Entre Dana y Dana…
Santos Rejas Rodríguez
A través del cristal de la
ventana contemplo la lluvia en este día intermedio entre los temporales
viajeros que nos recorren al galope.
Es temprano, ningún transeúnte
por las calles y escasos y espaciados vehículos.
Domina el silencio de la lluvia
que cae de un modo manso, como un transcurrir de vida sin objetivo definido. En
la noche quedaron diluidos los chaparrones, las gotas violentas que rebotaban
contra el asfalto en vana pretensión de retornar a la nube que las guardaba y
protegía. Quizás eran adolescentes, ignorantes aún, de que no existe el
retroceso. O tal vez atrevidas gotas explorando lugares fuera de su nube para
intentar descubrir territorios alternativos al que ocupaban y probar si son más
cómodos y placenteros.
Ignoran, también, que la
provisionalidad no tiene lugar en la existencia, que todos los pasos dados son
definitivos, que el camino andado es indeleble e irrepetible y que lo vivido,
vivido queda. Sin provisionalidades… aunque en el fondo cada ser sienta lo
contrario: que todo lo vivido hasta el momento es un ensayo para lo venidero…
Ya es día claro y el silencio
de la lluvia es apagado por los ruidos cotidianos interrumpiendo esta
reflexión.
¡Por fortuna!
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