domingo, 21 de agosto de 2016

La virgen

La virgen

Santos Rejas Rodríguez


Hay vírgenes que no necesitan mayores explicaciones para saber el porqué; con una simple ojeada es suficiente.
Julio pintó a la mujer morena. La miras y, sin duda alguna dices: ¡Morena, morena! Y ahí lo dejas. Ojeas una imagen de virgen, como la avistada en un tenderete marbellí, y también exclamas: ¡Virgen, virgen! Pero no puedes dejarlo.

Te alejas dándole vueltas y vueltas para saber qué te ha llevado a esa conclusión. No es fea ni falta de atractivos en el rostro, única parte corpórea a la vista. Es un algo especial. Entre un ‘detente satanás’, con mezcla de ‘hasta aquí hemos llegado’, y un final de ‘no pasar, policía’ que acojona los bajos y hace imposible pensar en lo erótico y, lo que es peor, en lo espiritual.

No creo que el pintor se haya servido de una modelo sacada del natural, o sea, una viviente de carne y hueso. Más bien debe ser el producto, malo, de un coloque de garrafón unido a una afición por lo pictórico muy necesitada de técnica, mucha. Barrunto que quizás sea una venganza por muy dañinos sufrimientos que ha tenido a nivel de entrañas y que, visto lo visto, merecidos.

También, y para no cargar todas las tintas sobre un nacional, y dada la proximidad de tierras morunas, podría ser estrategia para atraer hacia ellos a acólitos despavoridos o descastar vocaciones en lo cristiano. Pero lo dudo porque el moro va a lo suyo, o sea, a las huríes.




No ilustro este disparate con la fotografía que he tomado de la imagen por si acaso, y pese a lo escrito, fuera objeto de devoción de alguno de los territorios profundos de nuestra tierra…cosa que ‘no permita la Virgen que tenga razón’, me canto  por Sabina, y continuo mi caminar.

La virgen ¡qué virgen!

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