Otros desiertos
En estas latitudes tendemos a alejar los muertos de nuestro lado. Alguna reacciones irán por la vertiente del humor negro: trivialización del suceso y construcción del muro que impida penetre la noticia hasta la médula y produzca el indeseado estremecimiento. Pero si no nos da tiempo a levantar la barrera, si la noticia atraviesa la capa del alma y se introduce hasta alguno de esos rincones desconocidos para nosotros mismos, el escalofrío se produce. Intenso.
¿Quién no se
conmueve al leer que: «estuvo sentado durante cuatro años en su sillón frente
al televisor sin que nadie se enterara de su muerte?». Repito: «sin que nadie
se enterara…».
A un hombre, en
una ciudad de miles de habitante, nadie, ni una sola persona, le ha echado de
menos en cuatro años... posiblemente porque también estuvieron contemplando la
televisión.
Al escritor le
suele surgir al final de su relato una frase, una palabra, que deje poso. De
Saramago la tomo en préstamo: «desierto no es aquello que vulgarmente se
piensa, desierto es toda ausencia de hombres, aunque no debemos olvidar que no
es raro encontrar desiertos y secarrales de muerte en medio de multitudes».
Pues eso.
1 comentario:
Ciertamente, la pregunta que nos viene a la mente: ¿por qué nadie le echó de menos?. Morir en soledad es consecuencia de uno mismo o de los valores de la sociedad actual. El ideal de morir siendo un anciano rodeado y querido por tus tus hijos y nietos va siendo cosa del pasado.
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