Reflexiones al calor
Santos Rejas Rodríguez
El frigorífico
ronronea como gato al que se acaricia el lomo. Feliz. Ignora que cuando se
retira el cable que le une a la toma eléctrica, le corten el fluido al cordón umbilical que lo alimenta
y da energía, irá perdiendo la cualidad para la que ha sido fabricado y se irán
descongelando y calentando todos los alimentos que le fueron confiados para su
conservación hasta llegar al deterioro que los hará inconsumibles.
Y en esta meditación me encontraba para distraer el
calor cuando la reflexión me condujo, ineluctablemente, al ser humano,
individual… pero complejo. Porque lo uno lleva a lo otro. Y al humano, cuando se le desconecta el cordón que
lo tiene unido a la fuente de energía universal, lo que
porta en su interior se deteriora en tiempo variable según el estado de uso y
la fecha de fabricación.
El aprovechamiento de su contenido es escaso y el
reciclaje del total, o su reconversión en un más allá del acá, se sigue
ignorando tras más de dos mil años de indagaciones en las que ni se han podido
obtener unas mínimas coordenadas para alimentar un GPS de lo eterno.
Distraído en
estas lucubraciones, inútiles donde las haya, me quedé dormido de puro
recalentamiento del motor interno y sus aledaños. Al despertar he ido a la
cocina. Miro al frigorífico tomando mi café mañanero. Lo dejo enchufado. En modo vacaciones, claro,
veremos al regreso…
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