Esperanza
de vida y más allá
Santos Rejas Rodríguez
Hace unos días, Putin y Xi Jinping se pusieron a
fantasear con la idea de vivir 150 años. Y lo dijeron tan campantes, como quien
comenta que piensa renovar el coche. Los científicos, menos dados a la ciencia
ficción y más al método, ya se han encargado de ponerlos en su sitio: el límite
humano está, con suerte, en los 110 o 115 años. La persona más longeva
registrada, Jeanne Calment, murió con 122 y, desde entonces, o al menos a mí no
me consta, nadie ha batido su marca. O sea, que de momento seguimos siendo
mortales con fecha de caducidad.
España, mientras tanto, juega en otra liga. Aquí no
necesitamos experimentos futuristas para presumir de longevidad: en 2023, la
esperanza de vida fue de 83,7 años, con las mujeres rozando los 86,3 y los
hombres quedándonos en 81,1 (seguimos empeñados en conducir como si fuéramos
inmortales). En la Comunidad de Madrid incluso se superan los 86 años,
demostrando que uno puede sobrevivir a los atascos, la contaminación y la
política regional (je, je).
Las proyecciones del INE dicen que hacia 2050 llegaremos
a rozar los 90 años. Un tercio de la población tendrá más de 65 y eso obligará
a repensar el modelo de pensiones, los cuidados… paliativos y hasta la idea
misma de jubilación. ¿Qué sentido tiene jubilarse a los 67 si la expectativa es
seguir en pie otros 25? Habrá cola, más aún, en el ambulatorio, pero no en la cola del paro…y
estaremos demasiado ocupados cuidando a nuestros nietos o a nuestros bisnietos.
Y ahora voy al verdadero asunto de esta digresión: ningún
informe estadístico recoge lo que realmente da miedo al ser humano, yo entre
ellos, que no es cuánto dura la vida, sino cuánto dura la muerte.
Y sobre eso, INE incluido, nadie tiene datos. Parece que
la muerte es una condición bastante estable y, para más inri, extremadamente
larga. Y eso sí que me acongoja: vivir cien años puede ser cansado, pero
estar muerto… eso sí que parece una eternidad sin escapatoria ni buzón de
reclamaciones.
En resumen: ahora mismo sabemos que la muerte
dura mucho, eternamente se dice, pero eternamente es una palabra que
hemos inventado los humanos para calificar aquello que no sabemos lo que dura,
como el infinito, del que ya dijo Einstein que está mucho más lejos de lo que
pensamos; y como el universo, que a telescopio nuevo vemos que está más
adelante...más allá.
Quizá por esta razón nos obsesionamos tanto con alargar
la vida: no por amor a ella, sino por puro pánico a esa postdata interminable
que nos espera al final.
Pues eso.
Pd. Desde Cáceres, desde el ventanal de mi casa contemplando la Montaña, con amor eterno.