Encuentros
Santos Rejas Rodríguez
Los encuentros
fortuitos, los que acercan momentáneamente a seres humanos que, con toda
probabilidad, saben que no se volverán a ver, propician la comunicación íntima,
el desvelamiento no diría que de secretos, pero sí de sentires profundos y,
quizás, no compartidos hasta ese instante.
Transitaba una
zona en busca de un repuesto. Nunca había estado por ella y posiblemente
no tenga que volver. En un alto de mi camino, en una terraza de sol de otoño,
sucedió. El nexo fue un perro. Su perro. Se acercó a olisquear mi zapato y, en
contra de mi costumbre, acaricié su cabeza…
Resultó ser el
acompañante de su soledad, de su vivir diario desde que decidió romper con
ingratitudes, mentiras, infidelidades y desamores. Y lo fue desgranando con voz
tenue pero firme. Convincente… si no fuera porque sus ojos lucían el brillo
perdido por una devastación irrecuperable.
De nuevo acaricié
la cabeza al perro, su perro. En despedida. No volví la vista atrás.
Soledades
yuxtapuestas no hacen camino…
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