Las de entonces, las de ahora
Santos Rejas Rodríguez
Estaba (yo) releyendo a Aristófanes cuando me vino a la
memoria una anécdota vivida con mi madre. Ignoro si la llave de apertura fue un
olor, color, sonido o, simplemente que camino a paso lento, pero sin pausa,
hacia un abuelo Cebolleta contador de batallas de un pretérito bastante
imperfecto.
Sea la causa estimular la que fuera me sentí transportado,
virtualmente, a una mañana soleada de otoño al parque de Cánovas de Cáceres. Y
en concreto a una terracita bajo arboleda del Kiosco Colón. La charla que tuviéramos
entre nosotros se vio interrumpida por el saludo que una señora hizo a mi
madre. He olvidado el contenido de las palabras que cruzaron, pero sí recuerdo
con viveza los comentarios que sobre la saludadora hizo mi madre nada más alejarse
de nuestra vera.
- ¡Qué mujer, hijo! ¡De las de quitarse el sombrero cuando
pasa! (He de añadir que mi madre, en su tiempo de moceo, utilizó sobrero, de
estilo cordobés, y le quedaba prendado). -Se quedó viuda muy joven, con cuatro
criaturas y escasa pensión por no decir ninguna. Los ha sacado a todos adelante
peleando con uñas y dientes, cosiendo de casa en casa y trabajando de sol a amanecer…y
siguió informando de las carreras que habían hecho los hijos con becas-salario
y otras cuestiones mientras yo miro con detenimiento a la aludida mientras se
aleja. -¡Qué fortaleza, hijo! Tirando para adelante sin desfallecer y, siempre,
con una sonrisa en los labios, remató mi madre.
Miro a mi madre, a su flor entre el pelo; quiero decirle que
ella también podría condecorarse con todos los atributos que acaba de poner
sobre la mujer que ya he perdido de vista, y que, a mi juicio, son
consustanciales a legiones de madres que en aquellos tiempos, y puede que también
en este, no tienen ni puta idea, con perdón, del significado de resiliencia, pero
sí el de ˂tirar
para adelante˃ porque es lo que hay y no queda otra. Cuando mi boca está
a punto de abrirse para decírselo una mujer, vendedora de flores, pregona un: ¡’craveles’
¡tengo ‘craveles’! que, sin saber por qué, me estremece los tuétanos.
Y aquí lo dejo.
PD. - A todas las madres que están. A las que se fueron,
pero siguen ahí. Y a ti, Nines, con todo mi cariño.
5 comentarios:
Que bonito Santos! Gracias. Un abrazo.
Que sentir desprende estas frase. GRACIAS.
Es precioso. Mil gracias Santos
cuantos sentimientos acabo de revivir sobre mi tía Maruja, es precioso
Preciosas palabras, con mucha sabiduría y sentimiento, un beso para todas ellas, en especial las que están en el cielo, mi tía Maruja siempre en nuestro corazón ❤
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