado un común denominador: mierdas. No me refiero a suciedad que, en
algunos, también, sino a excrementos orgánicos procedentes de seres diversos:
perros, equinos, ovejas y otros inespecíficos. Además, y es a lo que voy,
luciendo todos ellos, en su cima o así, otra característica igualitaria: huella(s)
de pisada(s) humana(s).
Tras constatar
que el hallazgo no era casual sino generalizado, pensé que si bien las
cagarrutillas de oveja podían haber sido pisadas al descuido dado su tamaño e
infrecuencia en la ciudad y que sobre las cacas de canes quien más o quien menos ha
puesto el pie a lo largo de la vida, lo que no me cabía en la cabeza es que los
montículos de estiércol caballuno, que los ve un anciano de cansada vista y los
detectan los sagaces invidentes, estuvieran hollados por pies humanos de
tamaños diversos.
Y en estas
reflexiones he estado sumido hasta que hoy, a las cinco y veintiocho de la
mañana, me desperté diciendo: ¡claro, coño! Que es mi Eureka personal: -Las
oleadas que se mueven por Madrid en los últimos días, e imagino que por el
resto del país también, buscan con ahínco la suerte para los dos sorteos en
ciernes: los de los días 20 y 22. Si unos pretende el gordo de navidad, otros la fortuna de gobernar y solucionarse la
vida durante cuatro… o más años, que no es cuestión baladí y razón suficiente para ir pisando mierdas de toda índole.
Solucionado el
enigma me dormí placenteramente hasta las siete, mi hora del café de inicio de
jornada, en la que aún perduraba mi pensamiento exitoso…Y como lo uno lleva a
lo otro, y por pura lógica, me hallé concatenando lo de la mierda con la
política: ¿A quién voto? ¿Otra rumiación en ciernes? Pero no. Tuve la respuesta antes de finalizar el moje
de la galleta maría.
-Como todos los
partidos garantizan: estado de bienestar, incremento de la economía, rebaja de
impuestos, mejoras en sanidad y educación, fin de la corrupción, salarios
máximos, subida de las pensiones y otras promesas también de valor incuestionable, me dije, acudiré al colegio electoral
plantándome ante el mostrador en que se exhiben las papeletas de todos los
grupos en liza y comenzando, al azar, por uno de ellos iré señalando uno y
otros al compás del pinto, pinto, gorgorito…hasta llegar al final diciendo ‘y
esta papeleta que se esconda’, metiendo la afortunada en el sobre y depositándola en la
urna.
Engullí el resto
de galleta, apuré el café y al grito, mental, de ¡¡Jerónimo!! Fuíme al WC…
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