sábado, 29 de abril de 2017

Golfos

Golfos

Santos Rejas Rodríguez

Que España está rodeada de golfos es una realidad incuestionable. En ocasiones me he preguntado si en lugar de tener tantos no hubiera sido preferible uno y grande, como en México. Pero la geomorfología tiene sus caprichos y hemos de conformarnos, en la era actual y  probablemente en las venideras, con los que tenemos. Como se decía antes, v.gr.: los golfos de Vizcaya, Cádiz, Almería, Valencia, Rosas y, apurando un poco el mapa, el lindero de León.


A tanto golfo hay que añadirle las bahías, rías costeras y otras de interior, o sea, lagunas y humedales. Son los golfillos, aprendices de las golferías de sus mayores y adláteres a quienes quieren emular e incluso superar. Puede que con el tiempo alguno de ellos lo consiga en función del cambio climático y la elevación de la temperatura… salvo glaciación imprevista o meteorito  caído de los cielos.

Lo último, o sea lo del pedrusco cabrón, es tan improbable como el de la existencia de un ser supremo, justiciero, que diera a la tierra lo que es de la tierra y al mar, lo del mar. Como no lo hay, el mar  se reviste de golfo y va engullendo la tierra que le sale de los hondones.  Y no devuelve ni siquiera unos granitos de la arena robada…

¿Y la comitiva habitante? El personal se limita a contemplar, con embeleso y desde la orilla, la puesta de sol,  sin coscarse de que cada vez avanza más la marea que está dejando sin arena la playa; y que ante la impasibilidad,  por su lado, y la voracidad e impunidad, por la del otro, no es improbable que emerja un tsunami que no deje hueco ni para el llanto  ni el crujir de dientes.

Pues eso…

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