jueves, 12 de septiembre de 2024

De guateques y supermercados

 De guateques y supermercados

Santos Rejas Rodríguez

Surgen acontecimientos que parecen cerezas arracimadas. Tiras de una y sale otra. No suelen aparecer por azar… o quizás sí y los andares de la vida no sean puro determinismo.

La primera cereza me llegó en forma de noticia, fotografía incluida, sobre aquellos guateques de mi adolescencia. Y el olor a lavanda, el agua de colonia que olía como tal y servía para enmascarar la sudoración de las manos cuando ibas a pedir un baile a una chica, inundó mis recuerdos. Sudor de manos que, según confesión de una buena amiga, a ellas les ocurría igual cuando veían acercarse al chico «a sacarla». Pura reacción del sistema nervioso, del de entonces.

A esta cereza se le unió otra, sin imágenes, sobre los ligues en Mercadona y me pregunté: ¿Qué parte del cuerpo les suda ahora? ¿olerán a supermercado o a pizza 4 quesos? ¿comenzarán con el estudias o trabajas? o ¿tienes piso en propiedad y pensión contributiva?

Con curiosidad meramente científica me personé en un Mercadona alejado de mi domicilio por si los encuentros casuales y tal. A la entrada pregunté al encargado:

—¿Es aquí donde se liga?

—¿Tiene hora caballero? Hablarme de usted y el término caballero me mosquearon y lo de la hora me descolocó como si me hubieran pillado dentro de un avión sin pasar el control de seguridad.

 —¿Hay que pedir hora? No soy experto en comunicación no verbal pero puedo asegurar que el nota estaba haciendo fuerza con sus dos carrillos para no partirse el culo de risa, con perdón.

—Claro caballero, y condescendiente sacó de debajo del mostrador un libro más grueso que el Don Quijote y tras ojearlo, añadió:—puedo darle cita para el 13 de diciembre a las 19:00 h.

 —Perdón, respondí, tengo póliza privada, de las de pago.

—¿Cómo dice caballero?

—Que no soy de la Seguridad Social ni estoy pidiendo consulta médica, respondí con suficiencia.

En este punto tras un intercambio de pareceres en los que desapareció el caballero y aparecieron términos que no son para ponerlos por escrito abandoné el supermercado y decidí preguntarle sobre el evento a mi vecina, la que un día me dijo que para huevos, los de Mercadona.

Y regresé a casa parando a trechos murmurando el mantra:

¡Estamos jodidos! ¡Estamos jodidos!

Pues eso.

(Pablo, la culpa de esto la tienes tú por incitarme a escribir en mi blog)

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