sábado, 28 de enero de 2017

Reflexiones con un chupito...o dos, de ron

Reflexión con un chupito, o dos, de ron

Santos Rejas Rodríguez


Un pecho, o dos, caídos, que no vencidos, cuando natura dice ¡hasta aquí hemos llegado y ahora toca bajada! Es lo normal, comprensible y hasta entrañable si, pese a la caída, permanece la sensibilidad intacta e incluso acrecentada. Me refiero a la sensibilidad interna; la del sentir en lo hondo sin renunciar, por supuestos, al sentir externo, a las caricias táctiles, adecuadas y deseadas por el pecho, o los pechos, receptores, que también irán a parar a los interiores del sentir...



Ahora bien: ni el paso del tiempo, ni el rigor de la naturaleza justifica - ni una mente medianamente liberal y comprensiva puede aceptar- un culo fláccido y colgante. El hecho de un culo de estas características es un producto del abandono, el resultado evidente de la dejadez, de una rendición sin presentar batalla y de vagancia extrema e injustificable.

Con uno, o dos, pecho (s) caídos poco puede hacerse. No sería humano, y podría atentar contra la economía y salud, requerir operación quirúrgica de restauración. Ir contra natura puede acarrear consecuencias indeseables semejantes a recurrir a una resección en caso de unos huevos colgantes. Quizás un suspensorio…aunque no soy partidario ni de eso: si cuelgan, cuelgan.

Corregir un culo laxo y fofo, devolverlo y mantenerlo en todo su esplendor,  es otra historia. Su conservación de turgencia y dureza es cuestión de voluntad, disciplina, ejercicio…en una palabra de quererlo para sí y para el gozo. Y no solo es una cuestión de estética, sino también de ética ¿A qué viene esto? ¿Otro chupito de ron? ¡Marchando…!

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