Del ánimo y ánima
Santos Rejas Rodríguez
Hay días que el
amanecer te atrapa los bajos del estado de ánimo o, por decirlo por Celtas
Cortos: ‘A veces llega un momento en que/te haces viejo de repente/sin arrugas
en la frente…
Hoy ha sido uno
de esos días. Tras el desayuno tempranero el cuerpo me incitaba al retorno a la
cama, aún tibia. Si Newton no hubiera desvelado los secretos de la gravedad,
sin duda este habría sido mi momento de gloria. La aceleración que experimentó
mi cuerpo en las proximidades de la cama me hubiera conducido a elaborar teoría
y práctica. Resistí. Dos fueron las razones: Lo dicho, más o menos, por
Einstein, de que la atracción es una ilusión, y mi prescripción para las
bajuras de ánimo ajenas: la acción. La huida presurosa de entornos de
semipenumbras y de misas de réquiem por muy de Mozart que sean.
El gimnasio abrió
sus puertas automáticas con la premura de mi paso acelerado, intuyendo mis
necesidades. Las bicicletas automáticas, sin embargo, no estaban por la colaboración:
todas ocupadas. Me adentré sin dudarlo en la sala de speeding, a esas horas
solitaria…hasta que empecé a pedalear. ¡Ostias, me dije, que no se acerque!
Pero se acercó y habló en torrentera, traspasando los auriculares que me había
embutido al verle llegar. Era el pesado y tocón que ya me había tocado en
suerte días atrás. Y se puso a pedalear a mi vera. Con ímpetu, como cogiendo
carrerilla hasta que, en un momento de enajenación, me gritó: ‘¡Arriba
compañero!’ al tiempo que se izaba sobre los pedales y me sacudía una palmada
en el costado.
Le miré. Me miró:
Si en ese instante me hubiera dicho un ¿por qué si me miráis, miráis airado? Le
meto…
En la cinta sin fin diluí en sudor la adrenalina y limpié los bajos
oscuros.
Dando fin a un
cocido a la madrileña recordé que, a mi descenso de la bicicleta, vi caer del
bolsillo del colega una cajita. La habrá visto, me digo, al finalizar el
pedaleo. Cafinitrina me pareció que ponía. O algo así…
PD.- La pérdida
de la ‘cajita’ es una invención, pero seguro que las múltiples interpretaciones
sobre la ocurrencia hará las delicias de los psicoanalíticos.
(A mi padre.
Siempre presente en mi recuerdo. En el día en que hubiera sumado otro año…)
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