lunes, 2 de noviembre de 2020

Las de entonces, las de ahora

 

Las de entonces, las de ahora

Santos Rejas Rodríguez

Estaba (yo) releyendo a Aristófanes cuando me vino a la memoria una anécdota vivida con mi madre. Ignoro si la llave de apertura fue un olor, color, sonido o, simplemente que camino a paso lento, pero sin pausa, hacia un abuelo Cebolleta contador de batallas de un pretérito bastante imperfecto.

Sea la causa estimular la que fuera me sentí transportado, virtualmente, a una mañana soleada de otoño al parque de Cánovas de Cáceres. Y en concreto a una terracita bajo arboleda del Kiosco Colón. La charla que tuviéramos entre nosotros se vio interrumpida por el saludo que una señora hizo a mi madre. He olvidado el contenido de las palabras que cruzaron, pero sí recuerdo con viveza los comentarios que sobre la saludadora hizo mi madre nada más alejarse de nuestra vera.

- ¡Qué mujer, hijo! ¡De las de quitarse el sombrero cuando pasa! (He de añadir que mi madre, en su tiempo de moceo, utilizó sobrero, de estilo cordobés, y le quedaba prendado). -Se quedó viuda muy joven, con cuatro criaturas y escasa pensión por no decir ninguna. Los ha sacado a todos adelante peleando con uñas y dientes, cosiendo de casa en casa y trabajando de sol a amanecer…y siguió informando de las carreras que habían hecho los hijos con becas-salario y otras cuestiones mientras yo miro con detenimiento a la aludida mientras se aleja. -¡Qué fortaleza, hijo! Tirando para adelante sin desfallecer y, siempre, con una sonrisa en los labios, remató mi madre.


Miro a mi madre, a su flor entre el pelo; quiero decirle que ella también podría condecorarse con todos los atributos que acaba de poner sobre la mujer que ya he perdido de vista, y que, a mi juicio, son consustanciales a legiones de madres que en aquellos tiempos, y puede que también en este, no tienen ni puta idea, con perdón, del significado de resiliencia, pero sí el de ˂tirar para adelante˃ porque es lo que hay y no queda otra. Cuando mi boca está a punto de abrirse para decírselo una mujer, vendedora de flores, pregona un: ¡’craveles’ ¡tengo ‘craveles’! que, sin saber por qué, me estremece los tuétanos.

Y aquí lo dejo.

PD. - A todas las madres que están. A las que se fueron, pero siguen ahí. Y a ti, Nines, con todo mi cariño.

5 comentarios:

casiopea dijo...

Que bonito Santos! Gracias. Un abrazo.

Unknown dijo...

Que sentir desprende estas frase. GRACIAS.

Angela López dijo...

Es precioso. Mil gracias Santos

Ana Lopez dijo...

cuantos sentimientos acabo de revivir sobre mi tía Maruja, es precioso

Fanny lopez dijo...

Preciosas palabras, con mucha sabiduría y sentimiento, un beso para todas ellas, en especial las que están en el cielo, mi tía Maruja siempre en nuestro corazón ❤