Quereres…
Santos Rejas Rodríguez
Desde mi casa vi
el programa realizado en la casa del invitado de Bertín. En esta ocasión no ha sido en su casa,
o sea: ni en su casa, la de Osborne; ni en la mía, la de Santos; sino en la de él, en la de Arturo Fernández,
el galán hispano de ochenta y seis años cumplidos.
La simpatía de ambos,
presentador y presentado, no enmascararon sino que resaltaron, por contraste, algunos
de los momentos en los que la nostalgia y el recuerdo afloraron. En concreto la
rememoración del querer solapado que tuvo Arturo por su padre y también
viceversa. Querer de escasas palabras y pocas expresiones de afectos. Y, sin
poderlo evitar, más bien como estímulo desencadenante, me trajeron a mi padre
al lado del sillón que en ese momento yo ocupaba frente al televisor….
Y confluyo con
Arturo en que, quizás porque los tiempos así lo modaban, o sea no era costumbre,
que el hijo le dijera al padre un ‘te quiero’ ni tampoco recuerdo haber
recibido esa expresión nunca de él. Explícitamente, me refiero, porque en
los adentros yo sentía el querer de mi padre, profundo y sin límites, y también
mis hondones se lo devolvían sino con la misma intensidad del entonces, sí acrecentado en el ahora.
Otra cosa son los
besos que no nos dimos. Entre hombres, entre padre e hijo, en encuentros y
despedidas, los besos eran – y creo que siguen siendo- al aire de mejillas,
como al desgaire, como un ‘te beso pero no’, aunque en el alma sean besos de
hondo calado que la ‘hombría’ no quiere reconocer…
He tenido la
suerte de que pude despedirme de mi
padre en vida y no verlo en muerte, por lo cual la imagen, todas las imágenes
que conservo de él, siguen vivas. Por esa fortuna puedo seguir conversando con
él en el vivir de cada día. Y puedo decirle un ‘te quiero’. Y darle un beso
todos los días. Cada día…
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