sábado, 6 de febrero de 2016

Conjuntos binarios

Conjuntos binarios

Santos Rejas Rodríguez


Cuando escribo a vuela pluma, o sea, el a mano de toda la vida, me gusta hacerlo en bar, cafetería, o terraza de uno u otra. El ordenar lo escrito, informáticamente, lo dejo para casa.

Escribo tanto al sol como a la sombra, en lugares ruidosos y en los de silencio absoluto. Y, hablando de silencios, he hallado un común denominador en los barrios elegidos para la escritura sea Lavapiés, Latina, Serrano, Centro o Moncloa y con independencia, también, de que el lugar sea tasca o cafetería lujosa: parejas en silencio de sepulcro.




Cuando me desconcentro de la escritura, hago una pausa para pensar en lo ya pensado, retomar un hilo o simplemente dar una ojeada a mi alrededor, topa mi mirar con alguna pareja llena de silencios, ausentes del mirarse; de manos, y seguro que también de cuerpos, en líneas paralelas, de las que no se encontrarán en el infinito…ni en el más acá, que es lo más tremendo.

Pienso que, alguna vez, quizás, compartieron besos y abrazos. E impaciencias de espera. Algún suspiro suelto y hasta hondo. Y puede que un brillar de ojos empañados del uno hacia el otro…
¿En qué recodo del camino se perdieron? ¿Qué senda transitó el uno, inaccesible para el otro?

Hace años, bastantes ya, a los coches nuevos era preciso hacerles ‘el rodaje’. En los kilómetros iniciales había que ser cuidadosos. Velocidad moderada. Ni pasarse ni tampoco quedarse corto. En una ocasión, un mecánico amigo, me dijo que era para que los cojinetes se ajustaran bien y no se produjeran desgastes iniciales y averías posteriores. Nunca tuve curiosidad por saber qué son los cojinetes, pero hoy, al observar a una pareja silenciosa, he intuido lo de las consecuencias de un mal rodaje.


O quizás esa no sea la causa. Tal vez la vida de dos es un conjunto de silencios. De un mirarse cada cual  el infinito de su propia soledad…

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