jueves, 5 de noviembre de 2015

Del ánimo y ánima

Del ánimo y ánima

Santos Rejas Rodríguez

Hay días que el amanecer te atrapa los bajos del estado de ánimo o, por decirlo por Celtas Cortos: ‘A veces llega un momento en que/te haces viejo de repente/sin arrugas en la frente…

Hoy ha sido uno de esos días. Tras el desayuno tempranero el cuerpo me incitaba al retorno a la cama, aún tibia. Si Newton no hubiera desvelado los secretos de la gravedad, sin duda este habría sido mi momento de gloria. La aceleración que experimentó mi cuerpo en las proximidades de la cama me hubiera conducido a elaborar teoría y práctica. Resistí. Dos fueron las razones: Lo dicho, más o menos, por Einstein, de que la atracción es una ilusión, y mi prescripción para las bajuras de ánimo ajenas: la acción. La huida presurosa de entornos de semipenumbras y de misas de réquiem por muy de Mozart que sean.

El gimnasio abrió sus puertas automáticas con la premura de mi paso acelerado, intuyendo mis necesidades. Las bicicletas automáticas, sin embargo, no estaban por la colaboración: todas ocupadas. Me adentré sin dudarlo en la sala de speeding, a esas horas solitaria…hasta que empecé a pedalear. ¡Ostias, me dije, que no se acerque! Pero se acercó y habló en torrentera, traspasando los auriculares que me había embutido al verle llegar. Era el pesado y tocón que ya me había tocado en suerte días atrás. Y se puso a pedalear a mi vera. Con ímpetu, como cogiendo carrerilla hasta que, en un momento de enajenación, me gritó: ‘¡Arriba compañero!’ al tiempo que se izaba sobre los pedales y me sacudía una palmada en el costado.




Le miré. Me miró: Si en ese instante me hubiera dicho un ¿por qué si me miráis, miráis airado? Le meto…
En la cinta sin fin diluí en sudor la adrenalina y limpié los bajos oscuros.

Dando fin a un cocido a la madrileña recordé que, a mi descenso de la bicicleta, vi caer del bolsillo del colega una cajita. La habrá visto, me digo, al finalizar el pedaleo. Cafinitrina me pareció que ponía. O algo así…

PD.- La pérdida de la ‘cajita’ es una invención, pero seguro que las múltiples interpretaciones sobre la ocurrencia hará las delicias de los psicoanalíticos.


(A mi padre. Siempre presente en mi recuerdo. En el día en que hubiera sumado otro año…)

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