El día a día de Tomás
Santos Rejas Rodríguez
Me he acercado a
la oficina de correos próxima a mi domicilio para recoger el libro de Tomás. Su
último libro publicado, por ahora: Cuentos
del día a día. He contenido mi impaciencia de abrir el sobre hasta
acarrearlo a una terraza arbolada, ocupar mi mesa favorita y tener ante mí una
copa de la ribera. Así no habrá interrupciones que me distraigan en el proceso.
Una cosa es
conocer de antemano la portada de un libro y otra pasar por ella las yemas de
los dedos, primero, y la palma de la mano, después. Un sentir de textura
mezclado con un indefinible flujo de vivencias contenidas en el día a día me abre poros de lo interno.
En una época de
mi vida, muy juvenil, abría al azar un libro titulado Camino. Leía el pasaje que mi dedo hubiera señalado y meditaba. Se
trataba de un libro a través del cual se conseguía la felicidad en este mundo y
el gozo infinito en el otro. O quizás fuera al revés. Hace ya tanto tiempo…Sea
como fuere, y únicamente para lo de este mundo, abandoné el camino de la
meditación adentrándome en el de la
acción a través del Kamasutra, edición adaptada e ilustrada, claro. En la
actualidad puede decirse que he retornado a la meditación. Por lo
general con el Quijote.
Hoy, esta mañana,
lo he hecho con el libro de Tomás. El azar me ha agraciado con la página ciento
setenta y una, que forma parte del cuento A
buena hora. Lo he leído de tirón. Aparte de generarme una cierta
preocupación, de futuro, me ha hecho meditar y llegar a la conclusión que
indudablemente pretendía el autor: que la realización de un deseo pone el punto
final al gozo del anhelo. O dicho de otro modo: que es preferible en muchas
ocasiones de la vida seguir disfrutando de un deseo, de un sueño, que
materializarlo…o intentarlo. Porque el inconsciente juega malas pasadas en los
momentos más inesperados y, lo peor, es que nos quedamos sin saber el porqué…Freud
murió hace muchos años.
Gracias Tomás,
amigo, por ‘estos relatos que se han ido cincelando a golpe de inquietudes’. No
sé si tu libro será el camino para lograr la felicidad en la otra vida pero
para gozar en esta, sí. Un gozo inquietante, claro…
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