lunes, 21 de diciembre de 2015

Mírame

Mírame

Santos Rejas Rodríguez

¡Le estoy dando bien! me decía, a la par que pedaleaba. Minutos antes había culminado la ‘cima alpina’ y por ella me mantenía a buen ritmo. Seguro, pensaba, que entre los líquidos que empapan la camiseta se encuentra parte de la glucosa que me sobra y, quizás, algunos de los goterones que resbalan desde la frente arrastran colesterol, por malo… todo ello bien aderezado por las endorfinas, que las siento brotar como setas tras la lluvia. Y el pedaleo, con ese estar tan arriba, se hizo más intenso haciendo crecer mi ritmo cardiaco a 118, o más.

Quizás, en la ascensión, habría alcanzado alguna nube volandera si en ese instante, a través de los auriculares, la música que me acompañaba en segundo plano no hubiera sido sustituida por una letra protagonista: ‘Sin ti/no existe un sol ni una flor…’ Por muy rápido que intenté saltar a la siguiente canción no pude impedir que el ‘sin ti’ resonara en la cumbre congelando hasta el aliento.

La bajada comenzó a rueda libre y la soledad del sin ti fue apagando la luz, helando la flor y regurgitando rencores hacia ese buen dios de improbable existencia.



Si. Es cierto. Hubo ocasiones del contigo ni sin ti; pero siempre, en los contigo, encontrábamos remedios para las mutuas penas. En los sin ti, nunca. De ahí que uno u otra, ambos, acortábamos la distancia que ineficazmente nos separara. Y poníamos remedio, y aventábamos penas...

¿Cómo recuperar, sin ti: la luz, el sol, una flor…la vida?
En el hoy de tu ayer… mírame ¡Tan sin ti!


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