La sombra que asombra
Santos Rejas Rodríguez
En estos últimos diez días en los que me
han visitado intensos golpes de tos, dolores corporales multivariados y
febrícula no medida, he aprovechado las pausas para elaborar el germen de una
posible novela y distraer a los achaques.
El tema girará en torno a
un hombre de mediana edad. Inteligente y estratega. Con una mente afilada y un
desprecio sutil hacia quienes no están a su altura. Autoconcepto a juego.
Modales elegantes, voz medida, y una mirada que examina a los demás.
Decide fundar su propia
empresa y escoge como socios a tres conocidos de confianza. Sabe que no le
harán sombra. Los considera útiles, manejables. Él pone el cerebro, ellos
obedecen. La empresa nace. Todo parece estar bajo control... hasta que se
entera de que fue nombrado consejero delegado gracias a gestiones
ocultas que hicieron sus socios y que lo pusieron en el centro para que no
se fijara en los bordes.
¿Cómo le afectará psicológicamente el
descubrimiento? Tiene un autoconcepto inflado acompañado
de rasgos narcisistas y una autoimagen altamente idealizada.
Su esquema mental: «soy
el mejor, he llegado aquí por méritos propios». entra en conflicto con la
realidad, genera una disonancia cognitiva intensa y se produce lo que
Freud llamó una herida narcisista: golpe al ego y sentimiento
de humillación. Descubre, además, que no tenía el control que creía
tener sobre su entorno ni sobre su posición. Descubrimiento que suele
generar ansiedad, paranoia y resentimiento-
Por su estructura de
personalidad la deriva probable es que reaccione con desdén, ira o
desprecio hacia sus socios y entorno, que intente reafirmar su
control de forma autoritaria y trate de reconstruir su autoconcepto
exagerando sus méritos o minusvalorando a los otros.
Pretende ser una novela negra de tensión psicológica y ritmo afilado, donde
nadie es inocente, todos tienen algo que ocultar y
que explore la fragilidad del ego, el precio del poder y la línea difusa entre
la inteligencia y la paranoia.
Ambientada en un Madrid frío y
sofisticado, sus personajes se mueven entre despachos gubernamentales, clubes
privados y callejones morales sin salida.
Ya les contaré. Quizás cuando me reponga
del todo, me abandone la tos impertinente y regrese a las tareas habituales, el
cajón de los propósitos que nunca se cumplen crezca.
Pues eso.