miércoles, 8 de julio de 2015

GOZOS PROFUNDOS

Gozos… profundos


Santos Rejas Rodríguez



-¿Eres escritor? No giré la cabeza para mirar si la pregunta iba dirigida a alguien sentado tras de mí porque sabía que mi mesa era la última, la del rincón, con la cristalera guardándome la espalda. Además, hasta el instante anterior a la pregunta, estaba escribiendo. Así que miré con sorpresa, mal disimulada, a la persona que la había formulado.

 Mi mente intentó recopilar las veces que una mujer me abordaba fuera de acontecimientos sociales que, por lo general, consisten en preguntar: ¿eres el padre de…? Concluyendo que fueron muy escasas las ocasiones y esta la primera desde que trasmuté a la invisibilidad.

Como los cálculos alargaron el tiempo de reacción, la mujer añadió: -Perdona si he sido indiscreta… ¡Sí!, contesté…quiero decir, que sí escribo, e iniciamos un diálogo convencional que llegó al acuerdo de tomar una ronda compartida. En la barra, solicitando  las bebidas, pensé que conocer personas es refrescante y enriquecedor y que explorar, y ser explorado, conduce a descubrimientos novedosos revitalizantes. Además, si la mujer viste una blusa blanca, amplia, con encajes y transparencias que recuerdan la época hippy y unos pantalones  ajustados a sus piernas cruzadas, negros como una noche de luna nueva, y un rostro simpático enmarcado en un pelo pelirrojo cortado a lo garçon…




Intentando averiguar el color de sus ojos a través del espejo en que se reflejaba su imagen, sucedió. El dedo meñique de la mano derecha de la mujer se introdujo, como un berbiquí alocado, en su oído; y horadó y horadó como si estuviera ajustando un clavo sin fin en lo más profundo de su cerebro. Después, con parsimonia, el dedo pulgar de su mano izquierda investigó con dedicación el bajo teja del dedo que había oficiado de broca cromada y se frotó ambas manos como si estuvieran impregnadas de jabón o crema suavizante…

Los acontecimientos y charla que sucedieron hasta la despedida los tengo imprecisos. A intervalos, en flash, la visión del dedo prospector ocupaba mi mente. Martes y jueves, me dijo que acudía a esa cafetería, la que está en mi hoja de ruta cuando acudo a la revisión dental. Una vez al año.
Espero no olvidarlo porque cuando alguien tiene no solo afición sino que la ejercita con oficio de profesional, hay que respetarla. Y no inmiscuirse. ¡Martes y jueves! Martes y jueves…!

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