Conjuntos binarios
Santos Rejas Rodríguez
Cuando escribo a
vuela pluma, o sea, el a mano de toda la vida, me gusta hacerlo en bar,
cafetería, o terraza de uno u otra. El ordenar lo escrito, informáticamente, lo
dejo para casa.
Escribo tanto al
sol como a la sombra, en lugares ruidosos y en los de silencio absoluto. Y,
hablando de silencios, he hallado un común denominador en los barrios elegidos
para la escritura sea Lavapiés, Latina, Serrano, Centro o Moncloa y con
independencia, también, de que el lugar sea tasca o cafetería lujosa: parejas
en silencio de sepulcro.
Cuando me
desconcentro de la escritura, hago una pausa para pensar en lo ya pensado,
retomar un hilo o simplemente dar una ojeada a mi alrededor, topa mi mirar con
alguna pareja llena de silencios, ausentes del mirarse; de manos, y seguro que
también de cuerpos, en líneas paralelas, de las que no se encontrarán en el
infinito…ni en el más acá, que es lo más tremendo.
Pienso que,
alguna vez, quizás, compartieron besos y abrazos. E impaciencias de espera.
Algún suspiro suelto y hasta hondo. Y puede que un brillar de ojos empañados
del uno hacia el otro…
¿En qué recodo
del camino se perdieron? ¿Qué senda transitó el uno, inaccesible para el otro?
Hace años,
bastantes ya, a los coches nuevos era preciso hacerles ‘el rodaje’. En los
kilómetros iniciales había que ser cuidadosos. Velocidad moderada. Ni pasarse
ni tampoco quedarse corto. En una ocasión, un mecánico amigo, me dijo que era
para que los cojinetes se ajustaran bien y no se produjeran desgastes iniciales
y averías posteriores. Nunca tuve curiosidad por saber qué son los cojinetes,
pero hoy, al observar a una pareja silenciosa, he intuido lo de las
consecuencias de un mal rodaje.
O quizás esa no
sea la causa. Tal vez la vida de dos es un conjunto de silencios. De un mirarse
cada cual el infinito de su propia soledad…
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